Este es el segundo trayecto del plan formativo destinado al estudio individual o de grupo que os presentamos en anteriores semanas en «Aportación del carisma vicenciano a la Misión de la Iglesia: Un trayecto formativo». En ese artículo también se sugirió un «plan de lecciones” para su uso en grupos.
A los que tienen menos de 50 años, se den cuenta o no, su experiencia eclesial les llega a través de la óptica y las prácticas del Concilio Vaticano II. Es una realidad importante a tener en cuenta al tratar de dar sentido a la historia completa de la iglesia en sus primeros quince siglos, y su inusual último medio milenio.
En la primera sección de esta serie se destacaban los cambios estructurales que fueron influenciados por Vicente y Luisa, y su forma de acercarse a la vida comunitaria, hace aproximadamente 400 años. Estos cambios estructurales finalmente fueron confirmados en la legislación eclesial al finales del siglo XX, bajo la denominación de «Sociedades de Vida Apostólica».
Las dos próximas secciones de esta serie de reflexiones se centran en la intuición subyacente, y en gran parte no articulada, que motivó a Vicente y a Luisa. Instintivamente vieron la vida cristiana desde la perspectiva de la Teología de la Misión: hombres y mujeres que continúan la misión del Hijo de Dios.
«El ideal monástico prevaleció en la Iglesia durante siglos. La consagración a Dios expresada en una vida de castidad, pobreza y obediencia, introducía al fiel cristiano en un ‘estado de perfección'».
Vicente y Luisa creían que había más en juego que solo la santificación individual y la perfección personal. Ellos, y sus comunidades, vivían en comunidad por el bien de la misión. Sacaban fuerzas unos de los otros, cuando salían a realizar esta misión.
Tuvieron que pasar otros tres siglos para que esto se enmarcase en la Teología de la iglesia, como se establece en el Concilio Vaticano II. La Misión, o la evangelización, está realmente en el corazón del Concilio Vaticano II.
En retrospectiva, podemos ver en esta segunda sección la descripción de lo que significaba para los hombres y las mujeres el abandonar una visión individualista de la fe y la vida.
Al denominar a su comunidad la ‘Congregación de la Misión’, Vicente hizo hincapié en que eran llamados a una misión más amplia que ellos mismos. Estaban llamados a ver sus vidas como una prolongación de la vida y la misión de Jesucristo, el Misionero del Padre, el evangelizador de los pobres.
Vicente era conciente de los más de diez mil sacerdotes en París, que tenía una población de aproximadamente el tamaño actual de la ciudad de Toledo (Ohio, Estados Unidos) [aproximadamente 300.000 habitantes, n. del T.]. Vicente optó por enviar a sus sacerdotes y a las Hijas de la Caridad a las periferias, a los abandonados.
En esta segunda sección vemos claramente cómo afectó esto a su visión de lo que hoy llamamos Sociedades de Vida Apostólica.
Lee esta segunda sección del excelente artículo del P. Delgado, y enumera este y otros aspectos con los que el carisma vicenciano ha contribuido a la Iglesia actual.
- ¿Mi visión va más allá de mi felicidad personal?
- ¿Mi misión tiene en cuenta a la gente en las (mis) periferias?
¡Hasta la proxima semana!
Esperamos que hayan disfrutado de esta colaboración, uniéndose a las fuerzas de la
Vivian en Comunidad por el bien de la Misión…
Hermosas reflexiones q siguen siendo realidades en estos tiempos.
Muchas gracias por compartir.