En nombre de la madre: misericordia
La escritora Lídia Jorge cuenta que su madre, ingresada en una residencia de la Santa Casa da Misericórdia (Lisboa, Portugal), le pidió: «Quiero que escribas un libro sobre la misericordia». Y añade: «para que la gente tenga compasión de los demás», cuando se encontraba en situación en la que estaba ella [su madre], de movilidad reducida, con gran dependencia de otras personas.
Hace unas semanas supimos qué palabra había sido elegida para representar al año 2022. Confieso que durante los encierros a los que nos sometió la pandemia, en la quietud y el silencio de nuestras calles, escuelas, barrios y parques, busqué insistentemente una palabra. El hastío de cifras, proyecciones, estadísticas y previsiones despertó, aún más, el deseo de una palabra que fuera como una luz fuerte y transformadora, que transfigurara el miedo, la angustia y la reclusión en un horizonte de esperanza.
Y de nuevo, como de la noche al día, sentimos el paso de esa quietud, de ese silencio impuesto, al torbellino de voces superpuestas, ruidos cruzados, como aquella canción del grupo Xutos e Pontapés: «gritos mudos llamando la atención».
Si alguien, por casualidad, nos observara desde otro planeta, diría, tal vez, que somos muy rápidos para pasar algunas páginas de la vida, para movernos desde polos opuestos, para vivir centrados en lo inmediato.
Mientras tanto, el pasado mes de noviembre, inmersos ya en una nueva crisis, sobre la que todos tenemos voz y opinión (y menos mal que teníamos y tenemos voz para la paz en el mundo), aparece, como en un marco dorado, escrita en azul intenso, la palabra: misericordia. La escritora Lídia Jorge lo eligió como título de su nuevo libro (Dom Quixote, 2022). Esta palabra pobre, frágil, antigua, pero al mismo tiempo fuerte, enérgica, inquieta y potenciadora de cambios, interiores y exteriores.
El poeta y cardenal Tolentino Mendonça, en la presentación del libro, afirma que: «este libro impregna todo un magma poético» y refuerza la riqueza de esta palabra olvidada pero necesaria en tiempos de penuria económica y social. Una palabra que hace referencia a un descenso hacia los más pequeños de la sociedad, hacia los más ancianos, hacia los frágiles y olvidados, hacia los enfermos, hacia aquellos en los que podemos convertirnos en pocos segundos.
«Misterioso es el sentimiento de misericordia, no tiene un tiempo fijo para entrar y salir de los seres humanos». Esta es la frase considerada por el cardenal Tolentino como la clave de lectura de la novela. A continuación, recuerda la etimología de la palabra misericordia que une compasión (miserere) por una parte y corazón (cordis) por otra. Misericordioso es, por tanto, el que tiene compasión, el que es sensible al dolor ajeno.
La escritora cuenta, en las numerosas entrevistas y presentaciones del libro, que su madre, ingresada en una residencia de la Santa Casa da Misericórdia, le pidió: «Quiero que escribas un libro sobre la misericordia». Y añade: «para que la gente tenga compasión de los demás», cuando se encontraban en la situación en la que estaba ella [su madre], de movilidad reducida, con gran dependencia de otras personas.
La misericordia es un concepto que va más allá del horizonte estrictamente religioso, nos recuerda José Tolentino Mendonça, y sugiere que Lídia Jorge transportó la palabra a la vida cotidiana, al momento actual de la humanidad, a la tensión, al conflicto, a la incertidumbre de los días. Y el escritor, en tono profético, señala la vía del ejemplo como el camino para operar el cambio necesario en la situación de crisis actual: «que alguien sea capaz de un gesto de distribución (de la riqueza), de abandonar temporalmente ciertos privilegios y repartir lo que tiene. Que se cree un programa para esta distribución. Algunos ya lo están haciendo, de forma secreta, pero debería haber un programa para ello, debería haber ejemplos. Podré compartir lo que recibo».
Y un libro es como un árbol, las palabras nacen unas dentro de otras, en el mismo tronco, de la misma vida, y florecen, generando nueva vida.
La misericordia es una semilla.
João Pedro Chantre
Fuente: https://www.padresvicentinos.net/
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