Evangelio y Vida para el 9 de abril de 2017
Is 50, 4-7; Sal 21,8-9. 17-24;Flp 2, 6-11; Mt 27. 11-54.
Cuando a Tomás de Aquino le preguntaron de dónde sacaba tanta ciencia teológica, él les mostró su biblioteca: era una imagen de Cristo crucificado.
Por su parte San León Magno nos dice que “el que quiera de verdad venerar la pasión del Señor debe contemplar de tal manera a Jesús crucificado con los ojos del alma, que reconozca su propia carne en la carne de Jesús”.
Comenzamos la Semana Santa con cantos y ramos en honor de este que viene en el nombre de Señor sobre un humilde jumento. No en el caballo de los agresivos conquistadores. Qué pena que, a los pocos días, oigamos a la multitud pedir a Pilato que lo crucifique. ¿Así somos de volubles e incoherentes?
Luego, ya en la misa, se proclama y escuchamos la Pasión en el evangelio de san Mateo. La liturgia la recorta, se supone que en favor de la brevedad.
Pero, qué bien haríamos leyéndola entera en los capítulos 26 y 27 de san Mateo. Él, sufriéndola toda, padeció más que nosotros escuchándola de principio a fin. Más aún, ojalá que estos días leamos y meditemos los cuatro relatos de la Pasión según los cuatro evangelistas.
¡Qué menos! Iremos viendo a Jesús traído y llevado, juzgado y condenado por esos personajes que nos representan y son nuestro espejo. Y, sobre todo, podremos empaparnos de este que nos amó y nos ama hasta el extremoso límite sin guardarse nada para sí. Y desde ahí, luego podremos saltar de gozo con su Resurrección.
La muerte no pudo ni podrá con tanto Amor. ¡Dame, Señor, de ese amor para que yo aprenda a compartirlo!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
0 comentarios