Evangelio y Vida para el 25 de abril de 2017
1 Pe 5, 5-14; Sal 88, 2-7. 16-17; Mc 16, 15-20.
Cuando Pedro, apresado por Herodes, sale de la cárcel, se fue a la casa de María. Ésta era la madre de Juan, por sobrenombre Marcos. En su casa se habían reunido muchos de la comunidad (Hch 12, 12). Por cierto, allí sale a continuación esa jocosa escena que puedes leer sobre la sirviente Rosa. ¿Era también este Marcos el joven que, al comienzo de la Pasión seguía a Jesús envuelto en un lienzo, lienzo que se quedó en manos de los captores cuando quisieron apresarlo?
Marcos será Misionero con Pablo, con Bernabé, “secretario” de Pedro, cronológicamente primer evangelista y creador del género “evangelio”. Ahí tienes, ante ti, sus 16 capítulos, breves, de apariencia sencilla, más hondos de lo que parecen. Ahí los tienes.
¿Los has leído enteros, seguidos, meditados, orados?
¡Qué pena! Cuántos cristianos no “han tenido tiempo”. Cuando te mueras, ojalá que no puedan poner sobre tu lápida: “Se decía católico, pero no leyó ni el más breve de los evangelios”.
La madre de Jesús nos pedía: “Hagan lo que él les diga”. Y una manera de saber lo que nos dice es leer la palabra de los evangelios. Y en la Transfiguración (Mc 9, 2) oímos la palabra del Padre: “Éste es mi Hijo amado, escúchenlo”. Sin la escucha de éste que es la Palabra, sin un grupo, sin la participación en la comunidad, ¿qué va a ser de este católico anónimo, sumido en un clima frío, adverso y poderoso? Se lo llevará la corriente, él se apagará y los pobres perderán a un amigo que hubiera podido estar a su lado.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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