Mis recuerdos de Semana Santa

Victor Martell
30 marzo, 2021

Mis recuerdos de Semana Santa

por | Mar 30, 2021 | Formación, Reflexiones, Víctor Martell | 0 Comentarios

La Semana Santa me ha traído siempre muchos recuerdos porque como naci en una familia católica siempre se respetaba y se tomaba en consideración la liturgia no solo de la iglesia sino la que imponía mi abuela en la casa de ella y en la nuestra. Nací en la isla de Cuba,  en la gran ciudad de Cienfuegos, llamada la perla de Cuba. Y esto es historia.

Domingo de Ramos: Desde temprano mi mama me vestía y nos íbamos a la casa de la abuela yo casi dormido porque ella le gustaba ir a la primera misa que era a las 7 de la mañana, lo que más me gustaba es que recibíamos el guano bendito y a mí me gustaba jugar con él y lo que recibía eran pellizcos de mi abuela por estar moviéndome dentro de la iglesia. Terminada la misa nos regresábamos a casa de la abuela porque mas tarde en el intermedio de misas la casa era visitada por dos o tres sacerdotes amigos de la familia a desayunar, siempre recuerdo a un cura viejo y gordo porque se comía todos los pastelitos. En la narración de la pasión según San Mateo, los viejos se dormían pero si yo lo hacía, allí iba el pellizco y si lloraba era peor, tenía que aguantar callado, por lo que  me dormía hasta que moría el Señor,  me despertaba porque sonaban unos golpes como zapatazos que hacían los monaguillos escondidos. La procesión era increíble, porque todos querían ir  al frente de la procesión y mi abuela me empujaba para ella tomar los primeros puestos. Ya más adolecente viviendo en La Habana un domingo me aparecí en la casa con el guano  enrollado en el cuello y casi me matan, me acuerdo que la gente hacían unos trabajos artesanales increíbles y lo usaban de juguetes para los niños y para adornos en la casa, recuerden que había que guardar el guano bendito por todo el año hasta el miércoles de ceniza siguiente, porque deshacerte del guano era pecado.

Lunes Santo: No se podía hacer nada, cuidadito de ir a la playa o que preparemos algún viaje, me acuerdo que ya siendo mayor, organice un paseo con mis amigos, porque no teníamos clases, tuve  que suspenderlo porque mi madre me hizo creer que si me iba al   paseo tenía que renunciar a la fe católica. Todas las fiestas del pueblo se suspendían, la zona rosa se cerraba y la venta de licores era prohibida, las parejas en el parque hablaban en voz baja y nada de besitos.

Martes Santo: Nuevamente, temprano, para la iglesia porque era el día de la confesión y creo que tenía que confesar en la casa primero mis pecados, porque aunque joven me hacían confesar, si le di una trompada al gordito de la escuela o fui yo el que le tire al profesor “un taco” por la espalda mientras escribía en la pizarra. Nada de comer carne solamente pescado y los mayores tenían que hacer ayuno. Se notaba tristeza en la casa porque no se escuchaba música, únicamente alguna que otra novela en la radio.

Miércoles Santo: Recuerdo una procesión de El Nazareno. Íbamos temprano a la iglesia con mi abuela para ayudar a la preparación y engalamiento de El Monumento, nuestra parroquia era la catedral, pero todas las iglesias competían haber cual era la mejor. Como no había clases todos estábamos en la casa pero cuidadito de jugar en la calle, había que respetar esos días.

Jueves Santo: Ese era el día de la visita a los monumentos, yo creo que visitábamos todas las iglesias del pueblo, que lindo, montones de cirios encendidos, paños colgando  y flores, a mi papa le lavaban los pies y nada menos que el cura que bajaba del altar especialmente, aunque en toda mi vida a mí nunca me los han lavado. Por la mañana temprano había una misa especial del obispo con todos los sacerdotes del pueblo.

Viernes Santo: Huy… Ese día si que era triste, en mi casa no se prendía el fogón, en la iglesia se hacia el vía crucis caminando por todos los cuadritos chicos que estaban puestos alrededor del templo, la gente casi ni se hablaba, no me dejaban jugar con mis soldaditos porque era cosa de guerra. Había un rosario que hacer ceo que se llamaba, el Rosario del Pésame y lo que menos me gustaba, el famoso sermón de las siete palabras, para el cual siempre buscaban a un sacerdotes muy especial que hacia llorar a los escuchas, yo también lloraba pero por las ganas de irme a casa, nada de visitas todo el mundo para su casa.

Sabado Santo: Desde temprano todo el mundo preparándose para ir a los bailes que se ofrecían por todo el pueblo del sábado de Gloria, en los salones más ricos y en los más pobres, todo el mundo a bailar y a tomar trago porque se reanudaba la venta de licores y las fiestas. Qué tristeza cuando mencionaron aquello de sábado Santo. Recuerdo que ese día no había misa,  así que no me levantaban temprano para ir a la iglesia.

Domingo de Resurrección: Que fiesta, todos se saludaban en la misa, regresaba la música, todos felices, se felicitaban y repetían la frase Jesús, está vivo, el altar cuajado de flores bellísimas y todo el mundo vestido con su mejor ropa. Después de misa para casa de mi abuela al famoso almuerzo de Resurrección, una mesa larga en el patio, llena de gente, algunos familia y otros que decían cuando llegaban “Mi familia” y se sentaban; pero lo que me llamaba mucho la atención, aun siendo tan pequeño es que mi abuela se traía tres o cuatro de los que pedían limosna en las afuera de la iglesia y así malolientes y todo se sentaban a la mesa con nosotros. Esto se me quedo grabado toda mi vida, quizás por eso de mi vocación a los pobres, porque ella me enseño que eran Jesús en persona.

Hoy todo esto ha cambiado mucho, aunque en términos generales sigue siendo nuestra gran tradición de iglesia, si soy sincero con ustedes, mi deseo es que ojala nunca hubiese cambiado y hubiéramos seguido con todas las tradiciones, porque hoy un viejo añoro aquellos años y doy gracias a Dios y mi Iglesia de haberlos vivido.

Por Victor Martell

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