Todos sabemos que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios.

Pero pensemos en la pregunta que el P. Pat Griffin hizo a llos participantes de un reciente retiro, en su conferencia de clausura: «¿Cuándo experimento con mayor claridad que he sido hecho a imagen y semejanza de Dios?»

Me sorprendió ver cómo analizaba los cortos 9 versículos del Salmo 113, para descubrir que este salmo es, probablemente, una de las primeras declaraciones de la «opción preferencial por los pobres».

Los primeros seis versículos preparan el terreno para la respuesta a la pregunta «¿cuándo los servidores del Señor disfrutan de lo que significa ser la imagen y semejanza del Señor?». Todos los servidores del Señor están llamados a alabar al Señor, que está muy por encima de los cielos, que es mayor incluso de lo que podemos imaginar.

Los últimos versículos explican que es este Dios sobre todos los dioses quien se agacha en el estercolero (hay expresiones más gráficas) para elevar a los humildes del polvo. Dios no sólo les levanta, sino también les sienta con los príncipes. Dios no sólo les llama a la vida, sino a la plenitud de la vida con los príncipes. Dios no se limita a ofrecerles asientos en las gradas, ¡sino asientos de primera fila!

María lo comprendió: «A los hambrientos los colma de bienes; los ricos los despide vacíos» (Lc 1, 53-53).

Vicente lo comprendió: «Los pobres son nuestros amos y señores».

No es de extrañar que Vicente escribiera: «No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres, en los brazos de la Providencia y en una renuncia actual a nosotros mismos, para seguir a Jesucristo» (SVP III, carta 1139 [1078])

Así es como vivimos siendo la imagen y semejanza del Dios que llega hasta nosotros para levantarnos.

Alabamos y servirmos al Señor cuando nos levantamos a los humildes… los pobres.

¿Qué diferencia marca esto, en la forma en que me miro a mí mismo… y los demás?