Mamá, ¿cuánto falta para Navidad?
Sospecho que muchos de nuestros padres aún recuerdan lo frecuentemente que hacíamos la pregunta. «¿Cuánto falta para Navidad?» ¡Recuerdo que apenas podía esperar a que llegaran los regalos!
¡Cuánto ha cambiado mi perspectiva por el paso de los años!
Ahora, incluso antes de que celebráramos Acción de Gracias, las tiendas habían transformado sus estanterías en una tierra de fantasía para personas de todas las edades. Hoy me pregunto cómo hemos llegado tan rápido a la Navidad.
Quisiera reflexionar sobre lo que significaba esperar al Mesías en el pasado lejano… y al Jesús que viene ahora.
El «prometido»
El pueblo judío creía en el «prometido».
Durante siglos sufrieron como esclavos bajo una serie de tiranos extranjeros.
Leemos en el Antiguo Testamento, en Isaías 9:6-7, casi 800 años antes de que naciera Cristo, que Dios había hablado a través de los profetas prometiendo un día en que un Mesías, un Salvador vendría a liberar a su pueblo:
Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz». Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre.
¿No lo esperaríamos?
¿Quién podría culpar a los judíos por preguntar continuamente cuándo vendría este Mesías. Depositaban toda su confianza en esta promesa.
Fueron campeones olímpicos de mantener viva la esperanza durante todos esos siglos.
Esperar al Prometido
Depositaron toda su confianza en esta promesa. La promesa mantuvo viva la esperanza en medio de enormes sufrimientos.
Siglo tras siglo, generación tras generación, mantuvieron la esperanza. Pero no había señales de su Mesías.
El pueblo judío respondió a este retraso en la venida del Mesías de diferentes maneras.
¿Por qué ese retraso? ¿Cómo reaccionaron?
Algunos dejaron de esperar y empezaron a vivir para el mundo, desechando toda esperanza de que el Mesías viniera algún día.
Otros se tomaron la justicia por su mano, como vemos en las Escrituras, pretendiendo ser ellos mismos el Salvador (Hechos 5,36-37).
El Mesías que esperaban y el que vino
Cuando llegó el Mesías, no lo hizo como ellos esperaban.
Esperaban que tomara posesión un gobernante triunfante. Enjugaría todas las lágrimas y todos reconocerían al instante que eran el pueblo «Elegido».
Cuando llegó, les enseñó a rezar Padre NUESTRO… y… a tratar a todos como hermanos o hermanas, a amar incluso a sus enemigos… como Dios les había amado incluso cuando vagaban.
Esto era demasiado para los que tenían ideas fijas basadas en cómo eran los gobernantes y las instituciones de la época. «¡Siempre lo hemos hecho así!».
Otros se acomodaron en confortables rutinas religiosas en medio de sus vidas rutinarias.
Otros eran zelotes, como Simón antes de que Jesús le llamara a seguirle, extremistas. Estaban dispuestos a luchar contra todos los que pensaban de forma diferente a ellos.
Es interesante que Jesús incluyera a todos entre los que llamaba.
Reflejos de aquella espera en la iglesia de hoy
Algunos proclaman a Cristo con la boca pero, en la práctica, viven para las cosas de este mundo presente.
Otros están cansados de esperar en el Señor. Atrapados por los valores que ven a su alrededor, buscan construir sus vidas.
Un tercer grupo vive fielmente, esperando el regreso de Cristo y viviendo con los ojos puestos en la eternidad.
¿Identificas cómo estás esperando hoy que Jesús venga a tu vida?
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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