Mandamientos que dan a conocer el amor
Jesús encarna el amor. Y procura contagiarnos su amor, por lo que nos da mandamientos que nos lleven a amar al igual que ama él.
Jesús ama a los suyos que están en el mundo de forma no teórica, sino práctica. Y esto lo hace él antes de enseñarles sus mandamientos; él empieza a hacer antes de enseñar (SV.ES XI:325).
Comienza Jesús a concretar, sí, su amor por hacer lo que los siervos: les lava los pies. Y les da ese ejemplo de amor, para que lo que hace él, también lo hagan ellos. Para que como ama él, así también amen ellos.
Pero no le basta a Jesús con tal servicio. Pues ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos. Es decir, para amar hasta el extremo. Así que le toca al Siervo dar la prueba más grande de amor.
Y como está por llegar la hora de pasar él de este mundo al Padre, cobran más sentido sus palabras. Dan a conocer ellas sus preocupaciones y deseos antes de dejar a sus discípulos para volver a Dios del que ha venido.
¿Le preocupa al Maestro que quizás sus discípulos se olviden de él y se desvíen del camino que les ha enseñado? Pero no hay duda de que desea él que ellos sean fieles a él, a su ejemplo y sus enseñanzas. Y quiere, más que nada, que permanezcan en su amor, lo que lograrán si guardan sus mandamientos.
Jesús guarda los mandamientos de su Padre y permanece en su amor.
Se presenta Jesús a los discípulos como el que guarda los mandamientos de su Padre y permanece en su amor. Así pues, para permanecer en el amor de Cristo, tenemos que hacer lo que él.
Es decir, hemos de encarnar sus dos grandes virtudes. Y ésas son la religión para con su Padre y la caridad para con los demás (SV.ES VI:370). Y de «la religión» se trata lo de «guardar los mandamientos del Padre y permanecer en su amor».
Por otra parte, «la caridad» se refiere a la listeza de Jesús para aliviar el sufrimiento humano. Sí, pasa él haciendo el bien en favor de sus más pequeños hermanos y hermanas. Proclama la Buena Nueva del reino. Cura enfermedades y dolencias. Les da de comer a los hambrientos. Seca las lágrimas de los que lloran. Acoge a los niños, los pecadores y los forasteros.
En otras palabras, para permanecer en el amor de Jesús, nos hemos de quedar en los brazos de la Providencia. Y, a la vez, procuraremos vivir y morir en el servicio de los pobres para seguir a Jesucristo (SV.ES III:359). Los amaremos hasta entregar nuestros cuerpos y derramar nuestra sangre.
Señor Jesús, concédenos guardar, al igual que santa Luisa de Marillac, tus mandamientos por la luz y la fuerza de tu Espíritu (SL.ES A.2:666-667). Así permaneceremos en tu amor y llegará a plenitud nuestra alegría.
9 May 2021
6º Domingo de Pascua (B)
Hch 10, 25-36. 44-48; 1 Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17
Santa Luisa de Marillac
Is 58, 18. 5-11; Stg 2, 14-19. 26; Mt 25, 31-46
gracias