Su corazón hacendoso: relaciones determinantes en la vida de Isabel Seton (Parte 3)
Sor Margaret John Kelly, HC, fallecida el pasado 24 de noviembre de 2022 en Emmitsburg, escribió el siguiente excelente artículo sobre la Madre Seton (entre sus muchos otros méritos). En esta serie presentamos su artículo en seis partes.
PARTE 3
Su corazón hacendoso: relaciones determinantes en la vida de Isabel Seton, 1809-1821
Relación de Isabel con John Carroll
La correspondencia de Isabel con John Carroll (obispo/arzobispo de Baltimore, 1790-1815) proporciona muchas ideas sobre la comunidad en desarrollo y la Iglesia en crecimiento, así como sobre la psique de Isabel Seton. En su correspondencia con Carroll, Isabel era extremadamente libre, no solo sobre los acontecimientos dentro de la comunidad sino —lo que es más importante— sobre sus propios pensamientos como resultado de esos acontecimientos. Esto no es sorprendente porque se había formado un estrecho vínculo cuando el obispo Carroll le dio una semana de catequesis y luego la confirmó en Nueva York en mayo de 1806. Un aspecto interesante es que Isabel tomó a María por su nombre de confirmación y escribió a Antonio Filicchi que María, sumada a Isabel y Ana, presenta «las tres ideas más entrañables del mundo»[1]. Isabel Ana Seton firmaba sus cartas a Carroll “M. E. A. S” [iniciales en inglés de María Isabel Ana Seton]. Con respecto a la confianza de Isabel en el obispo Carroll, es útil recordar que él también ayudó a educar a sus hijos y, de hecho, se convirtió en una importante referencia para los estudiantes, incluidos sus propios parientes.
En las dieciocho cartas que Isabel escribió a Carroll entre el 6 de agosto de 1809 y el 9 de octubre de 1815, que han sido analizadas para este artículo, la mitad de ellas están directamente relacionadas con el gobierno de la nueva comunidad. Hay un malestar general y, ocasionalmente, incluso un poco de depresión que aflora cuando Isabel expresa su gran preocupación por la prohibición de que el padre Babade sirva como confesor de las hermanas, los diferentes estilos de Dubois y Dubourg, el grave conflicto con Rose White y las fricciones entre ella y el padre David. La delicadeza de estas relaciones queda plasmada cuando Isabel pide a Carroll en agosto de 1809: «Prométeme que no hablarás del contenido de esta o de cualquier otra carta que pueda escribirte, para que sin restricciones pueda hablarte, como si lo hiciese a nuestro Señor».[2]
En la cuestión Rose White-Isabel Ana, como en la mayoría de las situaciones difíciles, las motivaciones son complejas y los factores son muchos, pero parece que el problema surgió cuando Rose White y Kitty Mullen quisieron mantener su lealtad al padre David, mientras que las otras hermanas estaban apegadas al padre Babade. «La hermana Rose y Kitty Mullen son las únicas de la comunidad que tienen interés en otro director; todas las demás son de un solo corazón y una sola voz con respecto al padre Babade, según parece».[3]
Estas diferencias aparecen en la correspondencia Seton-Carroll de 1809 a 1811. Las cartas revelan mucho sobre la importancia de Carroll para la resolución, pero también del tenor de la vida dentro de la comunidad naciente. Es útil recordar que, como Carroll había instruido y confirmado a Isabel Ana, estaba cerca de ella, pero también había oficiado la boda de Rose Landry y el capitán White en Baltimore, cuando Rose tenía sólo catorce años.
Al final de la carta mencionada, la Madre Seton escribe: «Nuestra querida Rose es mi tesoro; es verdaderamente excelente. Kitty también es toda bondad». Es difícil saber si ese elogio proviene de la culpa por la primera parte de la carta o de la capacidad de la Madre Seton para separar la animosidad personal de la evaluación objetiva de la contribución de una persona a la obra. Apenas un mes después, sobre este asunto del padre Babade, Isabel escribió revelando que las divisiones continuaban, y habla de «mis hijas». «Cuántas veces le he suplicado a Nuestro Señor que me indicara qué hacer. Por un lado, sé que puede disgustarte si digo algo más sobre el tema, y por otro, mis queridas hijas no dejan de rogarme: ‘Oh, querida Madre, escribe al obispo, es un padre para nosotras y no se negará a tu petición’, pero lo he postergado… por mi parte, te aseguro que no te preocupes…. te aseguro que, si no se me concede, dejarás a un alma tan estimada por ti en una nube de desasosiego que no podrá disiparse de otro modo».[4]
Puede que sea un juicio injustificado, pero la forma en que Isabel se refería a Rose y Kitty juntas sugiere que Isabel pudo haberlas percibido como el otro bando. En una carta de diciembre, señaló que «tus favoritas Rose y Kitty» están muy bien.[5] La conciencia del potencial de división apareció en la primera reunión del consejo (12 de agosto de 1809), cuando, después de la elección las hermanas, tomaron entre sus resoluciones la siguiente: «Resueltas a unirnos para reprimir la propensión demasiado natural a formar partidos privados; y a velar por el bien natural».[6]
Nuevamente, una carta del 19 de enero de 1810 terminaba con un breve informe del estado de Cecilia y Anna y diciendo que «Rose y Kitty están muy bien, excepto por los resfriados». El 5 de diciembre, Isabel hizo una críptica declaración al obispo: «Le apenará enterarse de la indisposición de nuestra Rose, de la que tanto ella como yo hemos escrito al Superior esperando que pueda aplicarse algún remedio a tiempo».[7] Una carta del 16 de marzo de 1811 es muy explícita y se centra en Rose.
La pobre Rose ha estado sufriendo mucho últimamente, más de la mente que del cuerpo; su ansiedad por llegar a Baltimore ha sido una fuente de agitación perpetua, y las repetidas cartas del Rev. Superior para que corriera todos los riesgos (incluso un carromato, si podía encontrar un carretero cristiano) habían decidido al Sr. Dubois a enviarla a caballo, pero encontramos una oportunidad mejor; me aventuré a razonar con ella, y me contestó que iría y, desde entonces, ha habido cierta reserva entre nosotras…
Las virtudes de Rose son verdaderamente apreciadas por mí y por todas nosotras, pero desde el momento en que supo que había sido propuesta como Madre de esta casa, en mi lugar, y que todas en ella debían prepararse para el cambio (que yo misma me encargué de informarles por carta especial inmediatamente después de mi regreso de Baltimore), su conducta ha sufrido un cambio radical y ha sido muy desfavorable para su felicidad y la nuestra….
Seguramente no comunicará esta pequeña carta al Superior ni a Rose, ya que usted valora la paz por encima de todo —benditas sean—; mi conducta hacia ella está, como deseo que esté siempre, fundada en ese amor por Aquel que tanto nos amó a ambas; hasta este momento siempre le he mostrado más atención y afecto que a nadie en la casa y nuestra reserva es de la mente, no del corazón; su bondad afectuosa hacia mis hijas me une por gratitud independientemente de nuestra conexión espiritual.[8]
No hay duda de que la dificultad de esta relación fue llevada al Señor con frecuencia, e Isabel confió en el obispo de una manera que es a la vez terapéutica y tranquilizadora para ella. Sin embargo, la misma intensidad de sentimientos aparece en una carta al arzobispo, escrita dos meses más tarde:
Sin embargo, no crea, mi querido padre, que acuso a Rose de falta de sinceridad, pero es muy cierto que se había ofuscado en este asunto; cualquiera en esta casa y el propio Sr. Dubois, aunque en una situación tan delicada con respecto a ella, le dirían cándidamente que desde el momento en que se le informó de que iba a ocupar mi lugar, su comportamiento con toda la comunidad tomó tal cariz que impresionó a todas con la idea de que, si no asumía toda la autoridad de Madre, esperaba plenamente asumirla, y a menudo nos ha descorazonado tanto a todas que, después de su partida, parecía como si nuestros espíritus estuvieran todos en libertad. Le digo esto por el mismo motivo por el que he escrito lo anterior, e incluso a petición del Sr. Dubois, que ha sido testigo de mucho más de lo que yo pueda contarle, pero tiene mucho que disculparla.[9]
Es un tributo a la profunda espiritualidad y al sentido de misión que inspiraban a ambas mujeres que, después de todo esto, Isabel y Rose trabajarían muy estrechamente para establecer las obras de la naciente comunidad.
[1] Kelly, Numerous Choirs, 102.
[2] Isabel Seton al arzobispo Carroll, 6 de agosto de 1809, BAA.
[3] Ibid.
[4] Isabel Seton al arzobispo Carroll, 8 de septiembre de 1809, ibid. Énfasis en el original.
[5] Isabel Seton al arzobispo Carroll, 14 de diciembre de 1809, ibid.
[6] [Anónimo] Mother Rose White (Emmitsburg: Maryland, 1936).
[7] Isabel Seton al arzobispo Carroll, 5 de diciembre de 1810. BAA.
[8] Isabel Seton al arzobispo Carroll, 16 de marzo de 1811, ibid. Énfasis en el original.
[9] Isabel Seton al arzobispo Carroll, 13 de mayo de 1811, ibid.
Fuente: Kelly, Margaret J. H.C. (1993) «Her Doing Heart: Key Relationships in Elizabeth Seton’s Life: 1809–1821,» Vincentian Heritage Journal: Vol. 14: nº 2, Artículo 7.
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