Fijar la mirada en nuestro Señor Jesús
Tras soportar la cruz vergonzosa, Jesús se ha exaltado hasta lo sumo. Fijar los ojos en él quiere decir no perder ánimo.
Comienza un nuevo año en la Iglesia, pero se nos pide fijar la mirada en el fin. Se nos llama la atención en el «premio» que se nos promete por pura gracia de Dios a los que somos siervos que no servimos para nada.
Y tal fijar de la atención en el objetivo da a entender que la historia de la salvación no es cíclica, sino lineal. Es decir, vivir no es mover cual una rueda alrededor de un eje. La rueda connota el «eterno retorno» de las mismas cosas. Vivir quiere decir, más bien, caminar hacia adelante, hacia nuevos ambientes y situaciones, hasta que se llegue al destino final.
Los que caminamos, claro, no hemos de perder de vista la meta. Pues perderla de vista es no saber hacia dónde o cuál punto fijar nuestra dirección. Es perdernos en el camino.
Y fijar los ojos en el fin es velar, estar despierto y listo. A los que están en vela, despiertos y listos no los devasta el agua del diluvio, sino los salva. Se preparan mejor que los que, al fortificar la ciudad, se olvidan de fijar la mirada en el Creador de ella.
Centrarnos en concreto en el desenlace del vivir de Jesús es cobrar fuerza en los momentos duros de la vida. Pues, sí, caminamos no solo con gozo y en la luz y la paz, sino también con dolores y en las tinieblas de los conflictos y las guerras. Pero el que a quien miramos de forma detenida y con amor nos auxilia a dejar las obras de las tinieblas. Y nos viste él con las armas de la luz.
Señor Jesús, concédenos fijar la mirada en ti y compartir la plenitud de tu gracia por la intercesión de tu Madre. Y haz que, al contemplarte, nos acordemos de que vivimos por tu muerte y morimos por tu vida (SV.ES I:320). Ocúltanos en tí y déjanos rebosar de ti y vivir como tú para morir como tú, que entregas tu cuerpo y derramas tu sangre por nosotros.
27 Noviembre 2022
Domingo 1º de Adviento (A)
Is 2, 1-5; Rom 13, 11-14; Mt 24, 37-44
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