Terreno inferior (Mt 5,21)
Conocemos la frase «llegar al fondo del asunto». Significa escarbar bajo las apariencias externas hasta el meollo interior de algo, ir del tronco a la raíz. El dicho puede aplicarse sin duda a los seres humanos, como se ve en la diferencia entre lo que se muestra en el exterior (comportamiento) y cuáles son sus motivaciones interiores.
En el evangelio de Mateo, Jesús llega sin duda al fondo de la cuestión cuando se centra no sólo en el acto del asesinato, sino en la ira, su razón subyacente. Y lo hace en otros contextos, por ejemplo cuando se mueve por debajo de las apariencias de la adoración hasta sus motivaciones internas, por un lado para ganarse la estima de los demás, y por otro para estar totalmente disponible ante Dios.
Eso sí que es poner el listón alto. Al presentarnos ante su Padre, hemos de entregar nuestro yo genuino, hemos de presentarnos como la persona que realmente somos en el fondo. Y eso es ciertamente una propuesta desafiante, porque enfrentarme a mis motivos más íntimos (operativos) va a revelar una mezcla de ellos, desinteresados y no tan desinteresados, generosos y tacaños. Pero la cuestión es que nos presentemos ante Dios genuinamente, virtuosos y no tan virtuosos, admitiendo tanto las perfecciones como los defectos interiores.
Especialmente los místicos de nuestra tradición hablan de este punto que Jesús menciona continuamente. Él y ellos aconsejan apertura ante Dios, transparencia en lo más profundo de nosotros mismos, tanto en la oración como en la vida, para ahuecar ese espacio interior en el que pueda entrar el Espíritu. Y con su insistencia en practicar la sencillez, Vicente une sin duda su voz a la de todos ellos.
Se trata de un listón muy alto: presentarme ante Dios como realmente soy, ofreciendo mi interior, sus diamantes y sus piedras, sus bellezas y sus defectos.
Esta es la norma de sinceridad que Jesús exige a todos los que quieren entrar en su Reino. Apertura, transparencia, tal como somos, veracidad ante el Dios de todo amor.
Gracias, Tom. Me gustan especialmente los siguientes párrafos que me impresionan:
«Se trata de un listón muy alto: presentarme ante Dios como realmente soy, ofreciendo mi interior, sus diamantes y sus piedras, sus bellezas y sus defectos.
Esta es la norma de sinceridad que Jesús exige a todos los que quieren entrar en su Reino. Apertura, transparencia, tal como somos, veracidad ante el Dios de todo amor.»
Estos me remiten a: «En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos.» (Mt 18, 3-4); «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» (Mt 10, 14).