“…El Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”

Is 40, 1-11; Sal 95; Mt 18, 12-14.

Seguimos avanzando en el Tiempo de Adviento. Hoy leemos el evangelio de la oveja descarriada, así lo presenta Mateo a diferencia de Lucas que la llama oveja perdida. Aquí está descarriada, es decir, a tomados otros rumbos, otros caminos, otras veredas. O sea que vaga lejos del rebaño. Por eso el pastor debe arriesgarse a dejar el rebaño en la montaña para volverla al carril, tal como lo describe el profeta Ezequiel (Ez 34, 12-16).

En nuestros grupos a veces por diversas circunstancias alguien se desvía del camino, se aleja del grupo tomando distancia. ¿No es esto que hizo el pastor con la descarriada?. ¿Acaso no es lo que ha hecho y sigue haciendo Jesucristo nuestro Buen Pastor con nosotros? ¿No es esto lo que debemos hacer con nosotros?

Somos valiosos a los ojos de Dios, y Él no descansa en buscarnos y acompañarnos cuando nos sentimos “perdidos” o “descarriados” y qué grande es su alegría si nos dejamos encontrar por Él. Tiene un amor incondicional por nosotros.

¿Me he descarriado? ¿Me dejo encontrar por el Señor? ¿Busco al hermano (a) descarriado (a)?

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Elena Camacho, de la Sociedad de San Vicente de Paúl