Servir a Dios significa servir al prójimo
Da a entender Jesús que uno no puede servir a Dios sin servir al prójimo. Asistir, por tanto, a los necesitados forma parte de la religión de sus seguidores.
Enseña Jesús en la sinagoga, provocando asombro. Y por servir a un necesitado, deja a la gente aún más asombrada. Es que cura Jesús a un hombre poseído por un espíritu inmundo.
Pero la curación no solo confirma la autoridad de Jesús. Indica también que el que participa en la oración e instrucción se compremete además a servir a los necesitados. Y se nos deja claro que lo que pasa en la sinagoga no se queda dentro de ella.
De la sinagoga va Jesús a casa de Simón y Andrés. Enterándose de que la suegra de Simón está en cama con fiebre, Jesús cura a la enferma. Y lo hace de manera que jamás aprobarán otros rabinos (véase Comentarios al Evangelio, 1º).
Al anochecer, a muchos más cura Jesús de entre los congegados a la puerta. Y no les permite hablar a los demonios. Indudablemente, no les basta con conocerlo; tendrán que conformarse a él, y adorar y servir solo a Dios.
Pero por servir a los enfermos, Jesús, por lo visto, se siente más impulsado todavía a dar culto a Dios. Se levanta muy de la mañana el día siguiente y se marcha al descampado. Allí se pone a orar. Al encontrarlo los discípulos, Jesús se les presenta con mucha más energía para realizar y ampliar su misión. Termina recorriendo toda Galilea. Toma parte en la oración y la instrucción en la sinagogas, y sana toda clase de enfermedades y dolencias.
Señor Jesús, danos la gracia de hacer lo que tú: servir a Dios y a los pobres. Que nuestra celebración eucarística resulte en algo como una procesión de gente comprometida al socorro de los pobres (SV.ES IX:232). Haz también que, de palabra y de obra (SV.ES XI:393), y gratuitamente, anunciemos el Evangelio a los agobiados como Job.
4 Febrero 2018
5º Domingo de T.O. (B)
Job 7, 1-4. 6-7; 1 Cor 9, 16-19. 22-23; Mc 1, 29-39
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