Evangelio y Vida para el 14 de mayo de 2020
“Como el Padre me amó, así yo los he amado”
Hech 1, 1-15. 20-26; Sal 112; Jn 15, 9-17.
¡El concurso ha terminado y la pantalla ha dicho quién tienen el corazón más perfecto! La gente admiraba el corazón de la ganadora. No tenía marcas ni defectos. La joven se sentía orgullosa de su maravilloso corazón. Pero alguien gritó: –¡Mi corazón es más hermoso que el tuyo!
Era una hermana mayor. Pasó por la pantalla y todos vieron su corazón. Tenía muchas cicatrices, pedazos mal encajados y faltaban pequeños trozos. La joven le replicó:
–¡Usted está bromeando! ¡Compare! El mío está perfecto, y el suyo es una mezcla de cicatrices, agujeros y pedazos mal ensamblados.
–Es cierto –dijo la mujer–, el tuyo parece perfecto. Pero yo no cambio el mío. Mira, cada cicatriz representa a alguien a quien di mi amor. Tomé un trozo de mi corazón y se lo entregué. Muchos me dieron un pedazo del suyo para que lo pusiera en el mío. Algunas veces di pedazos de mi corazón a quien no me devolvió nada. Por eso tiene agujeros. ¿Entiendes ahora en qué consiste la verdadera belleza?
La joven se quedó callada y las lágrimas se asomaron a sus ojos. Se acercó a la mujer, se arrancó un trozo de su corazón y se lo entregó. Y la hermana imitó el gesto.
La joven miró su propio corazón. Ya no era tan perfecto como antes. Pero era más hermoso que nunca. Las dos se abrazaron porque tenían un corazón compartido.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Elizabeth Sánchez Rangel, H.C.
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