Ez 47, 1-2.8-12; Sal 45, 2-6.8-9; Jn 2, 13-22.

“…tiró el dinero de los cambistas y les volcó las mesas”

Hoy celebramos la Dedicación de la Basílica de Letrán, sede catedralicia del Obispo de Roma. Miles nacieron como cristianos en su baptisterio. Fue consagrada por el papa San Silvestre en el año 324.

Es símbolo de la Iglesia católica reunida junto al Papa.

Pero antes que esa Basílica, los cristianos tenemos un templo único que se llama Jesucristo, y un “sábado” festivo, que se llama Jesucristo. Él es nuestro espacio y nuestro tiempo sagrado; es nuestro cuándo y nuestro dónde y nuestro cómo. La adoración verdadera, en espíritu y verdad, se celebran en unión con Jesucristo, en él, por él y con él. Aunque destruyeran todos los templos cristianos, nadie puede destruir el Templo que es su cuerpo (Jn 2, 21). Y, en cualquier caso, todas nuestras iglesias –que sirven a las diversas comunidades– también necesitan ser purificadas de todo aquello que contradice su servicio cristiano. En ellas cabemos todos, pero en especial es el lugar de los pobres, de los excluidos, de los pecadores que buscan acogida y misericordia.

El cuerpo de Jesús, crucificado y destruido por los poderosos, fue levantado para siempre porsu Resurrección gloriosa. Y nadie puede destruir esta nuestra catedral definitiva. Él nos espera hoy y nos aguarda para mañana en nuestra resurrección con él. Mientras, nos reunimos y celebramos su Memorial con él y con su comunidad, su Eucaristía y su servicio.

¡Concédenos, Señor, participar en las sagradas reuniones y no dejarnos llevar de la tibieza o las excusas!

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm