Novena a la Virgen Milagrosa (día 9)
INMACULADA DE LA MEDALLA MILAGROSA
(Familia Vicenciana)
MONICIÓN DE ENTRADA
Hoy es la Fiesta. La iglesia está adornada y la Familia Vicenciana con los devotos de la Milagrosa dispuestos a celebrar esta fiesta.
El Papa Francisco dice a quienes han consagrado su vida a Dios y al Evangelio: ”Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra felicidad en otro lado; que la auténtica fraternidad vivida en nuestras comunidades alimenta nuestra alegría; que nuestra entrega total al servicio de la Iglesia, las familias, los jóvenes, los ancianos, los pobres, nos realiza como personas y da plenitud a nuestra vida”.
La Eucaristía que ahora compartimos expresa nuestra felicidad y nuestra entrega total, porque todos somos consagrados. Unidos a toda la Iglesia, a las familias, a los jóvenes, a los ancianos y a los pobres, nos acercamos a escuchar la Palabra y a compartir el Pan de vida.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios nuestro,
que por la Inmaculada Virgen María,
asociada a tu Hijo de modo inefable,
nos das alegrarnos con la abundancia de tu bondad,
concédenos que, sostenidos por su maternal auxilio,
nunca nos veamos privados de tu providente piedad,
y que, con fe libre,
nos sometamos al misterio de tu redención.
Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Lectura del Libro del Apocalipsis (12, 1.5.14-17)
Apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Dio a luz un varón destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios.
Le pusieron a la mujer dos alas de águila real para que volase a su lugar en el desierto. La serpiente, persiguiendo a la mujer, echó por la boca un río de agua, para que el río la arrastrase; pero la tierra salió en ayuda de la mujer, abrió su boca y se bebió el río salido de la boca de la serpiente. Despechado el dragón por causa de la mujer, se marchó a hacer la guerra a los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús.
Palabra de Dios
Salmo responsorial
R./ De pie, a tu derecha, está la reina enjoyada con oro.
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R./
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R./
La traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra. R./
Aleluya
Toda hermosa eres, María,
y no hay en ti mancha original.
Lectura del santo evangelio según san Juan (2, 1-12)
Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea; allí estaba la madre de Jesús. También Jesús y sus discípulos estaban invitados a la boda. Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dice: No tienen vino.
Jesús le responde: ¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora.
La madre dice a los que servían: Haced lo que él os diga.
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, con una capacidad de setenta a cien litros cada una. Jesús les dice: Llenad de agua las tinajas.
Las llenaron hasta el borde. Les dice: Ahora sacad un poco y llevadlo al encargado del banquete para que lo pruebe.
Se lo llevaron. Cuando el encargado del banquete probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde procedía, aunque los servidores que habían sacado el agua lo sabían, se dirige al novio y le dice: Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los convidados están algo bebidos, saca el peor. Tú, en cambio has guardado hasta ahora el vino mejor.
En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en él los discípulos. Después, bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y discípulos, y se detuvo allí varios días.
Palabra del Señor.
SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA
- Una historia que recordar y contar con gratitud
Estamos de fiesta. La Familia Vicenciana no solo tiene una historia gloriosa que recordar y contar con gratitud, sino una gran historia que construir. El Espíritu nos impulsa y quiere con nosotros seguir haciendo grandes cosas. Somos creyentes sencillos, creadores de esperanza, que brilla más, cuando las cosas se ven más difíciles o casi imposibles, porque sabemos que para Dios nada hay imposible, y es capaz de construir, con llamas que se apagan, una gran hoguera que ilumina y calienta, y, con débiles juncos, cayucos que salvan vidas, como Noé en su barcaza. Somos levadura y grano de mostaza.
Las Apariciones de la Milagrosa fueron una gracia para la Congregación de la Misión y para las Hijas de la Caridad: “La Santísima Virgen no se ha aparecido para mí –escribía Santa Catalina-, sino para el bien de la Compañía y para la Iglesia.” Precisamente en esto se ve la veracidad de las mismas apariciones. Como el Concilio Vaticano II, nos hicieron volver a las fuentes, a los orígenes de las dos Compañías. Nos centraron en los pobres, en la vida comunitaria, en las Misiones y seminarios con las virtudes propias de las reglas y constituciones. Todo esto venía acompañado de la protección de la Virgen y San Vicente, como se había prometido en las apariciones.
Esta bendición se hizo palpable en los frutos: Aumentaron las vocaciones (el mejor vino en las Bodas de Caná) y se extendieron al mundo entero. Los misioneros y las Hijas de la Caridad fueron llamados para la atención de pobres y enfermos, para dar misiones y para regentar seminarios, siempre revestidos de las virtudes propias del propio carisma, y siempre llevando y propagando la Medalla, ya llamada por el pueblo “Milagrosa”. Donde iban las Hijas de la Caridad, allí iban los misioneros y las Conferencias y las Hijas de María y la Asociación de la Milagrosa. Iba toda la Familia vicenciana con su espíritu, su autonomía, su bendición y gracia para desarrollar el carisma. Viendo el corazón de San Vicente, dice Santa Catalina: “Me parecía que toda la Comunidad debía renovarse y extenderse hasta los extremos del mundo.”
Por encargo de las apariciones se fundó la asociación Juventudes Marianas Vicencianas (en otros tiempos Hijas e Hijos de María), luego vendría la Asociación de la Medalla Milagrosa. Fue Sor Rosalía quien enseñaba al Beato Federico Ozanán y a los jóvenes de las Conferencias de San Vicente por él fundadas en 1833, dónde estaban los pobres en París. También él llevaba la Medalla, lo mismo que Santa Bernardita, Santa Teresita y el Cura de Ars. Santa Catalina dijo al ver la medalla recién hecha en 1832: “Hay que propagarla y difundirla” (era el primer documento de las apariciones). Se despertó la esperanza cristiana en aquella Francia racionalista que había ridiculizado y perseguido la vida religiosa. Todos llevaban la Milagrosa colgada al cuello, en los labios y en el corazón como instrumento de apostolado. San Juan Gabriel Perboyre, que había celebrado la primera misa en la capilla de las apariciones el 23 de septiembre de 1825 (antes de las apariciones), después llevó medallas a la China cuando allí fue destinado misionero en 1835. Y así fue llevada a América y se la conoce en el mundo entero.
- Un presente apasionante y un futuro esperanzado
Las lecturas hoy proclamadas nos invitan a contemplar la belleza de la mujer vestida de sol, en el anverso de la Medalla, triunfando del mal, sembrado esperanza y futuro, mostrando el camino definitivo para vencer el mal. El evangelio nos ha mostrado la alegría de la boda, donde es posible hacer del agua vino, posible lo Imposible, gracias a Jesús y a María, que siempre están con nosotros. Solo el amor de los dos corazones del reverso de la medalla y al pie de la Cruz, traspasado a los nuestros, hará que brillen estrellas en el atormentado mundo de los pobres, enfermos, parados, emigrantes y refugiados, inmigrantes, gentes desorientadas y sin fe. Este amor nos hará creativos, fieles, auténticos seguidores de Jesucristo y dichosos, como Él, de tener por Madre a su Madre bajo la advocación de INMACULADA DE LA MEDALLA MILAGROSA. Así sea.
ORACIÓN UNIVERSAL
Sacerdote: Oremos con toda la Iglesia en este día de fiesta, poniendo nuestros deseos en las manos de La Virgen Milagrosa.
¡OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA
ROGAD POR NOSOTROS, ROGAD POR NOSOTROS,
QUE RECURRIMOS A VOS!
- Por todos los creyentes en Cristo; en comunión con María Milagrosa, Madre de la Iglesia. Roguemos al Señor.
- Por todos y cada uno de los pastores de la Iglesia, [particularmente por nuestro Arzobispo Francisco y su obispo auxiliar Juan Antonio;] en comunión con María Milagrosa, Madre de los discípulos y Reina de los apóstoles. Roguemos al Señor.
- Por los que tienen en sus manos el poder de gobernar las naciones y los pueblos; en comunión con María Milagrosa, Reina de la paz y defensora de los pobres. Roguemos al Señor.
- Por todos los que sufren: los pobres, marginados, enfermos, incomprendidos…; en comunión con María Milagrosa, consuelo de los afligidos y siempre pendiente de las necesidades de sus hijos. Roguemos al Señor.
- Por todos los que hemos participado en esta Novena de la Milagrosa, para que recibamos, por medio de María, las gracias que deseamos alcanzar. Roguemos al Señor.
¡OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA
ROGAD POR NOSOTROS, ROGAD POR NOSOTROS,
QUE RECURRIMOS A VOS!
Sacerdote: Que la Santísima Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa, a la que hemos invocado en esta Novena, nos alcance del Padre las gracias para la vida presente y la futura. Por Jesucristo nuestro Señor.
LITURGIA EUCARÍSTICA
ORACIÓN EN LA PRESENTACIÓN DE DONES
Jubilosos de poder celebrar
la festividad de la Madre de tu Hijo,
te presentamos, Señor, estos dones,
te ofrecemos este sacrificio de alabanza
y te suplicamos
que nos mantengas en continua acción de gracias
a los que nos alegramos por tus beneficios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
- El Señor esté con vosotros
- Y con tu espíritu.
- Levantemos el corazón.
- Lo tenemos levantado hacia el Señor.
- Demos gracias al Señor nuestro Dios.
- Es justo y necesario
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
A quien, verdadero Dios y verdadero hombre,
constituiste único Mediador,
viviente siempre para interceder por nosotros.
En tu inefable bondad
has hecho también a la Inmaculada Virgen María
Madre y colaboradora del Redentor,
para ejercer una función maternal en la Iglesia:
de intercesión y de gracia,
de súplica y de perdón,
de reconciliación y de paz.
Su generosa entrega de amor de madre
depende de la única mediación de Cristo
y en ella reside toda su fuerza.
En la Virgen María se refugian los fieles
que están rodeados de angustias y peligros,
invocándola como madre de misericordia
y dispensadora de la gracia.
Por eso,
con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar
el himno de tu gloria:
SANTO, SANTO, SANTO…
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Reconfortados con los sacramentos de la redención eterna,
te pedimos, Señor Dios nuestro,
que cuantos nos alegramos
en la celebración festiva de la Madre de tu Hijo,
Inmaculada de la Medalla milagrosa,
avancemos animosos en la peregrinación de la fe
y, hechos partícipes de la mesa de tu reino,
merezcamos glorificarte con ella en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
BENDICIÓN SOLEMNE
El Dios, que en su providencia amorosa
quiso salvar al género humano
por el fruto bendito del seno de la Virgen María,
os colme de sus bendiciones.
R./ Amén.
Que os acompañe siempre la protección de la Virgen,
por quien habéis recibido al Autor de la vida.
R./ Amén.
Y a todos vosotros,
reunidos hoy para celebrar con devoción
esta fiesta de María,
el Señor os conceda la alegría del Espíritu
y los bienes de su reino.
R./ Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R./ Amén.
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