Evangelio y Vida para el 26 de abril de 2021
Estoy sediento del Dios que da la vida. Aleluya
Hech 11, 1-18; Salmos 41 y 42; Jn 10, 1-10.
«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Como el ciervo desea las fuentes de las aguas, así te desea mi alma, oh Dios…” Así rezamos en la liturgia de la misa. Los santos fueron hombres y mujeres que tuvieron un gran deseo de saciarse de Dios, aun contando con sus defectos. Cada uno de nosotros podemos preguntarnos: ¿tengo verdaderamente ganas de ser santo? Es más, ¿me gustaría ser Santo? La respuesta sería afirmativa, sin duda. Pero debemos procurar que no sea una respuesta teórica, porque la santidad, para algunos, puede ser un ideal inalcanzable. Como cristianos debemos desear hacerla realidad con la gracia del Señor.
Jesús plantea esta idea como un mandato: “Sean perfectos, como mi Padre es perfecto”. Aceptemos trabajar para lograrlo, alimentando esos deseos con la virtud de la esperanza; solo se puede querer eficazmente algo cuando hay esperanza de conseguirlo. Si se considera imposible, si pensamos que esa meta no es para nosotros, es que tampoco lo deseamos realmente. Santos no son los que nunca han caído, sino los que se han levantado siempre.
Pidamos al Espíritu Santo nos ayude para trabajarlo día a día.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Alicia Duhne
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