Mark Twain, escribió «La historia no se repite, pero a menudo rima». La historia del Desarrollo Social en la ONU sigue teniendo resonancia, pero se necesitan más rimas para que conduzca al cumplimiento de las promesas de situar a las personas en el centro del desarrollo, erradicar la pobreza, proporcionar empleo productivo y trabajo decente, y crear inclusión social.
Estos cuatro compromisos son los objetivos de la Declaración y Programa de Acción de Copenhague adoptados en 1995. Este encuentro histórico, la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, reunió a más de 185 naciones y marcó un momento decisivo en la forma en que el mundo abordó el reto clave de construir «una sociedad para todos». Lamentablemente, estos objetivos siguen siendo una mera aspiración. Pero la buena noticia es que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2000) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015) han rimado con la Cumbre Mundial y han actualizado y ampliado nuestra comprensión de cómo debemos actuar como comunidad global si realmente pretendemos «no dejar a nadie atrás». Tenemos la firme esperanza de que en los próximos años, a medida que aceleremos la acción para alcanzar los ODS en 2030, a medida que la ONU avance con una Cumbre sobre Desarrollo Social en otoño de 2023 y una Cumbre del Futuro en 2024, seguiremos escuchando las rimas de Copenhague alto y claro.
En la 61ª sesión de la Comisión de Desarrollo Social, celebrada del 6 al 15 de febrero de 2023, la comisión funcional de ECOSOC responsable de supervisar y avanzar en los objetivos de Copenhague, la atención se centró en la creación de empleo pleno y productivo y trabajo decente para todos, como forma de superar las desigualdades, acelerar la recuperación de la Covid-19 y avanzar hacia la consecución de la Agenda 2030. El trabajo de la 61ª sesión merece elogios en el sentido de que destacó la protección social como una respuesta de primera línea para proteger la salud, el empleo y los ingresos de las personas y, además, que las economías digital, verde y de los cuidados ofrecen muchas oportunidades de trabajo decente. Sin embargo, terminamos la sesión sabiendo que más del 60% de los trabajadores del mundo están en la economía informal y carecen de protección social. La tasa de desempleo entre los jóvenes de todo el mundo supera el 15%. La mayoría de los jóvenes que no tienen empleo, ni estudian, ni reciben formación son mujeres. Además, la resolución sobre el tema prioritario señalaba «con urgencia y preocupación la creciente desigualdad y los 1.200 millones de personas que viven en la pobreza multidimensional como consecuencia de la pandemia«.
Al examinar los objetivos de Copenhague, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los signos de nuestro tiempo, está claro que no basta con hacernos eco y rimar. Necesitamos formas más intensas de trabajar juntos como comunidad global. Para avanzar debemos prestar atención a los vínculos vitales entre pobreza, desempleo y desintegración social. Debemos reforzar la cooperación internacional para el desarrollo social, prestando especial atención al acceso universal y equitativo a la educación, la sanidad, los sistemas de protección social e Internet. Debemos prestar atención a las conexiones críticas entre justicia social, económica y medioambiental. La erosión de la cohesión social y de la confianza en las instituciones públicas parece agravarse y socavará esta labor a menos que nos enfrentemos a la desinformación y la corrupción en los gobiernos. Las guerras, las catástrofes económicas y las amenazas de nuevas pandemias apuntan a la urgencia de avanzar de formas nuevas y positivas. Las palabras no deben limitarse a rimar, deben movernos a la acción.
Hay esperanza en una respuesta multidimensional y multisectorial. Hay esperanza en la voluntad de seguir estudiando y dialogando en las conferencias de la ONU. Esa esperanza es nuestro catalizador para el cambio. Un cambio que puede construirse desde la «solidaridad» descrita como «El amor por el propio bien y por el de los demás que reúne a las personas en grupos estables con el fin de alcanzar un bien común» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, p. 150). La solidaridad, entendida en su significado más profundo, es una forma de hacer historia (Papa Francisco, Hermanos y hermanas con nosotros [Fratelli Tutti], n. 116). Es la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien de todos y de cada uno, porque todos somos realmente responsables de todos (San Juan Pablo II, Sobre la preocupación social [Sollicitudo rei Socialis], n. 38).
¿Qué rima con Solidaridad? Ineludible. ¿Qué rima con Justicia? Paz.
Por Mary Ann Dantuono, Esq.
Representante de la AIC ante la ONU
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