Combustible para la lámpara (Mateo 24,42-44)
La parábola de Jesús en el capítulo de Mateo sobre las 10 vírgenes portadoras de antorchas se refiere a las acciones a tomar ante un retraso —para nosotros un retraso en la venida de El Señor, Jesús.
Están estas 10 mujeres esperando que el novio llegue. Por alguna razón se retrasa, y a medida que pasan las horas, algunas de ellas se quedan dormidas. Pero cinco de ellas se han asegurado de estar listas con sus antorchas, independientemente de la hora en que comience la celebración. Al llenar sus vasijas de aceite, dan un paso eficaz y de sentido común para asegurarse de que tendrán el combustible necesario para encender sus lámparas cuando llegue el novio.
Jesús, «el que ha de venir», se identifica con el novio. Y pide a sus seguidores que no sólo estén presentes, sino que se preparen para advertirle y servirle más rápidamente cuando aparezca. Llenar esas tinajas de aceite simboliza los diversos pasos de preparación que hay que dar de antemano.
¿Qué tipo de acciones verterían aceite en nuestras lámparas?
La oración es, sin duda, una de ellas: dirigir diariamente nuestra atención a la presencia del Espíritu Santo de Dios en nuestras vidas. Dirigirnos a Dios no sólo con peticiones y súplicas, sino también expresando gratitud por todo lo que se nos ha dado a lo largo de nuestra vida, y especialmente en los últimos tiempos; por ejemplo, alguna fortaleza particular que hemos sentido, alguna esperanza que últimamente se ha reavivado, algún pensamiento que ha iluminado un camino sombrío. Y no hay que olvidar las respuestas que expresamos en nuestras Eucaristías: pedir que el Señor esté con todos los que nos rodean, aceptar levantar el corazón y dar gracias a ese mismo Señor, proclamar la muerte de Jesús y profesar su Resurrección. Todas estas son partes de una conversación activa con ese Esposo en camino.
Otra medida para esa lámpara es el amor y el respeto que nos damos los unos a los otros. Esto incluye a los que están más cerca de nosotros, a menudo el servicio más cálido y al mismo tiempo más desafiante que prestamos en el día a día. La preocupación se extiende más allá, ciertamente a las personas necesitadas cercanas, pero también a grupos de todo el mundo que llevan cargas que abrumarían a cualquiera. Nuestra Familia Vicenciana internacional es un claro conducto para ello, ya que trabaja por los inmigrantes y otras personas en aquellas naciones en las que escasean los alimentos y están destrozadas por la guerra.
Una dosis más de ese aceite puede darse a nosotros mismos. La referencia aquí es para aquellos que tienen dudas persistentes sobre su propio valor, que tienen problemas para sentir el amor de los demás y especialmente del Padre de todo amor.
Un último ingrediente de ese frasco puede ser el cuidado de la creación. El papa Francisco ha subrayado esta apremiante obligación, citando no sólo la belleza y el esplendor de nuestro cosmos y su origen en nuestro benéfico Creador, sino especialmente los crudos efectos que su mal uso tendrá en las generaciones futuras.
Todos estos ingredientes y más, llenando esas lámparas con el combustible que iluminará el camino para que el Dios del Amor entre más plenamente en todas nuestras vidas. ¿Qué podría añadir yo a ese resplandor?
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