Más que…. (Mateo 20,1-16)
Hay una antigua canción (¡de 1964!) titulada «More Than»– «Más que el amor más grande que el mundo ha conocido/ éste es el amor que te doy sólo a ti».
Hay algo en estas dos palabras, «Más que», que puede abrirnos a la revelación sobre su Padre, Dios, que Jesús transmite en su parábola sobre los trabajadores de la viña en el capítulo 16 de Mateo.
Pongámonos en los zapatos manchados de barro de aquellos labradores que fueron contratados justo cuando salía el sol. Lo más probable es que estuvieran agradecidos: «Tanta gente sin trabajo y aquí somos los primeros en ser contratados. Y además con un salario justo, un denario»
Sus horas en el campo pasan. Pero a lo largo del día, y sobre todo a primera hora de la tarde, se dan cuenta de que el propietario de la plantación contrata a otros recolectores para que participen en la cosecha.
Sudorosos y agotados tras diez horas al sol, estos primeros contratados hacen cola ante la ventanilla de pago, orgullosos de haber hecho un buen día de trabajo, deseosos de recibir su denario y, de hecho, agradecidos por ello.
Pero al poco tiempo empiezan a darse cuenta de que el dueño ha repartido esa misma paga, un denario, a todos los demás trabajadores, e incluso a los que llegaron justo antes del fin de la jornada. Esto les resulta incomprensible. «¡Estos rezagados que no han trabajado ni una décima parte de lo que nosotros, cobrando lo mismo! Además de injusto, no tiene sentido. Es como si el propietario estuviera en otro mundo».
La vida en ese otro mundo es justo lo que Jesús retrata en esta parábola atípica e incluso subversiva.
En el Reino de Dios, señala Jesús, las cosas se mueven a otro ritmo. Es un mundo de generosidad, de entrega desmesurada, de favores sin límites, inmerecidos y concedidos gratuitamente. Y quien sostiene este nuevo orden de cosas no es otro que su propio Padre, el Abba de Jesús, el que es misericordia sin límites y amor eterno.
Se trata de un cambio radical, a una escala completamente nueva, para medir el significado de un salario justo. Es el mundo del «Más que»: más amor y compasión de lo que podemos imaginar, más misericordia y perdón, más comprensión y aceptación de lo que podemos imaginar.
La historia de estos jornaleros a los que se pagaba tan generosamente es la historia que Jesús quiere contar sobre la naturaleza y la esencia de su Padre, sobre quién es Dios en realidad. Jesús está retratando a su querido Abba como el amor desbordante y la solicitud misma, como la fuente de toda generosidad, como el dador perpetuo que nunca deja de dar.
Con este espíritu, Vicente propone el amor del Padre como centro de la oración. «Hoy tenemos como tema de nuestra meditación el amor de Dios, las razones que tenemos para amar a Dios. ¡Ay, hermanos míos! No hay que buscar muchas razones para excitarnos a ese amor, ni hay que salir fuera de nosotros mismos para encontrarlas; no tenemos más que considerar los bienes que nos ha hecho y que sigue haciéndonos cada día; y además nos lo ha mandado él mismo, para obligarnos más a ello. Veis cómo este tema inflama la voluntad por si mismo. Cuando el alma, en la oración, se inflama inmediatamente ¿qué necesidad hay de razones?» (SVP ES, tomo XI-3, repetición de la oración del 16 de agosto de 1655, pp. 162-163).
Por supuesto, Jesús no termina la lección con esta historia. Literalmente, Él la completa con Su propio cuerpo y sangre, entregados libremente en amor para la salvación de todos nosotros. Si alguna vez hubo un «Más que», encuentra su hogar aquí en la vida, muerte y Resurrección de este Señor misericordioso y generoso, el mismo don que sigue ofreciendo cada vez que compartimos la Eucaristía.
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