Mayo, mes de María… mes con sabor vicentino

Marlio Nasayó Liévano, CM
29 abril, 2023

Mayo, mes de María… mes con sabor vicentino

por | Abr 29, 2023 | Espiritualidad y práctica espiritual, Formación | 0 Comentarios

Estamos a las puertas de la celebración del IV centenario del nacimiento de la Congregación de la Misión, después de haber festejado el inicio del carisma vicentino en el 2017, con el nacimiento de nuestras hermanas mayores las AIC. Ahora somos los Misioneros Vicentinos en el 2025, y en la misericordia de Dios, seguiremos con las efemérides jubilosas de las Hijas de la Caridad en el 2033, conmemorando con un corazón agradecido, las copiosas bondades de Dios, para con nuestra Familia Vicentina.

Una manera, y si se quiere, la forma la más sencilla de todas, que nos puede ayudar a todos, para estas conmemoraciones, es el rezo del SANTO ROSARIO. Refresquemos nuestra memoria, para traer de nuevo a colación el rico comentario que, en la Cuaresma del 2018, nos dejó el vigésimo cuarto sucesor de San Vicente de Paúl, P. Tomaz Mavric, c.m:

“Rezar el rosario diariamente. Junto con María, meditamos las diferentes etapas de la vida de Jesús. María camina con nosotros, nos acompaña, nos anima y nos inspira. Llevemos siempre un rosario con nosotros, dondequiera que vayamos. Llevémosle con nosotros en nuestro bolsillo o en nuestro bolso, como un anillo o una pulsera para tenerlo a nuestro alcance, en todos los momentos del día. Podemos rezarlo en la capilla, en la calle, esperando el autobús, el metro o el tren, al volante de un coche, de paseo, haciendo cola. Tengamos siempre un rosario con nosotros”.

Cuando San Vicente da a los primeros misioneros las Santas Reglas en 1658, dedica el capítulo X “a las prácticas piadosas de la Congregación”. Y hablando de la veneración de la Virgen escribe:

Y ya que la misma Bula nos encarga además que veneremos con particular culto a la Santísima Virgen María, a lo cual ya estamos obligados por diferentes títulos; todos y cada uno, con la gracia de Dios, procuraremos cumplirlo perfectamente: 1. Haciendo todos los días con especial devoción algún obsequio a esta dignísima Madre de Dios y nuestra. 2. Imitando, en cuanto nos sea posible, sus virtudes, especialmente su humildad y su pureza. 3. Exhortando ardientemente a los demás, siempre que oportunamente podamos, a que constantemente le tributen el mayor honor que puedan. RR.CC. X, 4

No dice explícitamente que sea el rosario una “especial devoción”, pero consta que él no sólo lo llevaba en la sotana, sino que lo rezaba, y lo mismo los misioneros como nuestras hermanas, lo portaban externamente, y además lo recitaban con fervor.

Las Hijas de la Caridad, muchas de ellas de pocas letras, no podían tomar un libro de oración y menos el Breviario, por eso el Fundador les decía:

“Así es, mis queridas hermanas, tenéis que rezar el rosario; y tenéis que tener cuidado de cumplir bien con lo mandado; es vuestro breviario”. S.V.P.IX, 1145-1146.

Ya los misioneros, las hermanas como los laicos, todos como un solo corazón y una sola alma, poseemos en nuestras manos un rico tesoro, que no hemos de desaprovechar hoy como herencia de familia, y dejar como legado a quienes vengan después de nosotros.

MISTERIOS GOZOSOS

LA ANUNCIACIÓN

María se ofrece a Dios, “he aquí la esclava del Señor” …se entrega al Señor sin reservas, sin reticencias, tiene un alma de pobre. Con su corazón vaciado de sí misma y de sus proyectos, Dios por eso le regala, «con el presente de la Segunda Persona Divina» (S.V.P. XII, 327). Nosotros ofrezcámonos al Padre en seguimiento de Cristo y de María, como lo insistía san Vicente: «Démonos a Dios para realizar su obra» (S.V.P. II, 64).

El 25 de marzo de 1642, Santa Luisa de Marillac, y 4 de las primeras Hijas de la Caridad, emitieron por primera vez los Santos Votos. Y desde esa memorable fecha, miles y miles de hermanas, los han pronunciado en estos casi 4 siglos de historia de la Compañía. Como María, renunciaron a sus propios planes, y dieron un SI al Señor y a los pobres, para toda la vida.

LA VISITACIÓN

María en su anonadamiento hizo posible que Cristo se encarnara en ella. Pero no se queda contemplando para sí este tesoro, ahora el siguiente paso es salir fuera de ella, correr al servicio de los demás, va «con toda mansedumbre, amor, caridad» (S.V.P.IX, 258), para abajarse ante la necesidad de los hermanos.

En la historia de la vida consagrada, irrumpe en la Iglesia en el siglo XVII San Vicente de Paúl, rompe el silencio de los claustros, para lanzar a las mujeres al mundo de los pobres, en expresión del Papa Francisco las lanza a las “periferias” de todas las miserias del mundo: salen presurosas para llevar a Cristo a todos los corazones.

EL NACIMIENTO

El 22 de diciembre de 1656, el Fundador escribe al P. Juan Martin, c.m.: “Por aquí no tenemos más novedad que el misterio que se nos acerca y que nos hará ver al Salvador del mundo como anonadado bajo la forma de un niño. Espero que nos encontraremos juntos a los pies de su cuna para pedirle que nos lleve tras él…” (S.V.P. VI, 144).

Un misionero Vicentino, una Hija de la Caridad, un laico de nuestra familia espiritual sólo puede encontrarse con Cristo, si hace vida la expresión del Fundador: “…Padre, vacíese de sí mismo para revestirse de Jesucristo” (S.V.P.XI, 236 – 237), así llenos de Él desde la cuna de Belén, podremos vivir de Él y con ÉL, y llevarlo a los pobres.

LA PRESENTACIÓN

“La presentación en el templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será «señal de contradicción» para Israel y de que una espada traspasará el alma de la Madre “(Lc. 2, 34-35). (R.V.M.20).

El encuentro con Jesús, nos da grandes alegrías y satisfacciones, pero no se nos ha de olvidar que nuestra vida misionera, como la vida de Jesús, es signo de contradicción: de rosas y de espinas, de alegrías y dolores…ahora bien, así en la dureza de la vida, seremos los verdaderos obreros del Evangelio.

LA PERDIDA Y HALLAZGO

“Gozoso y dramático al mismo tiempo es también el episodio de Jesús de 12 años en el templo. Aparece con su sabiduría divina mientras escucha y pregunta, y ejerciendo sustancialmente el papel de quien ‘enseña’. La revelación de su misterio de Hijo, dedicado enteramente a las cosas del Padre, anuncia aquella radicalidad evangélica que, ante las exigencias absolutas del Reino, cuestiona hasta los más profundos lazos de afecto humano. José y María mismos, sobresaltados y angustiados, «no comprendieron» sus palabras” (Lc 2, 50) (R.V.M.20).

Como Jesús, escuchando la Palabra de Dios y estando inmersos en los quehaceres del Señor, realizaremos su voluntad y seremos felices, así el mundo nos critique y no comprenda nuestra vocación y misión.

MISTERIOS LUMINOSOS

BAUTISMO DE JESÚS EN EL JORDÁN

“Mientras Cristo, como inocente que se hace «pecado» por nosotros (2 Cor 5,21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (Mt 3,17), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le espera”.( R.V.M. 21).

El Catecismo de la Iglesia Católica en 1213 afirma: “El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos”.

He aquí el inicio de la santidad, que nos lanza a vivirla a plenitud, en los diversos estados en los que el Señor nos ha colocado, tanto en la vida laical, misionera o sacerdotal. ¿Cómo estamos viviendo nuestra vocación peculiar?

REVELACIÓN DE JESÚS EN LAS BODAS DE CANA

“Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente”. (R.V.M. 21).

Un día Santa Luisa, fue invitada como Jesús a unas bodas. San Vicente le escribe diciéndole que Dios bendiga a los novios “y le dé a ud. las disposiciones que tuvo la Santísima Virgen cuando asistió con su Hijo a las bodas de Caná”. (S.V.P.III, 498).

¿Tenemos nosotros como María y Santa Luisa, las disposiciones para acatar lo que “Él nos pida”?

ANUNCIO DEL REINO DE DIOS

“Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (Mc 1,15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (Mc 2,3-13); Lc 7,47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él seguirá ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la reconciliación confiado a la Iglesia”. (R.V.M. 21).

A sus misioneros dice San Vicente: “Por tanto, nuestra vocación consiste en ir, no a una parroquia, ni sólo a una diócesis, sino por toda la tierra; ¿para qué? Para abrazar los corazones de todos los hombres, hacer lo que hizo el Hijo de Dios, que vino a traer fuego a la tierra para inflamarla de su amor. ¿Qué otra cosa hemos de desear, sino que arda y lo consuma todo? Mis queridos hermanos, pensemos un poco en ello, si os parece. Es cierto que yo he sido enviado, no sólo para amar a Dios, sino para hacerlo amar”. (S.V.P. XI, 553. Conf. del 30 de mayo de 1659).

Hoy, hay una mayor conciencia, que la dilatación del Reino de Dios es tarea no ya reservada a los misioneros y a las hermanas, sino a todos aquellos que se nutren de la misma mesa abundante de San Vicente, que ahora se ha hecho extensiva a toda su gran familia espiritual.

TRANSFIGURACIÓN DE JESUS

“Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el monte Tabor. La gloria de la divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo «escuchen» (Lc. 9,35 par.) y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo”. (R.V.M. 21).

Entre las figuras de santidad de nuestra familia, hay una que descuella entre todas: San Juan Gabriel Perboyre. Ninguno como él se identificó, y se dejó transformar tanto por el Maestro como este misionero. Es una joya única, la oración compuerta por él, Oh mi Salvador divino…haz que yo pueda cambiar y transformarme en Ti… Ojalá podamos nosotros aprenderla y rezarla como él, implorando la gracia de la acción transformadora de Cristo en nosotros.

Oh mi Salvador Divino… ¡Oh mi Salvador divino! Por tu omnipotencia, por tu misericordia
infinitas, haz que yo pueda cambiar y transformarme en Ti; que mis manos sean tus manos y mi lengua sea tu lengua; que mi cuerpo y mis sentidos, no sean si no para tu gloria.
Pero ante todo, transforma mi alma y todas sus potencias: que mi memoria, mi inteligencia, mi voluntad, sean como tu memoria, tu inteligencia, ,tu voluntad; que mis actos y
mis sentimientos sean como los tuyos. Y que así como el Padre dijo de Ti:
Yo te he engendrado hoy ”lo pueda decir también de mí y aún añadir: “Eres mi hijo amado en quien me complazco”.

San Juan Gabriel Perboyre, CM

INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

“Misterio de luz es, por último, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad «hasta el extremo» (Jn 13,1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio”. ( R.V.M. 21).
La Bula Salvatoris Nostri dice a los misioneros de la C.M. “…los sacerdotes celebrarán todos los días la santa misa”. (S.V.P. X. 332. 12.I.1633. Pag.303). La Eucaristía es momento del encuentro privilegiado con el Señor, tanto para san Vicente como para los misioneros, que ha de prolongarse en la gran devoción al Misterio del Santísimo Sacramento. A las Hijas de la Caridad les da esta instrucción: “Una persona que ha recibido bien la comunión lo hace todo bien” (S.V.P.IX, 332).

Cuánto hemos de cuidar la calidad y el fervor de nuestras celebraciones, y la dignidad en la veneración de su presencia real de este adorable sacramento.

MISTERIOS DOLOROSOS

LA AGONIA

San Vicente, evoca bastante a menudo, la agonía de Jesús en el huerto de los olivos. El 17 de junio de 1657, dice a las Hijas de la Caridad:

“Nos basta con que Nuestro Señor nos vea y sepa que padecemos por su amor y por imitar los grandes ejemplos que él nos dio, especialmente en el huerto de los olivos, cuando aceptó el cáliz (Mt 26, 39-44) para excitarnos a la indiferencia; pues, aunque le pidió al Padre que pasase de él aquel cáliz, si fuera posible, sin que tuviera que beberlo, añadió inmediatamente que se hiciera la voluntad de Dios, demostrando que se encontraba en una perfecta indiferencia ante la vida o la muerte (S.V.P. IX, 871-872).

Es ahora, un momento propicio para pensar en la soledad, el sufrimiento, la angustia y la lucha de tantos hermanos, que se debaten entre la vida y la muerte, y que hoy pasarán a la presencia de Dios. Pero a la vez, ocasión para implorar de Él, su fuerza para cuando a cada uno de nosotros nos llegue este momento final. Podemos orar, con esta sentida oración de la Archicofradía de la Santa Agonía:

Oración por los agonizantes. Oh clementísimo Jesús, amador de las almas, te suplico encarecidamente por la agonía de tu Sacratísimo Corazón, y por los dolores de tu Madre inmaculada, que laves con tu Sangre a todos los pecadores del mundo que ahora están en la agonía, y que hoy han de morir. Amén.
Corazón agonizante de Jesús, ten compasión de los moribundos.

LA FLAGELACIÓN

“Hermanos míos, si el Hijo de Dios se mostraba tan bondadoso en su trato con los demás, su mansedumbre brilló todavía más en su pasión, hasta el punto de que no se le escapó ninguna palabra hiriente contra los deicidas que le cubrían de injurias y de bofetones y se reían de sus dolores… meditemos todo esto, hermanos míos y encontraremos actos prodigiosos de mansedumbre que superan el entendimiento humano; consideremos cómo conservó esta misma mansedumbre en todas las ocasiones. (S.V.P.XI, 481).

Hagámonos eco del querer de San Vicente, en el ejercicio de una de las cinco virtudes que él recomendó a sus misioneros, la mansedumbre. Virtud que se traduce en la vida real como afabilidad, cordialidad, dulzura y buenos modales ante los hermanos. Es gracia para implorar, ahora y siempre.

LA CORONACIÓN DE ESPINAS

“Quiero, pues, hacer cuanto pueda por mantenerme en el ejercicio del Amor santo y dulcificar mi corazón frente a todas las acritudes que le contrarían.”
Santa Luisa de Marillac. La coronación de espinas fue una burla, pero se convirtió un día para Jesús en corona gloria y de honra” (Hebreos 2,9).

Oremos con esta rica reflexión de San Juan XIII:

“Es el misterio cuya contemplación se ajusta mejor a aquellos que llevan el peso de graves responsabilidades en el cuidado de las almas y en la dirección del cuerpo social; por tanto, el ministerio de los Papas, dlos Obispos, de los Párrocos; el ministerio de los gobernantes, de los legisladores, de los magistrados. También sobre su cabeza hay una corona en la cual está, sí, una aureola de dignidad y de distinción, pero que por ello mismo pesa y punza, procura espinas y disgustos. Donde está la autoridad no puede faltar la cruz, a veces de la incomprensión, la del desprecio, o la de la indiferencia y la de la soledad”.

JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS

“Le coronan de espinas, le cargan con la cruz, lo extienden sobre ella, le clavan a la fuerza las manos y los pies, lo levantan y hacen caer a la cruz con violencia en el hoyo que habían preparado; en una palabra, lo tratan con la mayor crueldad que pueden, sin poner en todo esto nada de dulzura. Hermanos míos, os ruego a todos que penséis en aquel horrible tormento, la pesadez de su cuerpo, la rigidez de sus brazos, el rigor de los clavos, el número y delicadeza de sus nervios. ¡Qué dolor, hermanos míos! ¿Es posible imaginar mayor dolor? Si queréis meditar en todos los excesos de su pasión tan amarga, admiraréis cómo pudo y cómo quiso padecerlos aquel que no tenía que hacer más que transfigurarse en el Calvario, lo mismo que lo hizo en el Tabor, para hacerse temer y adorar. Y después de esta admiración, diréis como nuestro manso redentor: «Ved si hay dolor semejante a mi dolor» (Lam 1, 2). (S.V.P. XI, 480-481)

El P. Robert Maloney, c.m. nuestro antiguo Superior General, nos presenta algunas maneras para llevar la cruz hoy: el trabajo perseverante con los pobres cada día, el compartir y el dolor del sufrimiento de los pobres, la vivencia personal y comunitaria de los valores del Evangelio, el soportar nuestra propia enfermedad y la de los demás… Del libro “Escucha el clamor de los pobres”. Pág.61

LA MUERTE DEL SEÑOR EN LA CRUZ

“¿Y qué es lo que dijo en la cruz? …Ni una sola demuestra la menor impaciencia. Es verdad que dijo: «Elí, Elí, Padre mío, Padre mío ¿por qué me has abandonado?»; pero esto no es una queja, sino una expresión de la naturaleza que sufre, que padece hasta el extremo sin consuelo alguno, mientras que la parte superior de su alma lo acepta todo mansamente; si no, con el poder que tenía de destruir a todos aquellos canallas y de hacerlos perecer para librarse de sus manos, lo habría hecho; pero no lo hizo. ¡Jesús, Dios mío! ¡Qué ejemplo para nosotros que nos ocupamos en imitarte! ¡Qué lección para los que no quieren sufrir nada! “(S.V.P. XI, 481).

“El Crucifijo es el más bello y conmovedor de todos los libros…Muchos se quejan de no poder meditar. Bastaría mirar cinco minutos el Crucifijo con espíritu de fe, para sentirse uno penetrado de gratitud y amor a Nuestro Señor y dispuesto a servirle mejor”. San Juan Gabriel Perboye, c.m.

Sabiendo todos, que un día pasaremos por la muerte, interioricemos y oremos la recomendación de San Vicente “…Para morir como Jesucristo, hemos de vivir como Jesucristo”. (S.V.P. I, 320).

MISTERIOS GLORIOSOS

LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado”. (Lc. 24, 5 – 6).

Del Papa San Juan XIII: “A la luz del misterio nuestra fe contempla vivientes, unidas ya para siempre a Jesucristo resucitado, las almas que nos fueron más queridas, de cuya familiaridad gozamos, cuyas penas compartimos. ¡Cómo se aviva en el corazón, al calor del misterio de la resurrección, el recuerdo de nuestros muertos! Recordados y favorecidos con el sufragio del sacrificio del Señor crucificado y resucitado, toman parte aún en lo mejor de nuestra vida, la oración y Jesucristo”.

En este misterio oramos por los difuntos de nuestras familias, los amigos, los pobres, los miembros de nuestra Familia Vicentina, que han pasado por la muerte ahora, y ya están con el Señor por toda la eternidad.

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

“Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios”. Lc. 16,19.

Del Papa San Juan XIII: “Este momento del Rosario nos enseña y exhorta a que no nos dejemos prender en lo que pasa y entorpece, abandonándonos, en cambio, a la voluntad del Señor, que nos estimula hacia lo alto. En el momento de volver al Padre, subiendo al cielo, los brazos del Señor se abren bendiciendo a los primeros apóstoles, y alcanza a todos los que, siguiendo sus huellas, siguen creyendo en Él, y es para sus almas una plácida y serena seguridad del encuentro definitivo con Él y todos los salvados en la felicidad eterna”.

Que este misterio nos ayude a pensar, en la responsabilidad que todos tenemos de construir un mundo más justo y humano, pero sin olvidar que nuestra meta final, es el encuentro con el Señor después de haber concluido nuestra misión terrena.

LA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO

El 4 de junio de 1633, hace exactamente 400 años, Santa Luisa de Marillac vivió el acontecimiento llamado “Luz de Pentecostés”. Ella nos dice. “… «El día de Pentecostés oyendo la Santa Misa o haciendo oración en la iglesia en un instante, mi espíritu quedó iluminado acerca de sus dudas. Y se me advirtió que debía permanecer con mi marido, y que llegaría un tiempo en que estaría en condiciones de hacer voto de pobreza, de castidad y de obediencia, y que estaría en una pequeña comunidad en la que algunas harían lo mismo”.
(S.L.M. Escritos 3).

La santa más tarde comprenderá, que este acontecimiento de gracia, es obra del Espíritu Santo, que la inspiró para fundar la Compañía de las Hijas de la Caridad.

Que como lo escribió Sor Kathleen Appler, antigua Superiora General de la Compañía, “fortalezcamos nuestra confianza en el Espíritu Santo para que, a ejemplo de Santa Luisa, ocupe por entero nuestro corazón y nuestra vida. Sólo Él podrá darnos la audacia de la Caridad para un nuevo impulso misionero”.

LA ASUNCIÓN

A menos de 2 años de la muerte de San Vicente, su sucesor el P. Renato Almerás, coloca exactamente a la Congregación de la Misión, bajo el amparo de la Virgen María, el día de su gloriosa Asunción a los cielos (27.VII.1662). Sana tradición que siempre se ha conservado en la vida de los Misioneros Vicentinos.

Que María asunta al cielo, nos haga aspirar más a los bienes del cielo que a los de la tierra. Contemplémosla junto a Hijo, con la alegre esperanza de que ella nos espera en el cielo.

LA CORONACIÓN

“… ¡Madre de la Compañía, acepta nuestra súplica! Con filial confianza, te pedimos, oh Madre de Dios y Madre nuestra, nos recibas a todos comunitariamente y a cada uno en particular, Bajo tu celestial protección, pues todos te tomamos como Reina y Señora nuestra, por nuestra Patrona y Abogada…”. De la Consagración a María. P. Renato Almerás, c.m. (27.VII.1662).

Oh Virgen Milagrosa, Reina y Madre de la Familia Vicentina, continúa siendo nuestra Reina en medio de nosotros. Desde tu celestial mansión alcánzanos de tu Hijo, las gracias que necesitamos tanto, para nuestro crecimiento espiritual y la obra de la evangelización de los pobres, y Tu un día ábrenos las puertas del cielo, y obtennos del Señor también la corona de la gloria.

ORACION A LA VIRGEN – MES DE MARIA
P. Rodolfo Vergara Antúnez — Chile

¡Oh María!, durante el bello mes que te está consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas ¡Oh María!, no te das, por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que tu esperas de tus hijos; porque el más hermoso adorno de una madre, es la piedad de sus hijos; y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que tus nos pides son la inocencia de nuestros corazones, nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes, consagrado, a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin mancha y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aún la sombra misma del mal.

La rosa cuyo brillo agrada a tus ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos; nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia cuya madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.

En este mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida; y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y resignados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres. Amén.

P. Marlio Nasayó Liévano, CM
Fuente: https://www.corazondepaul.org/

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