Mayo, mes de la Virgen María
Mayo es el mes consagrado a la Virgen María, la Madre de Jesús, cuando la primavera regresa con su calor, sus diversiones y sus flores de múltiples colores perfumados. Los romanos también adoraban a Maia, diosa de la fertilidad y del despertar de la naturaleza en primavera. De su nombre proviene la palabra ‘Mayo’. Y la Iglesia se lo dedica a María, porque es el mes de las flores, en el que la naturaleza despierta a una nueva vida después de la inclemencia del invierno. Y María es la más bella de las flores, la primera en florecer, dada por Dios al mundo como un signo de su misericordia y de su bondad infinita.
En la Edad Medía se afianzó en Europa el honor debido a las mujeres, el respeto que se les debía mostrar y lo que merecían por ser madres y esposas, y sencilamente por ser mujeres. En esta nueva visión de la mujer, la Virgen se erigió como el ideal al que no solo las mujeres, sino también los hombres tenían que acudir. Alfonso X, rey de Castilla y León, dedicó a la Virgen las Cantigas de Santa María. Eran canciones sobre la Virgen María y sus milagros, considerándola más poderosa que los reyes de su tiempo. Las ramas florecidas ya no se colgaban solamente en la puerta de las mujeres amadas, sino también en las imágenes y estatuas de la Virgen, en particular, si elegían las guirnaldas de rosas, flor típica del mes de mayo. Así nació la tradición del rezo de las rosas, del Rosario.
El Papa Pablo VI consagró oficialmente el mes de Mayo a la Virgen María el 29 de abril de 1965 con la encíclica Mense Maio “porque es el mes en el que sube hasta la Virgen María desde el corazón de los cristianos las más fervientes oraciones y en el que descienden hasta nosotros los dones y bendiciones más abundantes de la divina misericordia”.
Una práctica devocional muy extendida en mayo es ofrecer pequeños sacrificios y compromisos a la Virgen María como si fueran flores. Aunque acaso lo mejor sea ofrecerle las rosas del rosario recitado todos los días. La tradición cuenta que la Virgen María en 1214 se apareció a santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos, con un ramo de 150 rosas y le dijo que deseaba ser honrada con 150 Ave María alternadas con el Padre Nuestro. A cambio, la Virgen se comprometió a cumplir 15 promesas, una por cada decena recitadas, declarando su compromiso de proteger las almas y a las familias de sus devotos.
Benito Martínez., C.M.
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