Adelante hacia nuestro Señor Jesús
Jesucristo es el iniciador y perfeccionador de la fe. Fijos los ojos en él, seguimos adelante con firme decisión para alcanzar lo que está delante.
Dice san Pablo que «ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe». El dicho da a entender que, para el Apóstol, el tiempo marcha adelante. Es decir, el tiempo tiene un carácter lineal, caminando y avanzando, bajo la providencia de Dios, hacia una meta cierta.
Y este punto de vista, sí, es de todos nosotros que nos decimos cristianos. Pues ser realmente de Cristo quiere decir ser descendencia de Abrahán y herederos de la promesa (Gal 3, 29). Por tanto, no nos convendría vivir como si el tiempo fuera de carácter cíclico. No, los tiempos litúrgicos no giran en círculo como un tiovivo. No se repiten los mismos sucesos. Ni se vuelve a las mismas cosas de siempre y de la misma manera.
Así pues, el adviento de este año no es un adviento más. Es, más bien, tan único e irrepetible como cualquier otro adviento en el pasado. Es un paso adelante hacia donde debemos llegar, bien diferente del anterior y del siguiente. Y con cada adviento o tiempo litúrgico que pasa, estamos más cerca de nuestra meta. No sea que, por estancarnos, en otras palabras, por no seguir adelante, volvamos atrás efectivamente (SV.ES II:107).
Y fácilmente quedaríamos estancados si nos encerrásemos en nuestros asuntos, quehaceres, intereses y placeres. Si nuestras preocupaciones tuvieran que ver principalmente con nuestros cuartos, nuestros libros, nuestras misas (SV.ES XI:120), con nuestras devociones y novenas. Ensimismados de esta forma, nos haríamos insensibles a Jesús que se nos acerca en la persona de los pobres.
Para salir adelante como cristianos debemos tener ojos y corazón para los pobres.
Es que «la espiritualidad cristiana no consiste solo en una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven abandonados a su suerte» (J.A. Pagola). Por eso, «no podemos aislarnos en la religión para no oír el clamor de los que mueren diariamente de hambre», que «probablemente, la poca sensibilidad al sufrimiento inmenso que hay en el mundo» indica que, paralizados por preocupaciones egoístas, dejamos de marchar adelante. Más que nunca, pues, es hora para «dejar a Dios por Dios» (SV.ES IX:297), para que la Iglesia salgamos adelante.
Y hay que aprovechar cada oportunidad que se nos presente para cuidar a los más pequeños hermanos y hermanas de Jesús. Pues si la dejamos pasar, no la recuperaremos nunca, que el tiempo tiene carácter lineal. Y cada oportunidad que aprovechemos será un paso adelante más hacia el monte del Señor, hacia la casa de paz de Dios.
Señor Jesús, haz que discernamos tu cuerpo en nuestras celebraciones de tu Cena (1 Cor 11, 17-30). Así saldremos adelante con nuestras vidas como las quieres, fuertes, saludables.
1 Diciembre 2019
Domingo 1º de Adviento (A)
Is 2, 1-5; Rom 13, 11-14; Mt 24, 37-44
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