Lo que aprendí en la sala de urgencias
¿Cuántas veces has estado en urgencias? No importa cuántas hayan sido, ¡diría que han sido demasiadas!
A veces puede haber sido acompañando a un familiar que espera ansioso un tratamiento. Otras veces, puede que hayas sentido dolor y que tu cuerpo anhele alivio.
En esta reflexión permíteme compartir lo que aprendí sobre la diferencia entre oír sonidos y escuchar en una sala de urgencias.
Una experiencia de viajero frecuente
A menudo bromeo diciendo que he alcanzado la categoría de pasajero frecuente en un hospital local.
Llegué a Urgencias sobre las 21.30 horas. En la gran sala de espera había al menos otras 25 personas y un televisor que emitía un programa intranscendente.
No pude evitar «oír» los sonidos de otra «pasajera frecuente«.
Sospecho que tenía unos 35 años. Estaba de pie junto al panel de plástico típico de la era COVID que separaba al personal de admisión de los pacientes. Gritando a pleno pulmón, detallaba sus penas por el servicio que no estaba recibiendo. Por alguna razón, posiblemente para distraerme, intenté «escucharla» en lugar de molestarme por sus gritos.
En lo que creo que fue un momento de gracia, me di cuenta de que no conocía su «historia de fondo». Intenté escuchar con los oídos de alguien que la quería… su madre o incluso Dios. Empecé a imaginar el «equipaje» que llevaba dentro de su corazón herido. Probablemente necesitaba una curación mucho mayor de la que cualquier sala de urgencias podría darle a corto plazo. ¡Empecé a escuchar los gritos de los pobres!
Esperando una cama
Finalmente, me dijeron que me ingresarían en cuanto encontraran una cama. Tuve suerte. La espera duró sólo tres horas.
Desde una camilla en un cubículo interior de Urgencias, podía ver un desfile de personas con diversos uniformes y pacientes en alguna que otra camilla.
Para no centrarme en mí y en mi creciente frustración, intenté imaginarme la historia de cada una de esas personas. El mero hecho de pensar en las diferentes posibilidades me ayudaba a darme cuenta de lo poco que sabía sobre ellos y sus preocupaciones.
Entonces, con los ojos de mi mente, me transporté a un hospital de Ucrania que acababa de ser bombardeado. Di las gracias rápidamente por estar a salvo en esta sala de urgencias.
La diferencia entre oír y escuchar
Hay una diferencia entre oír sonidos y comprender su significado.
Oír es el simple acto fisiológico de oír sonidos.
Escuchar significa prestar atención al sonido; oír algo con atención reflexiva y considerar su significado.
Pues bien: he aprendido cómo «escuchar» los sonidos del hospital cambió el enfoque de mi experiencia en esta reciente visita.
Lecciones de la escucha
Para empezar… me recordaron que no debo juzgar a la gente y apreciar lo bendecido que soy por tener acceso a estos cuidados.
Empecé a escuchar los sonidos con los oídos de Dios. ¡Qué diferencia!
Pensé en la descripción que hace el papa Francisco de la sabiduría. Escribe que la sabiduría «es ver el mundo, ver las situaciones, las ocasiones, los problemas, todo, con los ojos de Dios».
Podría contar muchas más anécdotas de interacción con pacientes y personal. El hilo conductor de todas ellas sería la constatación de que «escuchar» era mucho más que «oír»… y juzgar.
Me siento bendecido por esta visita imprevista.
Aprender a escuchar
Intenta «escuchar» el trasfondo de al menos una conversación hoy. No te limites a «oír» y reaccionar.
P.D. Un vídeo de 4 minutos recorre el vestíbulo y los pasillos del hospital Cleveland Clinic. Los subtítulos revelan las preocupaciones de la gente, preocupaciones evidentes para una persona que escucha… o para Dios.
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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