Un mensaje del pasado de los obispos estadounidenses vuelve a ponerse de actualidad (parte 1)
La historia se hace eco de una aparecida en el Washington Post a principios de este año. Un mensaje en una botella que viajó mas de 5.000 kilómetros ayudó a curar el sufrimiento de un niño de Maryland
Supe entonces que tenía que escribir algo sobre la creciente violencia en nuestra cultura.
Entonces, como si hubiera descubierto una botella con un mensaje, encontré un documento verdaderamente profético publicado por los obispos católicos de Estados Unidos hace más de un cuarto de siglo.
En esta reflexión, les invito a que hagan su propio juicio sobre lo profético que era entonces… y que todavía debería ser.
Considere estas citas de hace más de un cuarto de siglo
Nuestras familias están desgarradas por la violencia. Nuestras comunidades son destruidas por la violencia. La violencia pone a prueba nuestra fe. Tenemos la obligación de responder.
La violencia —en nuestros hogares, nuestras escuelas y calles, nuestra nación y el mundo— está destruyendo las vidas, la dignidad y las esperanzas de millones de nuestros hermanos y hermanas.
El miedo a la violencia está paralizando y polarizando nuestras comunidades.
La exaltación de la violencia en gran parte de nuestros medios de comunicación, la música e incluso los videojuegos está envenenando a nuestros hijos.
La hostilidad, el odio, la desesperación y la indiferencia están en el corazón de una creciente cultura de la violencia.
La violencia verbal en nuestras familias, las comunicaciones y los programas de entrevistas contribuyen a esta cultura de la violencia.
Nuestro tejido social está siendo desgarrado por una cultura de la violencia que deja a los niños muertos en nuestras calles y a las familias con miedo en nuestros hogares. Nuestra sociedad parece estar volviéndose insensible a la pérdida y el sufrimiento humanos.
Una nación nacida con el compromiso de «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» se ve acosada por la muerte, aprisionada por el miedo y atrapada en la esquiva búsqueda de la protección en lugar de la felicidad.
No tiene por qué ser así
No siempre fue así. Podemos alejarnos de la violencia; podemos construir comunidades con mayor paz. Hay que comenzar con una convicción clara: el respeto a la vida.
El respeto a la vida no es sólo un eslogan o un programa; es un principio moral fundamental que fluye de nuestra enseñanza sobre la dignidad de la persona humana. Es un planteamiento de la vida que valora a las personas por encima de las cosas.
El respeto a la vida debe guiar las decisiones que tomamos como individuos y como sociedad: lo que hacemos y lo que no hacemos, lo que valoramos y consumimos, a quién admiramos y cuyo ejemplo seguimos, lo que apoyamos y a lo que nos oponemos.
El respeto a la vida humana es el punto de partida para enfrentarse a la cultura de la violencia. La comunidad católica no puede ignorar el coste moral y humano de tanta violencia en nuestro entorno.
Una llamada a la conversión y un marco para la acción
Estas breves reflexiones son una llamada a la conversión y un marco para la acción. No proponen ni un plan general ni programas específicos.
Reconocen los impresionantes esfuerzos que ya están en marcha en diócesis, parroquias y escuelas. Ofrecen una palabra de apoyo y gratitud a los que ya están comprometidos en estos esfuerzos.
Creemos que la comunidad católica aporta fuertes convicciones y una experiencia vital que puede enriquecer el diálogo nacional sobre la mejor manera de superar la violencia que está desgarrando nuestra nación.
No basta con hablar
Las palabras no pueden detener las armas; las declaraciones no contendrán el odio.
Sin embargo, el compromiso y la conversión pueden cambiarnos y juntos podemos cambiar nuestra cultura y nuestras comunidades.
Persona a persona, familia a familia, barrio a barrio, debemos recuperar nuestras comunidades del mal y del miedo que conlleva tanta violencia.
Creemos que nuestra fe en Jesucristo nos ofrece los valores, la visión y la esperanza que pueden traer una importante medida de paz a nuestros corazones, nuestros hogares y nuestras calles.
La segunda parte continúa mañana, con un marco de acción.
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
0 comentarios