No es suficiente (Is 55; Rom 8,39; Mt 14,13-21)
Una pregunta que se escucha a menudo: «¿Hay suficiente para todos?» A veces se pregunta por bondad («Tendremos que asegurarnos de que la haya»), a veces surge por miedo, («¿Y si no hay suficiente para mí?»). La segunda figura prominente tanto en las Escrituras como en la vida vicentina. ¿Qué hacen los seguidores de Jesús cuando se enfrentan —y temen— a la perspectiva de la escasez?
Fue una preocupación para el pueblo hebreo en los días del profeta Isaías. Obligados al exilio y vagando erráticamente por el Cercano Oriente, no tenían sitio alguno cerca donde ir. Ante este temor, Dios le dice: «Si me escuchas, habrá suficiente. Escúchame y comerás bien. Escúchame para que puedas tener vida». En una época de escasez y necesidad, estemos especialmente atentos a los lugares donde se proclama la Palabra de Dios. En esta posición de escucha, busquemos agua y luego bebamos.
«¿Hay suficiente?» aparece de nuevo cuando Jesús está de pie ante la multitud hambrienta. Aquí está la pregunta de los discípulos cuando les dice que alimenten a la muchedumbre con sus cinco panes y dos peces… «¿Cómo vamos a alimentarnos nosotros doce?» Aunque preocupados, aún escuchan y le traen a Jesús la comida, confiando en que el Maestro de alguna manera estirará esas provisiones. Conocemos el resultado.
Una respuesta más a la escasez es la de San Pablo, que escribe a los cristianos de Roma que están en apuros. Parafraseándolo, «Quiero que te juegues todo en esto: que nada (ni la escasez, ni la necesidad, ni las dificultades) te separe del amor que Dios te tiene como se muestra en Jesús. Si has de depender de algo, puedes depender de esto».
Tres consejos emergen para las temporadas de escasez: escucha a Dios, da lo poco que tienes a los demás, y confía en que nunca perderás el amor de Dios. Parece suficiente, pero suena hueco a menos que se les dé la carne de la acción del pueblo de Dios.
Escuchar. Escuchar los lugares donde Dios habla en los acontecimientos de nuestro tiempo: en la legislación para ayudar a los desempleados, en las medidas fiscales para lograr una mayor equidad de ingresos, en la atención de la salud para más personas, en las estructuras ajustadas para lograr la igualdad racial.
Generosidad a manos llenas. Atendiendo a la petición de Jesús de dar algo del pan en nuestras manos: como la gente hace cuando comparte contribuyendo a bancos de alimentos tanto locales como globales.
El ejemplo de personas que han dado un paso adelante confiando que el amor de Dios es más fuerte que cualquier otra cosa: personas como Dorothy Day y Howard Thurman y Martin Luther King y nuestros propios Vicente, Luisa y Federico.
Tres estrategias bíblicas frente al «no hay suficiente para todos»:
- Escuchar el eco del Espíritu de Dios moviéndose a través de la sociedad.
- Entregar algunos de nuestros bienes para que se multipliquen.
- Confiar en las palabras de san Pablo, de que nada, «ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potencias, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor».
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