Novena vicentina por el fin de la Pandemia, día 2
Oración inicial:
Señor Jesús, Maestro de la vida, enséñanos a comprender los signos de los tiempos, danos la audacia y el valor para ser discípulos y servidores de la humanidad, capaces de sanar las heridas del prójimo y cuidar de él siendo misericordiosos como nuestro Padre.
Porque queremos ver, oír y hablar, como aquellos curados del Evangelio, que con el milagro de la vida transformaron su existencia, quedar por fin limpios de la lepra que afecta nuestro corazón y que nos impide abrazar al otro como hermano y hermana.
Mira hoy a la humanidad agobiada por esta enfermedad. Tú conoces muy bien el sufrimiento del mundo, porque sigues aun caminando en él y cargando con nosotros el yugo y el peso de nuestras fatigas.
Te lo pedimos a ti, Jesucristo, evangelizador de los pobres y compañero de camino, que eres Dios junto con el Padre y el Espíritu Santo. Amén.
Padre Nuestro y gloria.
Oración del enfermo de san Juan Pablo II (opcional)
Señor, Tú conoces mi vida y sabes mi dolor, haz visto mis ojos llorar, mi rostro entristecerse, mi cuerpo lleno de dolencias y mi alma traspasada por la angustia.
Lo mismo que te pasó a Ti cuando, camino de la cruz, todos te abandonaron, hazme comprender tus sufrimientos y con ellos el amor que Tú nos tienes.
Y que yo también aprenda que uniendo mis dolores a Tus Dolores tienen un valor redentor por mis hermanos.
Ayúdame a sufrir con Amor, hasta con alegría. Sí no es ¨posible que pase de mi este cáliz¨. Te pido por todos los que sufren: por los enfermos como yo, por los pobres, los abandonados, los desvalidos, los que no tienen cariño ni comprensión y se sienten solos.
Señor: haz que estas dolencias que me aquejan, me purifiquen, me hagan más humano, me transformen y me acerque más a Ti. Amén.
Oración a la Virgen María del Papa Francisco (fragmento, de mayo 2020)
«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».
En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.
Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza (…) Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.
Dios te salve….
¡Oh María sin pecado concebida!
*Ruega por nosotros que recurrimos a ti
Gozos
Estribillo: Tu amor, oh Cristo Evangelizador, nos lleva a anunciarte con pasión (o algún canto adecuado)
Jesús nuestro divino Maestro,
Misionero eterno del Padre,
Que ante tanto sufrimiento
Sea tu cruz el estandarte.
Eres de los hombres
Su más divino ejemplo
Y de Dios misericordioso
Su más humano rostro.
Sentado a la mesa con los pobres
Partes el Pan de vida a quienes
contigo tu existencia compartes.
Seamos hoy nosotros trigo de vida.
Jesucristo Evangelizador,
Tu corazón ardiente y generoso
Entre espinas aun coronado y
En las casas de los pobres aun venerado.
Tú, el pobre de Nazareth,
Del corazón sagrado y luminoso,
Enciende en nosotros el fuego de tu amor
Para encender con audacia la caridad.
Crucificado y Resucitado,
Hermano de los hombres,
Inmarcesible en el tiempo,
Enséñanos la mansedumbre
Que nos hace ser Iglesia.
Día 2: Jesús del lado de los que sufren
Signo: Una imagen de Jesús buen pastor y alrededor varias rostros y nombres de personas.
Frase: “Con Jesús caminamos haciendo Reino de Dios en la historia”
Iluminación Bíblica: Mateo 8, 1-4
Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme.» El extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante quedó limpio de su lepra.
Y Jesús le dice: «Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio»
Reflexión:
Jesús es presentado en el Evangelio como el sanador de las dolencias de su pueblo; no es un milagrero ni un curandero, todos sus milagros son manifestación que el Reino de Dios ha llegado y que Dios mismo se encarga del sufrimiento de su rebaño. Él regresa al lado de la comunidad a aquellos desventurados que habían sido considerados impuros y que habían sido arrojados fuera del seno del pueblo elegido.
Para Jesús ninguna dolencia le es indiferente, Él asume incluso el sufrimiento y enseña a sus discípulos a asumir las mismas actitudes de misericordia que Él tiene con quienes encuentra en su camino: “Anda y haz tú lo mismo” (cfr. Lc. 10, 37).
Él quiere limpiarnos, sobre todo de la lepra que cubre nuestros ojos y nos impide reconocer y amar a nuestro prójimo. Durante estos tiempos difíciles de la humanidad, es imposible llevar el nombre de cristiano sin tener la capacidad de enternecerse frente al sufrimiento de mi hermano.
No solo el coronavirus es la enfermedad que afecta a la humanidad, son muchas las plagas y enfermedades que afectan al hombre y la mujer de hoy, muchas de ellas llevan a las personas a ser rechazadas o ser sacadas del núcleo familiar o social, como lo era y lo sigue siendo la lepra en muchos lugares.
Jesús nos enseña a anteponer nuestras seguridades, nuestros deseos individualistas y egoístas, para abrirnos paso a una nueva relación con Dios, que ya no está mediada por sacrificios rituales, pues es la vida restaurada que sirve de testimonio ante los hombres.
Preguntas:
1. ¿Cómo he atendido a los enfermos que encuentro día a día en mi comunidad o familia?
2. ¿He sido comprensivo y atento con quienes tienen a su cargo el cuidado de los enfermos?
3. Si atiendo a los enfermos o hago parte de un centro de salud, ¿Qué tan misericordioso o humano he sido?
4. ¿Defiendo la vida y ayudo a los demás a ser corresponsables con la creación?
Oración final al Sagrado Corazón de Jesús
Oh Corazón de Jesús, que desbordas de amor por nosotros, hoy te suplicamos, que nos enseñes el valor de ser para los demás donación, entrega y alimento, como lo eres Tú.
Queremos transparentar tu luz gloriosa y santa que nos saca de la oscuridad del individualismo y nos devela el egoísmo que reina en las oscuridades de nuestro mundo.
Queremos señalar tu camino, angosto pero lleno de esperanza, no queremos estar sentados o a la vera de la calzada, queremos compartir contigo nuestro destino, abrazando y levantando al caído y desamparado.
Queremos enseñar tu verdad, capaz de despertar en nosotros la conciencia de ser verdaderos humanos y alentar a otros a asumir sus compromisos cristianos, para edificar el Reino de amor de nuestro Padre.
Queremos ser Eucaristía para alimentar a otros con la savia de la esperanza y sentirnos trigo en manos de nuestro amado Padre, que nos reúne como sus hijos en su augusto y eterno seno.
Y, finalmente Señor, queremos ser vida y comunicar a otros la esperanza, para que ninguna periferia se prive de ese anuncio gozoso del Evangelio, para que nuestros corazones latan en sintonía con el tuyo. Amén.
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