Los hombres debemos seguir a san José
Una de las figuras que me han calado fuerte en mi espiritualidad es la figura de San José, la cual cuando elevamos nuestras peticiones o nuestros rezos siempre nos encaminamos a Dios, y Jesús, y utilizamos como intercesores a María, nuestra madre o alguno de los Santos de acuerdo como pensemos cada uno en particular, muy pocas veces nos dirigimos a San José usándolo como intercesor, que gran error; pero vamos primeramente a ver quién era ese gran hombre.
Según el evangelio de Mateo Jacob fue el padre de José. En ese mismo evangelio lo describen como artesano que después fueron llamados carpinteros y era de origen humilde aunque algunas veces lo señalan como descendiente de la estirpe del Rey David. Según nuestra tradición José de Nazaret era el esposo de María la madre de Jesús por lo tanto él era el padre putativo de Jesús, como tantas otras cosas, se desconoce la fecha de su muerte, aunque siempre los historiadores están de acuerdo que fue mucho antes de la salida de Jesús a su vida de predicación, en las escrituras es señalado como un hombre justo que implica su fidelidad a la Tora y su santidad.
José entra en el Nuevo Testamento porque María está comprometida y en el pueblo judío esta situación daba prácticamente los derechos del matrimonio, en otras palabras era su esposa, lo que la mujer seguía viviendo en casa de su padre y bajo su autoridad, no había tenido vida conyugal ya que esto solo se realizaba cuando el esposo se la llevaba a su casa. Se imaginan ustedes en aquella sociedad machista. María queda esperando un hijo por obra del espíritu santo y que hace José, como es un hombre excelente y no queriendo desacreditarla, pensó que lo único que debía hacer es en secreto firmarle un acta de divorcio.
Es aquí donde se desarrolla para mí una vez más, la presencia de un Ángel el cual al igual que a María le ha pedido un Si a José y él lo da y toma a ese hijo como de él y lo llama Emmanuel. Tanto la grandiosidad de María que acepta tener al hijo de Dios y da su sí, también su esposo le da el sí al ángel y acepta criar al hijo de Dios, y se lleva a su madre a su casa, sin pedir nada a cambio, sigue sumido en su pobreza, cuidara a ese niño defendiéndolo de la ira de Herodes y teniendo que ir de camino hasta Egipto y recuerden que no habían transportes, lo alimenta, sufre cuando se le pierde en el Templo y lo encuentra a los tres días, el sabe que es el hijo de Dios, porque Simeón se lo dijo, sin embargo, trabaja de carpintero y busca con ello alimentar a su familia, el pudiera haber pedido a Dios que le prodigara bienestar, no lo hace y como un hombre cualquiera enseña a su hijo la misma profesión de carpintero, cuantas veces habrá tenido que sufrir como nosotros para reunir el dinero para su canasta familiar o para pagar los servicios.
No tengo que hacerles una descripción bíblica para enumerar las situaciones por las que tuvo que pasar esta gran figura, porque nosotros criamos a hijos que son iguales a nosotros; pero en el caso de él, tiene que criar al hijo de Dios, tiene que darle el mejor ejemplo, no puede irse de parranda con los amigos, no puede ser infiel, trabaja noche y día para sacar a su familia delante y esta criando al hijo de Dios, sin pedirle nada a cambio.
Nosotros que no estamos criando al hijo de Dios y sin embargo, nos pasamos el tiempo pidiendo y renegando de la vida que nos ha tocado vivir, creo que deberíamos aprender mucho de la vida de este gran Santo, por esto, nuestro Papa Francisco en innumerables veces se ha referido a José como gran Patriarca de la Iglesia y una figura que debemos respetar y seguir todos los padres, por eso mi abuelita le ponía a todos sus hijos José y María porque ellos eran los representantes de la gran Sagrada Familia, ojala un día todos los hombres sigamos a José y todas las mujeres a María.
Víctor M. Martell
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