La sinodalidad y sus silencios #famvin2024

Daniel Franklin E. Pilario, C.M.
11 julio, 2024

La sinodalidad y sus silencios #famvin2024

por | Jul 11, 2024 | Familia Vicenciana, Famvin 2024, Formación | 0 Comentarios

Reflexiones sobre los temas que se abordarán en el Encuentro de la Familia Vicenciana en Roma.
Cada semana te presentaremos una reflexión en torno a alguno de los temas relacionados con el encuentro de la Familia Vicenciana que tendrá lugar en Roma, del 14 al 17 de noviembre de 2024.

 

La sinodalidad ha suscitado un gran debate en los últimos tiempos. Desde el inicio de su pontificado, el papa Francisco instó a toda la Iglesia a evitar la autorreferencialidad, dialogando con los excluidos y los que son diferentes a nosotros.

En los últimos años, ha habido una orientación positiva en favor de los pobres y los excluidos en los documentos y teologías de la iglesia. Pensemos en las teologías de la liberación, las teologías feministas, las teologías de los migrantes, la inculturación, el diálogo interreligioso, etc. Todas ellas surgieron como un intento de recuperar a los «otros excluidos» en muchos de nuestros discursos eclesiales.

Pero hay un ámbito en el que el discurso de la sinodalidad guarda silencio o, al menos, ha generado menos atención: las teologías ecológicas y el cuidado de nuestra casa común. Las dos recientes encíclicas del Papa —Laudato Si y Laudate Deum— tratan de despertar este interés entre los fieles, pero puede que tarde algún tiempo en llegar al discurso popular, incluso cuando el mundo entero ya está alarmado por los desastrosos efectos del cambio climático.

Esta es la percepción que se ha tenido en el reciente Sínodo. El Informe Continental de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC) al Sínodo escribe: «Escuchar el clamor de los pobres y de la tierra fueron temas que no se trataron adecuadamente, habida cuenta que se trata de graves preocupaciones para los pueblos de Asia» (ACAS, 70).

El Informe de la Conferencia Episcopal de Filipinas (CBCP) al Sínodo, de título Salubong [«encuentro» en tagalo], menciona tres veces la «casa común» y reconoce que hay problemas de medio ambiente en Filipinas. Pero también nos presenta su propia evaluación honesta: «La falta de atención de la Iglesia al medio ambiente también indica su falta de comprensión sobre la difícil situación de los pueblos indígenas y sus necesidades» (Salubong, 5).

El Informe de Síntesis Sinodal del Vaticano también habla de la misma falta de respuestas al clamor de la tierra: «Estar al lado de los pobres exige comprometerse con ellos en el cuidado de nuestra casa común: el clamor de la tierra y el clamor de los que viven en la pobreza son el mismo clamor. La falta de respuestas a este clamor convierte la crisis ecológica, y el cambio climático en particular, en una amenaza para la supervivencia de la humanidad» (RE nº 4).

Este silencio es alarmante. Porque si leemos el Informe de País 2023 de ONU Hábitat, Filipinas ocupa los primeros puestos en las encuestas mundiales: riesgos climáticos, fenómenos meteorológicos extremos, desechos marinos, etc. Según la última encuesta, hay cuatro grandes problemas medioambientales en Filipinas: contaminación atmosférica, contaminación por plásticos, contaminación marina, aumento del nivel del mar, etc.

Es suficiente una lectura superficial de algunas encuestas para poder afirmar que Filipinas es uno de los principales contribuyentes a la contaminación por plásticos del mundo. La subida del nivel del mar es tres veces más rápida que la media mundial, lo que, si la tendencia continúa, sumergirá gran parte de sus ciudades en 2050. Algunos sucesos medioambientales que dominan las páginas de Rappler [web filipina de noticias] este año son la minería en Sibuyan, Palawan, Romblon y Homonhon; los vertidos de petróleo en Mindoro Oriental; los proyectos de recuperación de la bahía de Manila, entre otros. Todos ellos han desplazado a indígenas, agricultores, pescadores y millones de pobres que dependen de la tierra y el mar para sobrevivir. Estos proyectos siguen en marcha mientras hablamos.

¿Por qué este silencio ensordecedor? ¿Cómo es posible que no escuchemos? ¿Por qué no protestamos? ¿Quiénes son los responsables y cómo podemos hacerles rendir cuentas? ¿Qué tenemos que hacer?

Una sinodalidad que no tenga en cuenta estas cuestiones ecológicas no es sinodalidad en absoluto. Escuchar —la primera intuición del Sínodo— no es sólo escuchar a nuestros laicos o el clamor de los pobres; es también escuchar el «clamor de la tierra». La rendición de cuentas en la Iglesia no se refiere sólo a la contabilidad financiera de las parroquias o a la rendición de cuentas a las víctimas de abusos en nuestras iglesias, algo que todos debemos hacer. La rendición de cuentas también tiene que ver con la administración de la casa común que Dios nos ha dado. La inclusión, en la que el Sínodo insiste con acierto, consiste también en incluir el medio ambiente y la creación en nuestros planes pastorales, teologías y liturgias.

Hace treinta y seis años, en 1988, la Conferencia Episcopal de Filipinas (CBCP) publicó una carta pastoral histórica que fue la primera sobre ecología entre las Conferencias Episcopales de todo el mundo. Este fue su desafío final: «Nuestras tierras, bosques y ríos gritan que están siendo erosionados, despojados y contaminados. Como obispos, hemos intentado escuchar y responder a su clamor. Hay una urgencia en este asunto que exige una educación generalizada y una acción inmediata. Estamos convencidos de que el desafío que hemos intentado destacar aquí es similar al que Moisés planteó al pueblo de Israel antes de entrar en la Tierra Prometida: ‘Hoy os ofrezco la elección entre la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Elegid la vida y entonces vivirá vuestra descendencia’ (Deut 30,19-20)».

Hoy tenemos que decirlo con más fuerza. Es más urgente que nunca.

Creo que la sinodalidad no trata de nosotros, no trata de la «comunión» entre nosotros o de la «participación» dentro de nuestros propios mundos aislados. No, la sinodalidad no trata de nosotros. Se trata de aquellos a quienes nosotros, la Iglesia, siempre hemos excluido. Se trata de aquellos a los que el mundo ha rechazado: los pobres, los hambrientos, los afligidos y, por último, pero no por ello menos importante, el cosmos, estoes, todos aquellos que han sido olvidados en este mundo excesivamente autorreferencial y antropocéntrico.

Para concluir, permítanme recordar el relato de Emaús. ¿Cómo supieron Cleofás y María que el desconocido era Jesús resucitado? Aunque sus corazones ardían mientras él les explicaba las Escrituras por el camino, seguían sin reconocerle. Pero durante la fracción del pan, se les abrieron los ojos. Parece que se acordaron de cómo partió el pan en la Última Cena.

El difunto P. Catalino Arévalo, SJ, tenía un comentario muy interesante sobre este texto. Lo escuché de él cuando era todavía un joven seminarista hace mucho tiempo y no lo he olvidado desde entonces. «Cuando Jesús partió el pan y lo compartió con ellos —decía—, reconocieron que era Jesús. No sólo porque partió el pan y lo compartió. Sino porque, cuando abrió las manos, vieron en ellas las marcas de los clavos. De repente, supieron que era Jesús».

Quizá sea bueno recordar el riesgo que corrió el P. Neri Satur, nuestro primer mártir de la ecología, originario de esta diócesis de Bukidnon, al defender el medio ambiente en 1991.

En definitiva, la experiencia de la cruz grabada en las marcas de los clavos de nuestros cuerpos cicatrizados y demacrados, que es el signo de nuestro compromiso con el Reino, es la marca más creíble de la resurrección en nuestras vidas. A través de ellas, la gente creerá que Jesús ha resucitado de verdad. Y esta experiencia del Misterio Pascual —esa compleja expresión teológica—, el Misterio Pascual presente en la Iglesia, sus ministros y miembros, pero también en la creación que gime, es el único terreno desde el que la sinodalidad puede cobrar vida.

Daniel Franklin E. Pilario, C.M.
Adamson University – Manila.
Extracto de mis charlas en el Retiro Anual de la Conferencia Episcopal de Filipinas 2024 – Malaybalay.


Pincha en la siguiente imagen para acceder a toda la información sobre la Segunda Convocatoria de la Familia Vicenciana, del 14 al 17 de noviembre de 2024 en Roma, Italia:

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