Novena a la Virgen Milagrosa 2020: día 2

Andrés Felipe Rojas Saavedra, CM
19 noviembre, 2020

Novena a la Virgen Milagrosa 2020: día 2

por | Nov 19, 2020 | Asociación de la Medalla Milagrosa, Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

Oración:

Padre de misericordia, que en tu Hijo Jesucristo nos has enseñado el amor a la humanidad, a todos nuestros hermanos, haz que avancemos juntos hacia tu Reino y nos veamos liberados de las ataduras y las esclavitudes del pecado. Concédenos la gracia de caminar siempre por los senderos de la caridad y del amor, ayudados por la fuerza del Espíritu Santo que movió a tantos discípulos a entregar la vida por el Evangelio. Que podamos algún día ser piedras vivas en la Iglesia misionera y universal.

Te pedimos que, a través de la meditación de tu Palabra y orando con fe esta novena, podamos abrir nuestro corazón a la gracia de la conversión; y quienes portamos la Medalla Milagrosa, seamos verdaderos discípulos y testigos de Cristo Resucitado para superar las contrariedades del mundo y llevar a otros la esperanza y la paz. Amén.

Padrenuestro.

Gloria.

Oración a la Virgen María:

¡Madre de nuestro Pueblo! La dulzura de tu mirada nos acompañe en esta novena que dirigimos en tu honor bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que todos podamos redescubrir la alegría de ser hijos de Dios.

Queremos recibir de tus manos prodigiosas esos rayos de misericordia infinita que tú derramas sobre nosotros; ser nuevos y verdaderos discípulos capaces de comunicar a otros el mensaje liberador de Nuestro Señor Jesucristo. Ayúdanos a encarnar el Reino de Dios para hacerlo vida en medio de nuestra comunidad y de nuestra familia. Tú has asimilado con amor la Misión del Padre y nosotros queremos salir contigo al encuentro de los pobres y de los que sufren; queremos ser para los demás, rostro de madre que ama, cuida, contempla y enseña. Amén

– Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Dios te salve María…

Gozos:

Respuesta: puede ser el estribillo de una canción o la jaculatoria (Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti.)

Madre Milagrosa, de ternura y compasión
que haciendo historia de salvación
vas caminando siempre con tu pueblo
que a ti clama en la aflicción.

En mil ochocientos treinta,
en Francia, Calle del Bac,
auna pobre novicia,
la virgen santa se apareció.
Eran vísperas de San Vicente,
noche silenciosa de julio,
cuando la Madre dejó su trono
y en una pequeña capilla se presentó.

Siendo la media noche
un Ángel se apareció
para darle un anuncio
de parte de la Madre de Dios.
Las luces se iban prendiendo,
las puertas se iban abriendo
y al llegar a la capilla la hermana ansiosa la esperó.

La voz del cielo anunciaba
que la madre llegó.
La sede sacerdotal
con humildad ella ocupó.
La hermana Catalina
sus manos colocó
en las piernas de la Madre
y misión ella le encomendó.

En una mañana de noviembre
los sentidos no lo percibieron
pero un corazón atento
nuevamente a la Madre observó;
las insignias de la medalla
que Catalina vio, se han convertido
en fuente de milagro y amor.

“Haz acuñar una medalla”,
la Virgen le pidió
para ser portada por los fieles
con gran devoción.
Madre Santa, tu gran Medalla
es emblema de tu amor,
hoy nosotros la portamos
en señal de filiación.

Sea por Jesús, sea por María,
sea por el ejemplo de los santos que nos guían.
Y que por la Medalla Milagrosa
alcancemos la gracia de convertir
nuestros dolores en alegrías.

SEGUNDO DÍA

La Virgen y la Iglesia que trabaja

Frase: “Juntos caminando con María, haciendo el bien y construyendo el Reino de Dios”

Signo: Los rayos de la Virgen Milagrosa, algunas imágenes de la Iglesia trabajando en hospitales, colegios, hogares de adultos mayores, etc.

Comentario inicial: En este segundo día de la novena, estamos llamados a ver en los rayos que salen de la Virgen María todos los milagros que se obran por intercesión de nuestra buena Madre, y también por toda la actividad apostólica y misionera de la Iglesia en todo el mundo.

Llamados a pedir perdón:

 Perdón Señor por las ocasiones en que, como multitud de creyentes, no hemos sido parte de ‘un solo corazón y una sola alma’ sino que, al contrario, hemos creado división de posturas y sentires de fe dentro de la Iglesia.

  • Perdón Señor por romper la simpatía con nuestros hermanos al creernos absolutos, únicos y no poner nuestros conocimientos y nuestro servicio al común provecho de todos.
  • Perdón Señor porque no hemos dado testimonio constante de tu resurrección con alegría, fuerza y poder.

Lectura del Texto Bíblico: Hechos 4, 32-35

“La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad”.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Llamados a dar gracias:

  • Te alabamos Señor, por todos los campesinos y agricultores que con el esfuerzo de su trabajo y la dedicación de sus manos permiten que en nuestra mesa no falten los alimentos.
  • Te alabamos Señor por todas las personas que laboran en las ciudades, desde el vendedor de frutas hasta el médico, haz que su trabajo sea una acción de gracias a Ti.
  • Te alabamos Señor por todos los trabajadores, que desde sus profesiones son agentes de evangelización, siendo siervos del Señor, así como lo fue la Santísima Virgen María.

Reflexión:

La primitiva comunidad cristiana se nos presenta como ideal y meta de la comunidad cristiana de nuestros tiempos. Poner todo en común y sentir como propio las necesidades de los demás no es solo en un plano meramente material, sino también en una actitud humana frente al prójimo. Como Iglesia, estamos llamados a llorar con los que lloran y a sufrir con los que sufren pero no para quedarnos solo en el conformismo o en el sinsentido y la desesperanza, sino por el contrario, para salir de esas estructuras de miseria y juntos trabajar por un mundo mucho más solidario.

En la Medalla Milagrosa hemos meditado que no solo vemos a la Virgen María sino a la Iglesia, y así, como la Virgen desprende de sus manos los rayos, que según le dijo a la vidente Santa Catalina, eran las gracias que la Madre derramaba sobre los hijos que las pedían con fe, asimismo la Iglesia está llamada a obrar, por las manos de sus hijos, verdaderos milagros trabajando como dice san Vicente de Paúl “con el esfuerzo de nuestros brazos y el sudor de nuestra frente”, para dignificar y dar vida a tantos hermanos nuestros que sufren a causa de las estructuras de injusticia y desigualdad que se imponen en nuestra sociedad de consumo.

María nos invita a ser luminosos en cada uno de nuestros oficios, para que en nosotros los demás encuentren la alegría de dar la vida por los demás en cada cosa que hacemos, desde el tendero, el médico, el profesor, el encargado de los aseos, hasta la religiosa o el consagrado.

Llamados a suplicar a Dios:

  1. Por las misiones de la Iglesia en todo el mundo, para que en ellas se refleje la convicción por Jesucristo, evangelizador de los pobres.
  2. Por los programas de evangelización que la Iglesia tiene para acercar a las personas a la fe, para que en ellos se prolongue el amor misericordioso de Dios.
  3. Concédenos, Señor, generosidad de corazón y capacidad de donación para ayudar a todos aquellos que están pasando por momentos difíciles.

Oración a la Virgen Milagrosa:

Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa, que te manifestaste a Santa Catalina Labouré como mediadora de todas las gracias, atiende a mi plegaria.

En tus manos maternales dejo todos mis intereses espirituales y temporales, y te confío en particular la gracia que me atrevo a implorar de tu bondad, para que la encomiendes a tu divino Hijo y le ruegues concedérmela, si es conforme a su voluntad y ha de ser para bien de mi alma.

Eleva tus manos al Señor y vuélvelas luego hacia mí, Virgen poderosa; envuélveme en los rayos de tu gracia, para que a la luz y al calor de esos rayos me vaya desapegando de las cosas terrenas y pueda marchar con gozo en tu seguimiento, hasta el día en que bondadosa me acojas a las puertas del cielo. Amén.

Descargar la Novena completa pulsando sobre la siguiente imagen:

Fuente: https://www.corazondepaul.org/

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