¿En qué momento se convirtieron los cristianos en soldados?

John Freund, CM
13 septiembre, 2023

¿En qué momento se convirtieron los cristianos en soldados?

por | Sep 13, 2023 | Formación, John Freund, Reflexiones | 0 Comentarios

Lo admito. Durante la mayor parte de mis más de 80 años di por sentado que los cristianos servían en el ejército. Me asombraba el sacrificio supremo que se hacía. Todavía me asombra.

También sabía que en el año 313, el emperador Constantino puso fin a la persecución de los cristianos. ¡Qué alivio debió de ser!

Pero nunca me había parado a pensar en cómo el reconocimiento del Estado condujo sutilmente a cambios en lo que la gente pensaba que significaba ser cristiano.

En esta reflexión intento conectar algunos puntos.

Consecuencias imprevistas del fin de las persecuciones

Un breve ensayo que leí esta mañana me hizo pensar. Formaba parte de una reflexión más amplia sobre la relación entre Iglesia y cultura. Algunos datos me han llamado la atención.

Antes del año 313, era impensable que un cristiano luchara en el ejército. Las enseñanzas de Jesús sobre la no violencia parecían evidentes.

En menos de un siglo, para el año 400, prácticamente todo el ejército romano es cristiano. Y… los cristianos están matando a los «paganos». De ahí no pasó mucho tiempo para las «Cruzadas«.

Me puse a pensar. ¿Podría ser éste un ejemplo admonitorio de lectura de los «signos de los tiempos» y de adaptación a una cultura que ha salido mal?

¿Qué ocurrió?

La transición del cristianismo de una minoría perseguida a una religión apoyada por el Estado trajo consigo varios cambios.

Muchos elementos de la cultura y las tradiciones paganas se incorporaron a las prácticas cristianas. Las costumbres y rituales existentes pasaron a formar parte del nuevo marco cristiano. Los festivales y templos paganos fueron a menudo reutilizados o transformados en celebraciones y lugares de culto cristianos.

A medida que el cristianismo fue ganando el apoyo del Estado y se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano en el siglo IV, se volvió más organizado y desarrolló una estructura jerárquica inspirada en la cultura de gobierno imperante.

Los obispos y el clero desempeñaban un papel destacado en el gobierno de la Iglesia. El establecimiento de una autoridad central, como el papado en el Imperio Romano de Occidente, contribuyó a solidificar la estructura de la Iglesia.

Se convocaron concilios ecuménicos, como el Concilio de Nicea en 325, para abordar cuestiones teológicas y establecer creencias ortodoxas. Sin embargo, los emperadores y las autoridades políticas ejercieron su influencia en un esfuerzo por moldear las doctrinas de la Iglesia.

A medida que el cristianismo ganaba poder e influencia, a veces provocaba la supresión y persecución de otros grupos religiosos. Los templos y las prácticas paganas fueron destruidos o prohibidos, y las religiones no cristianas fueron marginadas o suprimidas. Esto supuso una ruptura con el espíritu de tolerancia y no violencia de los primeros cristianos.

¿Es éste un ejemplo de cómo adaptarse a los signos de los tiempos?

La frase «los oprimidos se convierten en opresores» habla de una tendencia que aparece a lo largo de la historia. Quienes han sufrido opresión o marginación a veces adoptan ellos mismos comportamientos opresivos cuando adquieren poder o influencia.

Esta idea pone de relieve el potencial de un ciclo de opresión, en el que los papeles de opresor y oprimido pueden invertirse o perpetuarse en el tiempo.

¿Nos recuerda la advertencia de que las dinámicas de poder y los problemas sistémicos pueden moldear el comportamiento y las acciones de individuos y grupos, incluso si ellos mismos han experimentado la opresión?

Deberíamos tener presente el contrapunto. Liberadas de la opresión, muchas personas buscan la justicia y la igualdad para todos en lugar de perpetuar la opresión.

¿Será por esto que el papa Francisco, una y otra vez, subraya que el proceso de tres años de escucha que él pide es más que un parlamento tomando decisiones basadas en la fuerza?

Sí, nos pide que nos escuchemos unos a otros. Pero, sobre todo, debemos escuchar al Espíritu que desafía las imitaciones y los excesos de nuestras certezas individuales y de nuestra «infalibilidad personal».

¿Tengo «oídos para oír» como el Espíritu me está desafiando?

Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk

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