Los caminos del Adviento
Referencia bíblica
“Salió un decreto del emperador Augusto ordenando que se empadronase todo el imperio… Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba en cinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada”.(Lc 2,1-7).
Así comienza esta historia de la Navidad. Y la palabra clave es ponerse en camino hacia un acontecimiento que marca la historia, con un antes y un después.
Ponerse en camino
Ponerse en camino sugiere la idea de romper con la comodidad y la rutina; renunciar a lo habitual para lograr algo nuevo, para alcanzar un objetivo gratificante. El camino de Nazaret a Belén no es nada fácil, por la distancia, por la falta de recursos, por los caminos pedregosos, por las circunstancias de la madre gestante. La actitud de los esposos es ejemplar: ni una protesta, ni un mal gesto. Ellos callan, aceptan el mensaje y se ponen en camino hacia lo desconocido: Dios proveerá.
Pero nada es imposible cuando la esperanza alienta las expectativas del final del camino. Imaginemos los arrullos de María y José al bebe que late dentro del seno de María. Contemplemos las miradas extasiadas de María y José; oigamos sus palabras de confianza y de mutuo aliento. Unámonos a la oración de confianza en la providencia que sale de sus labios y de su corazón…
Pues estos son los sentimientos y actitudes que deben acompañarnos durante todo este tiempo de Adviento. Seguro que el pan y otros alimentos básicos faltaron a lo largo del camino; el cansancio hacía difícil, a veces, seguir adelante, y otros inconvenientes que fueron surgiendo a medida que avanzaban por aquellos caminos desconocidos.
No tengamos miedo a ponernos en camino: el final de la espera está cerca. En este contexto debemos situarnos durante este tiempo del Adviento. Así, encajan perfectamente en este tiempo, la austeridad, que se traduce en privaciones de diverso tipo: el ayuno, ciertas privaciones en el comer y beber, en los gastos innecesarios: privarnos de algo que nos sobra para compartirlo con los que lo necesitan…
El nuevo rostro del ayuno
Demos un nuevo rostro al ayuno. No importa tanto comer carne o pescado, sobre todo, teniendo en cuenta que hoy, el pescado puede ser mucho más costoso que la carne. Vivamos días de austeridad, camino de Belén, vivamos este tiempo como viven los pobres de verdad; compartamos un poco los ahorros en el comer, beber y vestir con los que no pueden permitirse el lujo de vivir como vivimos nosotros, habitualmente.
Pero, hay otros tipos de ayuno, de los que nos habla el Papa, con su intuición habitual: abstengámonos de las críticas, murmuraciones, palabrerías huecas; abstengámonos de los miedos sin sentido, de la desesperanza, de la pusilanimidad ante el esfuerzo que requiere la fidelidad al compromiso de seguidores de Cristo, en una sociedad alérgica a los valores del evangelio…
Y todavía mejor, si pasamos de la superación de las actitudes negativas a la afirmación segura de nuestras convicciones positivas. Miremos la realidad con ojos nuevos: vayamos con alegría al encuentro de los que están solos, de los enfermos, de los tristes, de los pobres… Que nuestro encuentro con ellos sea el primer abrazo al Niño de Belén. El viene, precisamente, para anunciar la Buena noticia a ellos y a los que son como ellos.
Seamos rostro de esperanza, caras nuevas de alegría, palabra de aliento, anuncio gozoso de un mundo nuevo; en él la paz y la justicia brillarán con nuevo resplandor, porque El viene para hacer nuevas todas las cosas, para los hombres de buena voluntad.
El oropel de la Navidad comercial, hedonista
No nos dejemos ofuscar por las luces de colores de nuestras calles y comercios, que intentan convertir en oropel la gran noticia de la humanidad; ni caigamos en la tentación de los gastos y comilonas del despilfarro. La fiesta no está en el comercio, ni en los grandes almacenes, ni en los tintineos de colores de los escaparates, sino en el corazón, en la intimidad del hogar; en los villancicos ante el portal familiar o de la parroquia; en la lectura reposada del evangelio, que narra el gran acontecimiento de la historia de la humanidad: misterio de amor de un Dios que asume nuestra humanidad para elevar nuestra condición humana, hasta constituirnos hijos de Dios.
El Adviento, tiempo de oración y de revisión de vida
Qué ocasión tan maravillosa para el silencio contemplativo ante el gran acontecimiento. Los profetas del Antiguo Testamento saltaban de gozo.
“Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan la justicia; que la tierra se abra y haga germinar la salvación y que brote juntamente la justicia”, exclama Isaías (Is.45,8). Seguramente María y José recitaron juntos muchas veces este texto de Isaías, mientras hacían el camino hacia Belén
El Adviento es un tiempo de oración esperanzada; de búsqueda de la paz y de la justicia, en un mundo que chirría injusticias y desigualdades sangrantes; es un tiempo de lectura de los pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, sobre todo del evangelio, que nos hablan de la Buena Noticia que puede cambiar el mundo.
Es la una ocasión propicia para tomar conciencia de que la parroquia es el lugar de encuentro de la familia creyente, en el que todos somos protagonistas. Nos juntamos para orar juntos de una manera especial; en el que todos colaboramos para preparar el Belén o adornar la iglesia con galas de fiesta; en él incluso participamos en un concurso de villancicos con los niños y los jóvenes. ¿Por qué no pensar incluso en un retiro o tiempo especial para reconocernos pecadores, pedir perdón y recibir el sacramento de la reconciliación?
El adviento, tiempo que prepara y anuncia la fiesta de la Navidad
El adviento anuncia y prepara la gran fiesta de la Navidad y del Año Nuevo. Estos acontecimientos deben marcar el nuevo ritmo de nuestro caminar por la vida, sin miedo ni al pasado ni futuro, porque el Niño de Belén viene a quedarse con nosotros para construir juntos un mundo nuevo.
La alegría que nace en el corazón se expresa también con el brindis y el turrón, con las palmas y la fiesta, con las bromas, los chistes, las comidas especiales y la fiesta de barrio que llena de sonidos las calles en la madrugada. Finalmente es el tiempo en el que nos preparamos para la gran fiesta
¡Que suene la música, que brille la estrella, y empiece la música permanente de la Navidad, y que esta Navidad sea el comienzo de una Navidad permanente del día a día, y sin fronteras!
P. Félix Villafranca, C.M.
Fuente: http://felixvillafranca.es/
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