Evangelio y Vida para el 10 de diciembre de 2016
“Elías ya vino, y no lo reconocieron…”
Sir 48, 1-4. 9-11; Sal 79, 2-19; Mt 17, 10-13.
Pedro, Santiago y Juan bajaban de la montaña de la Transfiguración. Pero seguían participando de las creencias judías de su ambiente. Habían oído que la venida del Mesías sería precedida de la vuelta de Elías. Por eso le preguntan sobre esto a Jesús. “Elías ya vino, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo”, les responde Jesús. Y se refinería a Juan el Bautista.
Juan era la bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; el último eslabón del pueblo antiguo y el primero del nuevo. La voz, el precursor de quien es la Palabra, la flecha que apunta y señala a Jesucristo. El junta en sí la esperanza de las doce tribus. Pero trae algo más: el anuncio de que el Esperado ya está aquí. Y Juan sirvió de puente para que otros entraran en el seguimiento de Jesús.
En tu vida y en la mía ha habido personas que nos llevaron o nos llevan a Jesucristo. Pero hay otras muchas que esperan que nosotros seamos, para ellas, la vía que las acerque a Jesucristo. ¿Cuántas personas pueden confesar que fuimos para ellas ánimo, evangelio, ejemplo para su acercamiento a Jesús y a su Iglesia?
¿Cuántas pueden darle las gracias a Dios porque tú fuiste el motivo de su encuentro con el Señor?
¡Gracias, Padre, por todas las queridas personas que me ayudaron a encontrarte y a desear tu voluntad!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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