El «yoísmo» en nuestro mundo… y en nuestra Iglesia
El yoísmo en nuestro mundo
¡Es una imagen sencilla! Pero, como hemos oído desde nuestra juventud, «una imagen vale más que mil palabras». El gráfico ilustra dos actitudes comunes, pero desastrosas:
La primera actitud es una visión miope de los problemas. No puedo ver nada más allá de lo que me afecta.
La segunda es similar a la primera. No puedo ver los problemas que no parecen afectarme ahora.
Ambas son manifestaciones de una tendencia tan antigua como la civilización. El «yoísmo».
La caricatura capta perfectamente estas dos manifestaciones del mismo problema. Pero estar «en lo alto y sin mojarse» es una ilusión.
¿No es éste uno de los problemas actuales para hacer frente a la pandemia del coronavirus? Que no me sienta enfermo no significa que no sea portador del virus. Por preocupación por los que quiero (todos los demás hijos de Dios, no sólo los que son importantes en mi vida), tengo que adquirir el hábito de llevar una mascarilla cuando sea apropiado, así como de lavarme las manos con más frecuencia.
Nos conviene dar un paso atrás y ver cómo nos estamos centrando en que sólo nosotros estamos «en lo alto y secos». El primer compromiso de cada uno de nosotros debe ser trabajar para pasar de estar «centrados en mí» a «centrados en nosotros». O eso o no rezar «Padre nuestro».
El yoísmo en la Iglesia
Veo versiones del yoísmo en el Cuerpo de Cristo hoy en día.
A veces oigo al clero y a los laicos preocupados por mantener su parte del barco en lo alto del agua.
Los laicos sienten que muchos de los líderes han estado ciegos ante el dolor y las necesidades de los hombres y mujeres de a pie en los bancos o en otras partes del Cuerpo de Cristo.
Muchos líderes de la iglesia sólo tienen una comprensión superficial de por qué tanta gente está abandonando el barco. Se reafirman en lo que están convencidos de que debería impedirles abandonar el barco.
San Pablo, escribiendo a los Corintios, lo expresó muy bien:
El cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, yo no soy del cuerpo» ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso? Y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo» ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso? Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde quedaría el oído? Y si fuera todo oído ¿donde el olfato? Ahora bien, Dios puso cada uno de los miembros en el cuerpo según su voluntad (1 Cor 12,14-18).
Una idea novedosa: ¡escuchar y respetar a los demás!
El Papa Francisco inicia un «proceso sinodal» de tres años para que toda la Iglesia se escuche mutuamente. Se ha descrito como el proyecto más ambicioso de renovación católica desde el Concilio Vaticano II.
Se ha pedido a cada diócesis que celebre un sínodo: un ejercicio de escucha y discernimiento en el que participen todos los miembros de la Iglesia, que luego alimentará un proceso nacional y continental. Finalmente, en el otoño de 2023, el proceso culminará con un encuentro de tres semanas en Roma.
De hecho, este proceso tiene sus raíces en el primer concilio de Jerusalén, hace unos 2000 años. El Vaticano II, con el liderazgo del papa Pablo VI, hizo avanzar a la Iglesia en esta dirección.
El pueblo de Dios es algo más que el clero o los laicos. El proceso de tres años es simplemente tomar en serio nuestra necesidad de escucharnos unos a otros.
Por favor, relee… y reza… este capítulo.
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