María nos abre la puerta de la cercanía
En la Fiesta de la Inmaculada Concepción recordamos con cariño las apariciones de la Santísima Virgen a Catalina Labouré en 140 rue de Bac-Paris, y las relacionamos con la jaculatoria “Oh María sin pecado Concebida, rogad por nosotros que recurrimos a ti”, tan unida a las apariciones de Lourdes y de La Salette: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
La Familia Vicenciana tenemos experiencia del bien que hace la medalla en el corazón de tantas personas que la reciben con fe y confianza. Un grupo de Hermanas que vivimos en el Camino de Santiago, acogemos a los peregrinos y les ofrecemos la Medalla. Son personas buscadoras, personas de toda clase social y de todas las naciones. Muchos son creyentes, otros agnósticos y otros ateos. Ella, María, silenciosamente sigue derramando las gracias de su Hijo Jesucristo a través de la Medalla, que el pueblo parisino denominó “Milagrosa”. Podemos decir que es una LLAVE, un gran legado que nos dejó la Madre de Dios y Madre nuestra, para abrir los corazones sedientos de luz.
En este mundo confuso y a veces tan vacío, el ser humano busca y mendiga el sentido de la vida. En su gran mayoría los peregrinos caminan por este motivo. La acogida cristiana desde la Medalla en el Camino de Santiago está siendo una LUZ, una ocasión para que el peregrino vaya a Dios por María y halle la razón de su existencia.
Compartimos con vosotros uno de los muchos correos recibidos de los peregrinos:
“Uno de los días del pasado mes de septiembre, realizando el Camino de Santiago a su paso por Rabé de las Calzadas, nos encontramos, en la ermita situada a la salida del pueblo, con una hermana de su Congregación que impartía la bendición a los peregrinos que querían entrar en la ermita. Desconozco su nombre y como único dato puedo dar que era una hermana mayor. Era tal el cariño con el que hablaba con los peregrinos y el amor que desprendía imponiendo sus manos sobre cada peregrino que hacía llorar de emoción…
Yo tengo que reconocer que lloré cuando sentí sus manos sobre mi cabeza. En aquel momento le prometí que el rosario, que cada etapa rezaba, sería por ella y entonces se deshizo en agradecimientos hacia mí.
Aquella etapa, desde aquel momento del casual encuentro, fue “otra etapa” y creo que la labor evangelizadora de la Iglesia desde una acción tan sencilla es inmensa, aunque sólo sea por el impacto de algo tan sencillo. Esto lo digo no sólo por lo que en mi se produjo, sino también porque al llegar al albergue, los otros compañeros con los que habitualmente caminaba, que también habían tenido el encuentro y habían recibido la bendición comentaron su emoción y sus lágrimas a pesar de no ser en absoluto creyentes, y de renegar públicamente de la Iglesia no pocas veces a lo largo del Camino. Sigo llevando al cuello aquella sencilla medalla que nos dio y me consta el enfado de una peregrina compañera el día que la perdió.
Ahora, con la distancia que da el haber descansado unos días en el pueblo, no lejos de Rabé, al que prometo ir a visitar para fotografiar todas las paredes grafitadas y que no pude ver completamente por las prisas del Camino, quiero escribir este correo de agradecimiento para que alguien de a esa hermana un inmenso GRACIAS, por lo que significó para mi ese encuentro.
MUCHAS GRACIAS
Antonio Hierro Rey
Un “antiguo” peregrino”
Hagámonos eco de estos hermosos mensajes y agradezcamos a Sor Mª Josefa Avendaño, Sor Mª Jesús García, https://bagofhearts.com/feet-of-wings/, como a tantas otras personas, la acogida en el CAMINO DE LA VIDA, con el regalo de la MEDALLA ENTREGADA CON EL CORAZÓN.
Grupo de hermanas en el Camino.
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