La fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen María es un jornada que nos invita a reflexionar sobre el don de la maternidad en todas sus formas, y para considerar el ejemplo de la Madre Seton, que se afrontó las duras tareas de la maternidad con valor y fe inquebrantable.
En el metro de Boston, una tarde sofocante del verano pasado, abrí un mensaje de texto de una amiga y vi una foto: un bastón plástico en el mostrador del baño, con dos líneas rosas. Un resultado positivo de la prueba. Estaba embarazada. De nuevo.
Me detuve un momento mientras el ruido y la algarabía del metro me rodeaban. Sonreí y me llevé el teléfono al corazón mientras rezaba una oración de alegría en nombre de mi amiga. Gracias, Señor, y por favor, Señor, que esta vez sea diferente.
En todas las felicitaciones que siguieron a ese día, y en la feliz charla sobre bebés y sillitas infantiles en las semanas y meses siguientes, sólo algunos de nosotros sabíamos toda la verdad detrás de esa foto.
Sólo algunos de nosotros conocíamos el dolor de las anteriores pruebas positivas de mi amiga y las anteriores alegrías que fueron seguidas por la pérdida, el dolor y las lágrimas. Sólo algunos de nosotros sabíamos lo valiente que era nuestra amiga para abrir su corazón herido de nuevo y arriesgarse a perder otro precioso bebé.
De todas las formas en que Dios nos pide que confiemos en él, creo que la llamada femenina a confiarle nuestra fertilidad es una de las más difíciles. Queremos tener bebés según nuestros propios planes, y la cultura moderna de hoy en día alimenta la idea de que podemos y debemos controlar cuándo sucede eso. Con algo tan personal y que puede cambiar nuestra vida como es la fertilidad, podemos sentirnos traicionadas por Dios cuando no todo sale según nuestro plan.
Esta no es una lucha nueva. Cuando leemos historias antiguas de mujeres en las Escrituras, encontramos que muchas de ellas anhelan tener hijos y luchan con el plan de Dios para su fertilidad: Raquel, Sara, Ana y docenas más. Una de mis favoritas de estas mujeres antiguas es santa Ana, la madre de la Santísima Virgen María. Según la tradición apócrifa, santa Ana anhelaba y rezaba por tener un hijo, pero sufrió muchos años de infertilidad. Dios tenía planes para que fuera madre de un niño muy especial… pero todavía no.
Cuando por fin santa Ana fue bendecida con María, su preciosa hija, ella y su marido, san Joaquín, llevaron a María al templo de Jerusalén para consagrarla a Dios en un acto de agradecimiento. Celebramos el recuerdo de este acontecimiento en la fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen María, el 21 de noviembre.
Esta fiesta es una oportunidad para reflexionar sobre el don de la fertilidad y nuestra relación, a veces complicada, con ella. ¿Consideramos realmente que cada hijo que Dios nos envía es un regalo insustituible? ¿Nos cuesta aceptar la voluntad de Dios cuando anhelamos y rezamos por algo bueno, y Él parece decir «No» o «Ahora no»?
¿Y qué pasa con esos niños que Dios puede poner en nuestras vidas y que no son biológicamente nuestros, pero que necesitan desesperadamente nuestra maternidad?
Santa Isabel Ana Seton se convirtió en madre de esta manera cuando ella y su marido Guillermo acogieron a sus seis hermanastros más pequeños, además de sus propios cinco hijos. Cuando soñaba con ser madre algún día, probablemente ésta no era la clase de familia que imaginaba. Venía con un conjunto único de desafíos, y el cuidado de 11 niños era seguramente una tarea interminable y agotadora.
Las madres sufren. Cuando en el Jardín del Edén Dios le dijo a Eva: «Con dolor darás a luz a tus hijos», no se refería sólo a los dolores de parto. Hablaba del dolor de anhelar un hijo cuando somos infértiles, de concebir un hijo y luego sufrir un aborto espontáneo o un parto de un niño muerto, de convertirnos en madres de forma inesperada y de encontrarnos embarazadas cuando no era nuestro plan.
A través de todas estas experiencias femeninas hallamos la oportunidad de crecer en la confianza en Dios. Santa Ana es un ejemplo de oración y perseverancia, y de humilde acción de gracias. Santa Isabel Ana Seton es un ejemplo de fidelidad en circunstancias inesperadas y difíciles.
En esta fiesta de la Presentación de María pido la bendición de estar más agradecida por el don de mi propia maternidad, y de aceptar con humildad sus singulares desafíos y pruebas. Rezo para ver a las personas en mi vida que no son mis hijos biológicos, pero a las que Dios podría estar llamando a ser «madre» de alguna manera. Como santa Ana, quiero confiar mis hijos a Dios; quiero aceptarlos como regalos y devolvérselos. Como santa Isabel Ana, quiero afrontar las duras tareas de la maternidad con valor y fe inquebrantable.
Sólo Dios conoce el corazón de una madre. ¿Qué encontrará en el mío?
DANIELLE BEAN es escritora y conferenciante sobre la vida familiar católica, la paternidad, el matrimonio y la espiritualidad de la maternidad. Fue editora y jefa de redacción de Catholic Digest, y es autora de varios libros para mujeres, como «Momnipotent, You’re Worth It!» y su libro más reciente, «You Are Enough». También es la creadora y presentadora del podcast «Girlfriends» y una popular conferenciante sobre diversos temas relacionados con la vida familiar católica, la paternidad, el matrimonio y la espiritualidad de la maternidad. Más información en DanielleBean.com.
Fuente: https://setonshrine.org/
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