¡Imagínense decir esto hoy!

A lo largo de los siglos, las divisiones más históricas entre los seres humanos han sido la raza, la clase y el género.

En el clima actual, imagínese que dijera «no hay ni judío ni cristiano, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer». Imagínese una publicación en Twitter o Facebook en la que se afirme que estas divisiones históricas son ahora historia y no un hecho. El «Twitterverso», etc. entraría en erupción con comentarios que van desde «De ninguna manera, sólo mira a tu alrededor» hasta «¡Eso es sólo propaganda comunista!

Sin embargo, esa es la audaz proclamación de San Pablo en su carta a los Gálatas 3,28

“ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.

Testimonio del Nuevo Testamento

El autor de “The (Un)Common Good: How the Gospel Brings Hope to a World Divided [El bien (poco) común: cómo el Evangelio trae esperanza a un mundo dividido] escribe:

La afirmación de la iglesia primitiva es que todas esas divisiones han sido sanadas en Jesucristo. Judíos y gentiles vivían y rendían culto juntos, los esclavos eran tratados con el mismo respeto que los amos, y las mujeres encontraban una libertad de expresión inédita en el patriarcal mundo antiguo.

El Nuevo Testamento indica lo radicalmente diferente y diversa que era la cultura de acogida de la Iglesia primitiva en su propio contexto, lo que confirman otros relatos históricos.

Su igualitaria forma de vivir y compartir, tal y como se describe en los primeros capítulos de los Hechos, provocó una gran atención cultural y dio un poderoso impulso a la evangelización de la primera comunidad cristiana.

La libertad, la acogida, la afirmación y la igualdad eran tan atractivas entonces como ahora, y los primeros cristianos ejemplificaban estas cualidades (a diferencia de algunas de nuestras iglesias actuales) .

(Hay que admitir que es otra historia para darse cuenta de cómo algunas de estas divisiones burbujean incluso en los primeros siglos después de Cristo).

¿Puede esa visión funcionar hoy en día?

Oh, entiendan, Pablo solo se refiere a ser iguales a los ojos de Dios. No es realista esperar que eso se refleje en la vida cotidiana de hoy. Hay diferencias reales de todo tipo.

¿Pero no es ese el punto? Todos somos iguales a los ojos de Dios a pesar de todas esas diferencias. Si es así, cualquier desigualdad estructural contradice a Pablo y a la larga tradición bíblica en la que se inscribe.

El autor continúa:

Así pues, tenemos una visión esperanzadora y radical de la diversidad a lo largo de la historia bíblica con el propósito de llevar a una humanidad dividida a la reconciliación con Dios y entre los seres humanos. Y hay un tema claro y consistente de que los «forasteros» tienen un lugar y un papel importante en esa comunidad de fe y deben ser abrazados e incluidos en lugar de ser condenados y desterrados. De hecho, esas relaciones con los forasteros pueden incluso convertirse en instrumentos para nuestra salvación.

¿Dónde encontramos nuestra identidad: en la nación, la cultura, la clase, la raza, el género, o ante todo en Dios y en una comunidad nueva e internacional del pueblo de Dios?

¿Esta identidad sólo se encuentra en la otra vida?  ¿No es esto lo que se supone que tenemos que trabajar incluso hoy en día?

¿Es por lo menos una pregunta justa para tener en cuenta cuando miramos las estructuras de nuestra sociedad y nuestro mundo? Recordemos que el nuestro es un mundo en el que las mujeres cobran menos que los hombres, la gente debe vivir en barrios con los de su misma clase, o la gente de un continente es superior a la de otro continente o nación.

Preguntas

• ¿Qué es más importante para ti: tu nación, cultura, clase, raza, género, o ante todo, estar en Dios y en una comunidad nueva e internacional del pueblo de Dios?
• ¿Qué se puede y se debe hacer para vivir realmente como hijas e hijos iguales de nuestro Dios común YA?