¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?

Mario Andrez Gutiérrez Hernández
19 mayo, 2021

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?

por | May 19, 2021 | Confraternidades, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Como está de moda lo atípico, vienen a mi mente tantos recuerdos de la infancia en donde cada semana santa tenía su peculiaridad, entre el descanso y las obligaciones de casa siempre había un momento meritorio por día, para reflexionar en la pasión de Cristo los oficios litúrgicos, en casa de primero con mi abuelita y familia, luego en la iglesia. Con nostalgia aprendí que en semana santa no se hacía fiesta, que en semana santa no se escuchaba la radio, que en semana santa no se vestía igual, no se montaba a caballo o en bicicleta por que era un tiempo de recogimiento espiritual, sí…. Nunca lo entendí, porque en la mente de un niño solo existe la alegría, el acomodamiento, el sentirse mimado, el buscar un lugar para tener un encuentro con los compañeros de la vecindad, buscar un espacio para disfrutar un descanso meritorio de las tareas del colegio; sin darme cuenta que en ese momento también todo era atípico. La comida es, y aunque sigue siendo un sabor extraordinario con olor a tradición en casa, un recuerdo triste, pero a la vez victorioso, siempre me compartieron que el último día de la semana de reflexión, Cristo vencía a la muerte. Luego vienen en el sollozo aquellas frases que para mí parecían sarcásticas de mi abuelita materna cuando al entrar en su cocina y ayudarle a avivar el fuego del fogón, aprovechaba para darle  un pellizco a los tamalitos blancos de masa de maíz que se calentaban en las brasas para acompañar la comida del día y al ser sorprendido en el acto, recibía de premio un pellizco con aquellas venerables uñas dentadas por el trabajo doméstico de sus manos al tiempo que me decía “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”. Sin saber que aquella frase provenía de 1 Corintios 15:55-57”, me imaginaba yo que por “tentón” las abejas me reprendían, hasta el día en que escuche la frase en alabanza de la misa de Sábado Santo y con mayor razón supe que haciendo vida las palabras que resuenan en el santo sacrificio de aquellos días, Cristo siempre vencerá la muerte hasta el fin de los siglos.

Todo aquello sirvió para hacer resonar mi voz con un acento más fuerte y con el tiempo fui creciendo con aquello que ir haciendo valer el trabajo tan encantador como una abeja, pero y entonces ya no gritaba, sino que empecé a zumbar, y dejar aguijones repletos de nueva vida impregnados de caridad, cariño, compasión y trabajo en equipo. Cada Martes Santo, al finalizar la procesión de perdón y silencio exclusiva para hombres cargando de madrugada aquella pesada cruz que se usa  para los oficios de la liturgia de la crucifixión viernes santo en la capellanía de El Calvario de Amatitlán y meditando el viacrucis, llegábamos con mi abuelo paterno al altar mayor de la capellanía, en donde se realiza, hasta la fecha, un imponente altar o huerto con telones representando escenas de la biblia con imágenes en bulto y al centro la milagrosa imagen de Jesús Nazareno de la capellanía, y poníamos a sus pies aquel cansancio de haber participado con amor y devoción en la meditación de aquel Viacrucis en la calle; compartiendo el sentimiento de ver llorar, aguantar y rezar en el silencio a tantos devotos que participaban. Luego podíamos calcular entre los dos cuantas frutas, verduras, panes, y legumbres los devotos habían depositado  como ofrenda en la tradicional alfombra elaborada enfrente del altar mayor y de aquel imponente altar, y luego comentábamos entre nosotros: “Mañana que vengamos a ayudar a deshacer la alfombra, vamos a solicitar nos regalen frutas, verduras y lo que podamos para ir a repartir a los muchachos de la calle” Porque, también, de esa ofrenda se acostumbraba compartir con los enfermos del Hospital Nacional de Amatitlán, y es que día miércoles santo cuando íbamos a repartir, todo era organizado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl de la Casa Cristo Rey,  pues ellas tenían a su cargo el cuidado de los enfermos en algunas salas y quizá hasta la administración. Al finalizar la repartida podíamos sentarnos en cualquier jardín cercano a la panadería del hospital y degustar un delicioso pan de yemas con un vaso enorme de leche y luego volver a casa con la porción de frutas verduras y demás.

Nada ha quedado en el olvido, y pronto recibí invitación para formar parte de la Sociedad San Vicente de Paúl en la  Conferencia Cristo Rey de Amatitlán, y con ello tenía más actividades que cumplir y seguir haciendo vida el aguijón de la victoria, recuerdo que allá por el 2010 una tarde de compartir con ellos nos encontrábamos reunidos en la plazuela de la capellanía, esperando presenciar el paso procesional del domingo de ramos y nos discutiendo nos dimos cuenta la cantidad de personas que asistían a aquellos actos de fe y devoción vistiendo aquel morado penitente, y con nostalgia vimos cómo algunos enfermos se asomaban a las ventanas de la añeja pared de piedra del hospital para ellos entre sus limitaciones poder observar también el paso procesional desde allí dentro con tantas limitaciones. Fue entonces que se nos ocurrió organizar un Viacrucis dentro del hospital el día Viernes Santo. Con ayuda de otros grupos de parroquia, imprimimos en hojas de papel las estaciones del Viacrucis y turnos para cargar la cruz alta y ciriales y empezamos a vivir ese magnífico recorrido de cada viernes santo en aquellos pasillos llenos de ansiedad y nostalgia. Cada vez que lo recuerdo siento y vivo ese momento que hasta la fecha se vive con éxito de victoria, porque con nuestras pequeñas oraciones tratamos de aliviar las heridas de cada paciente. Cada vez que finalizábamos aquel santo ejercicio en la capilla privada de las Hijas de la Caridad contigua al hospital, no había quien no rompiera en llanto de nostalgia, perdón y alegría también al escuchar la alabanza final en la voz de nuestra compañera Heidi Salguero Carballo y juntos sentirnos unidos al verdadero cuerpo de Cristo sufriente.

Mis múltiples actividades no me permitieron, por muchos años, seguir viendo aquel acto de fe con ellos. Sin embargo, el 2020 y 2021, mis compañeros de conferencia me han comentado que no estaba siendo posible vivir esa actividad dentro del hospital debido a los protocolos por COVID-19. Esto no fue limitación para no realizarlo, así que pusimos en contacto con los compañeros y algunas personas generosas que nos apoyaron y la modalidad ahora cambio, y adjunto a la organización de la Confrade  Gladis Jhoana Salguero Carballo quien hoy coordina las actividades de la distinguida Conferencia Cristo Rey Amatitlán. Fuimos caminando por las calles de los viejos barrios de nuestra querida ciudad el Viernes Santo 2021 desde tempranas horas, al punto que encontrábamos un grupo de indigentes, compartíamos una deliciosa refacción, leyendo y meditando con ellos las estaciones del Santo Viacrucis. Un invitado a formar parte de esta actividad, reconocido monaguillo y sacristán de la antigua capellanía, Angel Betzai Gonzales Batres, se sintió curado y aliviado ese mismo día de un malestar estomacal que venía padeciendo días atrás, y al recordar que había ofrecido el trabajo de este día por ver en los pobres el rostro ensangrentado de Jesús sepultado de la capellanía a quien es fiel devoto, puede dar fe y decir que los milagros se cumplen y que con sus palabras pronto podrá repetir con su mismo impulso y viva voz como lo hacemos los vicentinos juntos  “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?”.

Mario Andrez Gutiérrez Hernández
Conferencia Santa Luisa de Marillac
Sociedad San Vicente de Paúl, Ciudad de Guatemala

Etiquetas: coronavirus

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