Cambio sistémico en una época de disturbios nacionales y mundiales
La necesidad de un cambio
La muerte de George Floyd ha provocado una gran número de reacciones. Pero hay un hilo común en estas reacciones. Algo ha cambiado. El punto de desacuerdo está en los detalles. ¿QUÉ hay que cambiar? La gente opera desde diferentes puntos de partida. Recordemos la violencia del Boston Tea Party y la Guerra Civil.
Este post ofrece la perspectiva de un santo. San Juan Pablo II conocía bien los conflictos étnicos y la represión.
¡Consejo de un santo!
En su mensaje para el Día Mundial de la Paz (1989) San Juan Pablo II escribió:
Todos somos muy conscientes de que, como ha afirmado el Concilio Vaticano II, «la paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias» (Gaudium et spes, 78 ), sino que es un proceso dinámico que ha de tener en cuenta todos los elementos, así como las causas que la favorecen o la perturban.
Los siguientes extractos me parecieron particularmente relevantes.
- Hay dos principios generales que nunca pueden ser abrogados y que constituyen la base de toda organización social.
- El primero de estos principios es la dignidad inalienable de toda persona humana, independientemente de su origen racial, étnico, cultural o nacional, o de sus creencias religiosas.
- Este derecho permanece intacto incluso en los casos en que el grupo, o uno de sus miembros, actúe contra el bien común. En tales situaciones, el presunto abuso debe ser abordado por las autoridades competentes, sin que se condene a todo el grupo, ya que ello iría en contra de la justicia. Al mismo tiempo, los miembros de los grupos minoritarios tienen el deber de tratar a los demás con el mismo respeto y sentido de la dignidad.
- El segundo principio se refiere a la unidad fundamental del género humano, «hecho uno de toda la nación de los hombres para vivir sobre toda la faz de la tierra» (Hechos 17,26) .
- La obligación de aceptar y defender la diversidad pertenece no sólo al Estado y a los propios grupos. Cada individuo, como miembro de la única familia humana, debe comprender y respetar el valor de la diversidad humana y dirigirla hacia el bien común.
- Una mente abierta y deseosa de conocer mejor el patrimonio cultural de los grupos minoritarios con los que entra en contacto contribuirá a eliminar las actitudes de prejuicio que obstaculizan las relaciones sociales sanas. Este es un proceso que debe fomentarse continuamente, ya que tales actitudes tienden a reaparecer una y otra vez bajo nuevas formas.
- Quiero reiterar que, en circunstancias tan delicadas, el diálogo y la negociación son el camino obligado hacia la paz. La voluntad de las partes implicadas de reunirse y hablar entre sí es la condición indispensable para alcanzar una solución equitativa a los complejos problemas que pueden obstaculizar gravemente la paz. Y el rechazo al diálogo puede abrir la puerta a la violencia.
- En algunas situaciones de conflicto, los grupos terroristas se arrogan indebidamente el derecho exclusivo de hablar en nombre de una minoría, privándola de la posibilidad de elegir libre y abiertamente a sus propios representantes y de buscar una solución sin intimidación.
- Además, los miembros de esas comunidades minoritarias sufren con demasiada frecuencia los actos de violencia cometidos injustamente en su nombre.
- Que aquellos que siguen el camino inhumano del terrorismo escuchen mi voz: ¡golpear ciegamente, matar a personas inocentes o llevar a cabo represalias sangrientas no ayuda a una evaluación justa de las reivindicaciones de las minorías para las que dicen actuar! (cf. Sollicitudo Rei Socialis, 24).
- La construcción de esta sociedad requiere un compromiso sincero para eliminar no sólo la discriminación evidente sino también todas las barreras que dividen a los grupos.
- La reconciliación según la justicia y en el respeto de las aspiraciones legítimas de todos los sectores de la comunidad debe ser la regla.
- De hecho, en cierto sentido, el respeto de las minorías debe considerarse la piedra de toque de la armonía social y el índice de la madurez cívica alcanzada por un país y sus instituciones.
- En una sociedad verdaderamente democrática, garantizar la participación de las minorías en la vida política es un signo de una civilización altamente desarrollada, y trae consigo el honor de aquellas naciones en las que se garantiza a todos los ciudadanos una participación en la vida nacional en un clima de verdadera libertad.
Un examen de uno mismo… y no del otro
- ¿Hay algo de lo dicho que me incomode?
- Si lo había, ¿puedo expresar por qué?
- Si estoy de acuerdo con estos pensamientos, la «Pregunta Vicenciana» es, como siempre… ¿qué debo hacer?
Esta reflexión me remite al muy conocido dicho de Benito Juárez (1806-1872), Presidente de México, desde 1858 a 1872:
«Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
Y en esta fiesta de san Bernabé, pido al Espíritu Santo, que nos habla por los profetas y por los maestros y doctores de la Iglesia, nos dé a todos las luces para conocer la verdad y las fuerzas para proclamar con denuedo la Buena Noticia del reino de Dios y, de su justicia, incluso a los poderosos que se oponen a todo cambio que disminuya sus ganancias y amenace sus intereses egoístas.
Ojalá nuestros pastores caminen delante de nosotros, y los sigamos nosotros, anunciando la libertad a los cautivos y a los oprimidos. Que mantengamos derribado el muro de enemistad que Jesús, nuestra paz, derribó por su sacrificio, y que nos envuelva la nube ingente de mártires, entre los cuales se cuentan Óscar Arnuflo Romero, Franz Jägerstätter y Martin Luther King, Jr.