A menudo es difícil encontrar el lugar adecuado para el testimonio de la fe y la oración en el trabajo de caridad. ¿Y si los propios pobres nos enseñaran a rezar, una vez establecida la relación de confianza y amistad? En cualquier caso, este es el camino que propone la Iglesia, desde el Evangelio hasta el papa Francisco, pasando por San Vicente de Paúl.

¿De qué manera puede la oración plasmarse en la acción caritativa?

La cuestión es delicada y se debate a menudo en las asociaciones cristianas al servicio de los más pobres, entre el deseo de respetar la libertad de todos y la atención a la sed de espiritualidad de las personas más frágiles.

«La cuestión no es si podemos hacer oración juntos», advierte el padre Hervé Perrot, delegado episcopal de la Diaconía de la diócesis de Vannes y capellán general de Secours Catholique. «Se trata, en primer lugar, de cultivar la propia vida interior, como decía el propio san Vicente de Paúl: Hay que procurar la vida interior porque si falta, nos falta todo».

El padre Perrot invita a los que se ponen al servicio de sus hermanos a invocar al Espíritu Santo antes del encuentro con los más pobres, como se comprometen los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl según el artículo 1.7 de su Regla: «a partir de ahí nos ponemos en estado de disponibilidad para Dios y para el otro, nos quitamos las etiquetas, para vivir una relación libre. Es aquí donde ocurre lo inesperado de Dios. La Hermandad llegará en un encuentro interior con Dios».

«He visto a jóvenes rezar tartamudeando algunas palabras, pero esa oración tenía un peso considerable».

Dar cabida a la espiritualidad en el encuentro con los hermanos, recuerda el sacerdote, es dar derecho a la vida espiritual de los que nos encontramos, a los que el papa Francisco llama cristianos, en Evangelii Gaudium (n. 200): «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe».

«Sin embargo, este enfoque requiere modestia y delicadeza», recuerda el padre Hervé Perrot, «porque la espiritualidad toca lo íntimo. Pero una vez establecida la confianza, gracias a la escucha y a la amistad, cuando llega el momento de invocar a Dios, se trata de ir juntos al encuentro de Aquel que nos ha precedido en Galilea: no lo traemos: ya está allí».

«Los pobres están en el corazón del Evangelio, tenemos que ponernos en la escuela de los pobres, tienen mucho que enseñarnos y evangelizarnos», recuerda el padre Perrot, citando el salmo: «El pobre clama, el Señor escucha».

Fuente: SSVP Francia