Federico Laporte, el nieto que Federico Ozanam no llegó a conocer

por | Jun 29, 2023 | Formación | 0 comentarios

Las crónicas dicen que el nieto se parecía mucho a su abuelo Ozanam.

Federico Claudio María Laporte fue el nieto que el beato Antonio Federico Ozanam no llegó a conocer. Federico Laporte nació el 16 de mayo de 1868 en París (Francia), dos años después del matrimonio de la hija de Ozanam, María Josefina, con Jean-Baptiste Laurent Laporte.

Estudió en la Escuela Politécnica, la Escuela Superior de Electricidad y la Escuela de Minas, todas en París. Se graduó como ingeniero civil de minas. Comenzó su carrera de ingeniero en una empresa llamada «Richard», pero pronto decidió dedicarse a los estudios científicos, ingresando en el Laboratorio Central de Electricidad (LCE), donde permaneció durante muchos años.

En este puesto, donde alcanzó el rango de subdirector, Laporte se centró en el estudio de la iluminación, la fotometría, las unidades y patrones eléctricos, publicando sus hallazgos en el boletín de la Sociedad Francesa de Electricidad. Dados los conocimientos que poseía, representó a Francia en numerosos congresos por toda Europa, así como en Estados Unidos.

A los 28 años, en 1896, se casa con Marguerite Récamier (1877-1951), hija del general Récamier. A partir de entonces, su vida se repartirá entre sus ocupaciones científicas y la hermosa familia de siete hijos que le dio esta admirable compañera, que se dedicó a su marido hasta el final de su vida con incansable devoción. Sus hijos se llamaron Gabrielle, Sabine, Marie, François, Jean, Magali y Frédéric.

En medio de sus estudios e investigaciones de laboratorio, a Federico Laporte le sorprendió la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Llamado a filas por las Fuerzas Armadas, es nombrado Capitán de Artillería Territorial y toma el mando del Fuerte de Béru, en la región de Reims, a 150 km de París. Defendió este fuerte durante muchos meses contra las fuerzas alemanas, pero tuvo que evacuar el lugar, trasladándose a Epernay, luego a Dijon y Verdún.

Las crónicas señalan  que Federico Laporte fue un excelente militar, un estratega al mismo tiempo muy preocupado por la seguridad de los soldados del pelotón de artillería que dirigía. Durante la guerra enfermó del corazón y tuvo que ser hospitalizado. En 1915, es licenciado del servicio militar y regresa al seno de su familia. Los médicos le recomendaron reposo, pero la inactividad le incomodaba.

Así que, aunque no estaba suficientemente recuperado, se le autorizó a volver a sus actividades. Pasó a enseñar en la Escuela de Artillería de Fontainebleau, donde permaneció dos años (1915 y 1916). A continuación, Federico Laporte volvió a trabajar en el Laboratorio Central y centró sus estudios en los acumuladores eléctricos submarinos.

Por sus servicios a Francia, fue condecorado con la Cruz de la Legión de Honor (1918), que se le concedió como honor militar. Tras la guerra, continuó con sus funciones de subdirector del Laboratorio, pero su salud estaba irremediablemente comprometida.

Resistió durante mucho tiempo, hasta que en marzo de 1922 tuvo que volver a casa y abandonar por completo su trabajo. Soportó esta cruel prueba con un valor y una serenidad incomparables, que sacaba de sus profundas convicciones cristianas y de aquel abuelo al que no llegó a conocer, pero que sabía de su fama de santidad. Sintiéndose derrotado, quiso dar hasta el final un bello ejemplo de fortaleza a sus hijos; no se puede evitar hacer una comparación entre el bello final de este hombre, todavía joven, en plena posesión de todos sus recursos intelectuales, y el de su abuelo Ozanam, que, a los 40 años, abatido por una enfermedad despiadada, hizo con admirable serenidad el sacrificio de una vida tan llena de promesas para él.

Las biografías de Federico Laporte cuentan que, aunque nunca conoció a su abuelo Ozanam, con el que guardaba un gran parecido físico, desde su juventud imitó su ejemplo caritativo, visitando a los pobres asistidos por la Conferencia Parroquial de San Bernardo, como consocio activo de la Sociedad de San Vicente de Paúl.

Los registros bibliográficos muestran que Federico Laporte era una persona reservada, pero extremadamente acogedora. Los que tenían la suerte de conocerle en la intimidad pronto se daban cuenta de su alto valor moral, de la vivacidad de su inteligencia y de la amplitud de sus conocimientos. Se consideraba muy feliz cuando estaba con su familia, y dedicaba a la educación de sus hijos todo el tiempo libre que le dejaban sus ocupaciones científicas.

El 17 de julio de 1922, Federico Laporte murió, a los 54 años, en brazos de su esposa, que tan admirablemente había cuidado de él. Había visto morir a su madre, María Josefina Ozanam, en 1912, cuando él tenía 44 años. Un dato curioso: el mismo año en que murió Federico (1922), también falleció su padre (Lourenço Laporte), a los 79 años.

Renato Lima de Oliveira
Presidente Internacional de la Sociedad de San Vicente de Paúl

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