“Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”

1 Cor 15, 1-8; Sal 18; Jn 14, 6-14.

Jesucristo se nos presenta como nuestra verdad, nuestro camino, nuestra vida que nos lleva al Padre. En la petición que hace Felipe a Jesús, que le muestre al Padre, nos vemos reflejados cada uno de nosotros en nuestro deseo de conocer y contemplar el rostro amoroso de Dios; y la respuesta de Jesús es inesperada y grandiosa: “El que me ha visto a mí, ha visto el Padre”. Esta afirmación es fundamental para entender que Jesús, al encarnarse, ha hecho visible el rostro amoroso del Padre.

La vida de Jesús, su bondad, su afán de hacer el bien, de perdonar y su amor por los más pobres e indefensos, nos ayudan a tener una imagen del Padre. Jesús es el enviado de Dios, cumple con la misión encomendada por su Padre, y la comunidad de discípulos, su Iglesia, heredaremos esta misión mesiánica tal como lo hicieron los apóstoles Felipe y Santiago a quienes celebramos el día de hoy.

Al final de este evangelio Jesús nos invita a creer en él, no sólo por sus palabras, sino también por sus obras; y en recompensa, hará cualquier cosa que pidamos en su nombre.

¿Qué otra garantía queremos del poder de Dios y de su Hijo? Pide, pero pide con fe.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Luz María Ramírez González, Sociedad de San Vicente de Paúl, León, Gto., México.