Testimonio de sor Lúcia Rocha, Hija de la Caridad
Sor Maria Lúcia Rocha, Hija de la Caridad, de 89 años, nacida en Santa Maria do Suaçuí, Minas Gerais (Brasil), creció en una familia católica y fue educada en la fe desde temprana edad.
Inicialmente, fue monja concepcionista en el Monasterio de la Luz de São Paulo. Sin embargo, incómoda con el claustro, se fue a Minas Gerais, donde conoció a las Hermanas Sacramentinas en Belo Horizonte, pero acabó identificándose con las Hijas de la Caridad. Su padre era miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl y murió cuando ella era aún una niña. En ausencia de su padre, su madre la consagró a ella y a sus hermanos a san Vicente de Paúl, que sería su padre a partir de entonces. En su conversación inicial con la hermana que la acogió en la Compañía, sor Lucía descubrió que san Vicente fue el fundador de las Hijas de la Caridad. En ese momento, su corazón se llenó de una inmensa alegría, pues estaba en la casa de su padre san Vicente de Paúl y sor Lucía se sintió segura de que aquella era su vocación.
Ingresó entonces en la Compañía, e hizo una hermosa trayectoria como Hija de la Caridad, dando lo mejor de sí misma allá donde iba, viendo a Cristo en los pobres y sirviéndoles como amos y señores.
Su relación con el arte se remonta a su infancia, cuando aprendió a ampliar los dibujos con la técnica del «cuadriculado». Pronto se dedicó a la pintura, la escultura y la restauración. La primera imagen que restauró fue una imagen de Nuestra Señora de las Gracias, a cuya devoción y la de Jesucristo ha dedicado principalmente su arte.
Al ser destinada a la Vila São Cottolengo en Trindade, Goiás (Brasil), realizó sus primeras esculturas, retratando a niños con síndrome de Down, atendidos en la obra social. Las imágenes siguen ahí y comparten la ambientación con san Vicente de Paúl acogiendo a personas excluidas o marginadas.
Uno de sus cuadros más conocidos es la Santa Cena. Enviada a una de las obras de la Provincia de Belo Horizonte, la hermana sirviente sugirió que las hermanas de la comunidad pusieran sus dones al servicio de la obra. Sor Lucía pensó que podía ayudar pintando, aunque no estaba segura; pero ante las necesidades de la obra, dijo que podía poner en el tablón de anuncios: «Aceptamos todo tipo de pintura». Y así se hizo.
El primer encargo fue el que se convirtió en uno de sus cuadros más conocidos, «La Santa Cena». Una «madame» encargó un trabajo inspirada en una obra de arte portuguesa. Sor Lúcia dudó en aceptar el encargo, pero aceptó el reto. Cuando fue a entregar la obra, la clienta quedó asombrada y dijo que quería no una, sino dos «Santas Cenas», porque estaba segura de que su hija se llevaría el cuadro en cuanto pusiera los ojos en el lienzo. Sor Lucía reprodujo la pintura en muchos cuartos, paredes, paneles, etc.
De acuerdo con la Sagrada Escritura que nos dice que los talentos no deben ser enterrados, sino multiplicados y puestos a disposición de los demás (cf. Mt 25,14-30), sor Lucía estuvo siempre dispuesta a compartir lo que había aprendido, enseñando a otros sus conocimientos, restaurando cuadros en diferentes parroquias de los misioneros de la Congregación de la Misión, sirviendo a los pobres, promoviendo cursos de arte, así como cursos de costura y confección para personas discapacitadas o más necesitadas.
Los habitantes de la residencia de ancianos Catarina Labouré, en Belo Horizonte, Minas Gerais (Brasil), cuentan que sor Lucía los visitó con mucho cariño y amabilidad durante su primer destino allí, y que ahora, después del fuerte impacto de la pandemia, estando de nuevo destinada allí vuelve a su trabajo de servir a los pobres y a los que acuden a ella para alguna restauración, como es el caso de este trabajo que está realizando estos días en la comunidad de San Vicente de Paúl, en la Parroquia del Padre Misericordioso, Pablo VI, Belo Horizonte.
Pedimos a Dios que preserve la salud de la hermana María Lucía Rocha y que aprendamos de su testimonio a seguir a Jesucristo evangelizado por los pobres.
Fuente: http://vocacaovicentina.blogspot.com/
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