El agua bendita de san Vicente para los enfermos

Javier F. Chento
14 junio, 2014

El agua bendita de san Vicente para los enfermos

por | Jun 14, 2014 | Formación | 0 Comentarios

SANV5En la vida extraordinariamente santa y admirable de san Vicente de Paúl tendríamos problema en decidir si su virtud principal fue la caridad o fue la humildad. No cabe duda que tanto una como la otra han sido características del gran santo. Toda su vida es pura caridad que se fundamenta sobre la humildad, siendo grande ante los ojos de Dios. De hecho, parece que Dios mismo se complaciera de mantenerlo humilde y escondido durante su vida, con el fin de conservar todo el mérito de sus obras caritativas. Mientras la vida de muchos santos, aún la de los menos conocidos, se expresa frecuentemente mediante milagros que sorprenden al pueblo, la de nuestro santo, por otro lado, fue admirable, y se podría decir, que revolucionaria por sus obras extraordinarias, aunque, no realizó, por lo que se sabe, ningún milagro o prodigio de carácter sobrenatural. No obstante, una explicación correcta sería que así como son sus obras así son los milagros obrados por Dios por medio del humilde san Vicente, ya que sería imposible explicarlo con el razonamiento humano.

Sea cual sea el motivo por el cual el Señor se complació en obrar así durante la vida de su fiel siervo, es cierto que el buen señor Vicente se dejó llevar por el Señor, y Dios, admirable en sus santos, obró milagros de forma frecuente y extraordinaria ya desde su tumba (la de san Vicente de Paúl), más todavía que los propios santos traumatólogos.

En el proceso de la beatificación del siervo de Dios Vicente de Paúl se enviaron y aprobaron 56 milagros de géneros diversos, pero todos de gran importancia. Entre aquellos milagros se encuentran algunos obtenidos mediante el uso del agua donde se había sumergido alguna reliquia del siervo de Dios. Recordamos algunos:

  1. En el año 1704 un tal Michelle Lepinè, pequeño comerciante de París, sufría de un escirro[2] en el bazo y de úlceras en el hígado, males declarados incurables por el médico después de todos los remedios previstos. Encontrándose en el final de su vida, una Hija de la Caridad le aconsejó hacer una novena al siervo de Dios Vicente de Paúl y beber un poco de agua en la cual se había introducido una tela con la sangre del mismo siervo de Dios. Terminada la novena y habiendo bebido cada día de ese agua, se encontró perfectamente curado, haciendo, a continuación, un retiro en la casa de la Misión de san Lázaro para ordenar su conciencia[3].
  2. La superiora de las Ursulinas del Monasterio de Tarbes Aquitania Sor Anna Damon en el año 1703, por causa de una gran caída, se quedó paralítica, casi inmovilizada y con fiebre altísima. Considerando el triste suceso de la buena superiora, una monja del mismo monasterio muy devota del venerable Vicente de Paúl, su paisano, propuso a la enferma de rezar una novena en honor al siervo de Dios, dándole de beber al mismo tiempo el agua en donde se sumergió un fragmento de una carta escrita por el venerable. Apenas terminada la novena, finaliza la fiebre, recupera el movimiento de las extremidades y la enferma es totalmente curada[4].
  3. De la misma manera es curado en París, en 1703, el señor Santiago Gran de una peligrosa e insanable disentería;[5] y la hermana Inés, Ursulina de Arles, de unas fiebres tercianas[6]. Todos estos ejemplos se producen antes del inicio del proceso de beatificación. De hecho, en el año 1682, una hermana Ursulina del monasterio de Dax estaba afectada de enajenación mental, todos los remedios aplicados habían resultado inútiles. Un hermano de la misión, Lostalot, le sugirió beber un poco de agua donde se había sumergido un papel con la firma autografiada del difunto señor Vicente, y la hermana afectada se curó perfectamente, así lo escribe el mismo Hermano Lostalot el 23 de septiembre de 1682[7].

De estos y otros casos similares sucedieron en los procesos y hubiesen ocurrido otros muchos si los sacerdotes de la misión hubiesen difundido la práctica y hubiesen usado, quizás, para ello, una bendición especial del agua sanadora, sin embargo, ignoramos la fecha y la forma de tales milagros.

Si bien es cierto que en el siglo pasado[8] los misioneros de la provincia napolitana usaban una fórmula propia para bendecir el agua de san Vicente, y con la misma, obtenían muchas y milagrosas curaciones de enfermos, especialmente la de los niños y las madres en peligro de muerte: quizá san Vicente quería continuar desde el cielo la curación que hacía a los pobres niños abandonados. Viven todavía muchos misioneros que han conocido a nuestro señor Romano Vincenzo. Él se hizo famoso por confiar en la eficacia del agua de san Vicente. Pues, con ella, este misionero tan apasionado obtenía cuanto quería para el bien de las almas, especialmente la de los misioneros. Por medio de las múltiples curaciones de enfermos que conseguía, difundió la devoción al santo Fundador.

Es una pena que no se pensase en recoger los hechos prodigiosos para la historia: ¡se hubiese necesitado un gran volumen! En nuestros días no faltan los continuadores de la obra del señor Romano que difunden el uso del agua de san Vicente para los enfermos, manteniendo viva la devoción en los pueblos en donde se realizan las santas misiones. No existen documentos que acrediten que esta práctica se usaba en el pasado en otras provincias de nuestra Congregación.

Mientras tanto en el año 1881 pasaba por Nápoles el desaparecido P. Fiat, superior general de la Congregación de la Misión, sucesor de san Vicente. Conociendo que los Misioneros de Nápoles usaban una fórmula especial para bendecir el agua de san Vicente para los enfermos mientras introducían en la misma cualquier reliquia o medalla del santo, y habiéndose informado de los milagros que se conseguían, quiso difundir esta práctica a toda la Congregación, obteniendo la aprobación de la Santa Sede, concedida al año siguiente, con cualquier modificación de la fórmula antes usada en Nápoles. Esta fórmula o rito para bendecir el agua de san Vicente es introducida en el Apéndice de los rituales romano siendo propia de la Congregación de la Misión; aunque si algún sacerdote la pide se le facilita sin problema por parte del Superior general, los visitadores o por otro superior de los sacerdotes de la Misión.

Extendido en todo el mundo el uso de bendecir el agua con la invocación de san Vicente de Paúl para la curación de los enfermos, cada año se multiplicaban los efectos prodigiosos recogidos por los Annales de la Misión. Incluso en China Mons. Rouger, vicario apostólico de Kiang-si, mostraba que en el año 1884 se curó un anciano por medio del agua bendecida de san Vicente. Contamos algunos ejemplos:

  1. En Bisceglie (Bari), en el año 1898, un niño de dos años se había quemado con agua hervida en varias partes del cuerpo, sufriendo graves convulsiones. El niño seguía sufriendo fiebres altísimas a pesar de que había recibido curas durante varios días. La mujer que llevaba al niño en los brazos, informada por el médico que no podía hacer nada más por él, visita a la hermana del dispensario para que le diese cualquier medicina. La hermana le da de beber un poco del agua de san Vicente al niño y le ofrece a la madre una ampolla (con el mismo agua), diciéndole: Da de beber de esta agua al niño, reza y ten confianza en san Vicente, que te dará la gracia. De hecho, en poco tiempo, el niño se curó perfectamente, no sólo de las quemaduras sino también de otras tres enfermedades que lo habían llevado casi a la muerte[9].
  2. En el año 1904, Martina Pérez de Salcedo, en Cali (Colombia) sufría de un tumor cancerígeno en la mejilla. El mal había progresado tanto que los médicos no sólo habían desistido en curarla sino que pronosticaron un final fatal. Ninguna medicina podrá impedir las consecuencias de este mal.
    La pobre enferma, viéndose en tales condiciones imploró la mediación de san Vicente, padre de los Pobres y de los huérfanos. No usando ningún otro remedio, se lavó la úlcera con el agua bendecida de san Vicente, provista por una Hija de la Caridad, y cerrándose la herida nunca más apareció, quedando solamente una marca en la piel indicando el lugar donde se encontraba el mal.
  3. La tarde del 17 de octubre de 1927 se recuperó en el Hospital de Benevento la señora Antilia Zamperalla en peligro de muerte a causa del parto. Los médicos reunidos de forma urgente en Nápoles para operarla de laparotomía[10] pronosticaron que la paciente no aguantaría la difícil intervención, por su extrema debilidad. Mientras se preparaba lo necesario, la hermana encargada de la sala hizo ingerir a la paciente un poco de agua de san Vicente y le presenta la imagen del santo, realizando las oraciones requeridas. Antes de comenzar la intervención quirúrgica se intentó que la señora diese un sorbo de aquella agua prodigiosa, la enferma la toma con fe e instantes después exclamó: ¿Qué es lo que me habéis dado? ¡Me siento resucitada! La operación terminó con buen resultado, en contra de las previsiones, y el médico que la había seguido se puso llorar por la conmoción. Quiso bajar en primer lugar a la iglesia para dar gracias al buen Dios y a san Vicente y dijo: ¡Ha intervenido una mano divina en esta operación tan difícil![11]

Y Dios que es maravilloso en sus santos se complace en glorificarlo, realizando cosas extraordinarias con medios muy sencillos: escuchando las oraciones que se hacen mientras se implora su intercesión.

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[1] Título original: L’Aqua benedetta di S. Vincenzo per gli’infermi. Redactado por los jóvenes de la escuela apostólica de la casa Dei Vergini de Nápoles y publicado en el Boletín mensual El venerable Justino de Jacobis. Año IX, n. 1, 20 de enero de 1936.

[2]Especie de cáncer que consiste en un tumor duro de superficie desigual al tacto y que se produce principalmente en las glándulas, sobre todo en los pechos de las mujeres (Diccionario RAE).

[3] Proceso apostólico págs. 329-335.

[4] Proceso apostólico, pág. 368, XXVIII.

[5]Enfermedad infecciosa y específica que tiene por síntomas característicos la diarrea con pujos y alguna mezcla de sangre (Diccionario RAE).

[6] Ver proceso apostólico, págs. 319, 323, 368, XXIX. Variedad de fiebre intermitente, cuyas crisis reaparecen al tercer día, dejando entre ellas un día de intervalo.

[7] Annales de la Mission, an. 1882, pág. 356.

[8] Siglo XIX.

[9] Ver Annales de la Misión, año 1898, pág. 309.

[10] Operación quirúrgica que consiste en abrir las paredes abdominales y el peritoneo (Diccionario RAE).

[11] Ver Anales de la Misión, ño 1928, pág. 516.

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