Hace algunos domingos, mientras permanecía en mi asiento habitual de concelebrante en el lado derecho del santuario durante la comunión, admito que me distraje mirando la fila de personas que se acercaban a recibir el Cuerpo de Cristo.

Me enseñaron a considerar eso como una distracción, en vez de concentrarme en el Cuerpo de Cristo que acababa de recibir. De repente, con perspicacia, ¡me sentí agradecido por esta «distracción»!  ¿Qué cambió?

Dos cosas. Cada vez soy más consciente de lo mucho que echaba de menos poder estar físicamente de pie para repartir el Cuerpo de Cristo a cada miembro del cuerpo de Cristo que se acerca a comulgar. Y ayer, investigando algo más, conecté algunos puntos.

En esta reflexión exploro una interpretación eucarística de un antiguo saludo indio: «Lo divino que hay en mí se inclina ante lo divino que hay en ti».

Lo divino en nosotros

A lo largo de unos dos o tres milenios, la palabra sánscrita «namaste» ha adquirido muchos significados. Todos apuntan a lo que es realmente un concepto sorprendente, y también bíblico.  «Lo divino en mí se inclina ante lo divino en ti».

Esto no es ni mucho menos una idea radical. Es coherente con….

• Jesús nos enseña en Mt 25, «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis….»
• San Juan Crisóstomo, predicando sobre Mt 25, desafiándonos a honrar el cuerpo de Cristo no sólo en la Eucaristía sino también en las calles.
• El Concilio Vaticano II señala las múltiples formas en que Cristo está presente: los sacramentos, especialmente la eucaristía, la palabra proclamada en la liturgia y la iglesia reunida en su nombre para orar y cantar.
• Recordad que Cristo mismo prometió: «Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt. 18,20)

Nuestros encuentros con Cristo en la liturgia

Lo que me resultó más claro en ese momento es lo bien que el «namaste» resume nuestros encuentros eucarísticos.

En un post reciente he compartido cómo sustituyo inconscientemente padre NUESTRO por padre MÍO cuando rezo como enseñó Jesús.

Ahora sospecho que algo similar se aplica a nuestra comprensión de la Eucaristía. Hemos convertido a Cristo en un prisionero del tabernáculo y en el pan y el vino ordinarios.

Miraba las caras de los que se acercaban al altar. Ahora me doy cuenta de que también estaba presenciando el encuentro del Cristo bajo la apariencia del pan y el vino, con el Cristo que hay en cada uno de nosotros, por muy cicatrizado o indigno que sea.

Cuando partimos el pan juntos, estamos celebrando nuestra toma de conciencia de ser cada uno el cuerpo de Cristo.

Se trata de descubrir una presencia real. ¿Qué podría ser una renovación eucarística más profunda?

¡Estaba viendo a los invitados encontrarse en un banquete celestial!

Caminar juntos – El Papa Francisco y la cultura del encuentro

En los círculos vicencianos, estamos descubriendo una vez más que no estamos llevando a Cristo a los que viven en los márgenes. Más bien, les ayudamos a descubrir y reclamar al Cristo que ya está presente en ellos.

Esto añade otra dimensión a la petición del Papa Francisco de «una cultura del encuentro».

It adds another dimension to Pope Francis’ plea for “a culture of encounter.”

hablar de “cultura del encuentro” significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos (Fratelli Tutti nº 216).

Preguntas

• ¿Se traslada esta perspectiva a nuestros encuentros después de la misa y en otros lugares?
• ¿Reconocemos que en la liturgia nos encontramos con Jesús en los demás y en la hostia?

P.D.: No pude evitar recordar lo que experimenté en algunas iglesias europeas antiguas hace más de 50 años. La gente se daba codazos para llegar más rápido a recibir la comunión.

Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk