Reflexiones Vicentinas al Evangelio: La Santísima Trinidad
«Para San Vicente, la fuente de toda existencia y de toda vida espiritual es la Santísima Trinidad; como el centro, el quicio de la relación entre Dios y los hombres es la Encarnación, Jesucristo, particularmente en la Sagrada Eucaristía, en cuanto sacrificio y en cuanto sacramento» (San Vicente, André Dodin C.M.)
El libro del Éxodo nos presenta a Moisés intercediendo por el pueblo, ante Dios. Los elementos como el subir a la montaña (actitud de oración), la nube (una de las formas de la presencia de Dios en el Antiguo Testamento), echarse rostro en tierra (signo de adoración, respeto y temor de Dios), van mostrando en la narración la Nueva Alianza que hace Dios con su pueblo, que le había abandonado y había adorado a otros dioses. Dios siempre está dispuesto a perdonar, siempre y cuando el pueblo se arrepienta de su infidelidad. Por eso, Moisés continúa su intercesión para restaurar lo que se había perdido. La restauración no es sólo espiritual (el perdón de los pecados), sino también material (la nueva Ley-decálogo), para que el pueblo se comprometa de verdad con esa restauración.
En la segunda lectura, San Pablo se despide de la comunidad de los Corintios con esas hermosas palabras: “Estén alegres, anímense, vivan en armonía y en paz, salúdense con el beso santo”, y termina con la fórmula trinitaria: “La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión con el Espíritu Santo esté con todos ustedes” (vv.12-13). La invitación es clara. Para San Pablo, la alegría, la fraternidad, la armonía entre todos, son características del buen cristiano. Un dicho conocido dice: “Un cristiano triste, es un triste cristiano”. La alegría contagia, anima, impulsa, alienta. Este mundo donde reina la tristeza, la amargura, la aflicción, necesita de hombres y mujeres que transmitan la misma alegría que transmitió el Señor.
El Evangelio de Juan, nos presenta a Jesús desvelando su misión y procedencia. Jesús se reconoce enviado por el mismo Dios para que el mundo se salve por Él. Existen muchas frases famosas provenientes de pasajes bíblicos, como por ejemplo: “Ámense los unos a los otros”, “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”, “Dios es amor”, “no hay amor más grande que el que da la vida por sus hermanos”, y la que cita el Evangelio de hoy: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único”. El amor es la base fundamental para el ser y el hacer del cristiano. El que ama se sacrifica, se entrega, se desvive por los demás. El que ama sufre, llora, pero también ríe, goza, disfruta de la presencia de los hermanos. Por eso, para la vida en comunidad es fundamental el amor. Éste es el mensaje de hoy. Poner en práctica lo que Jesús nos enseñó: “Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”. Por medio del amor, nacerá una nueva sociedad; un nuevo mundo será posible.
La fiesta de la Santísima Trinidad, es importante para el catolicismo. Reconocemos un solo Dios en tres Personas: “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. Este misterio ha sido difícil de entender a lo largo de la historia. La verdad es que es un misterio inabarcable; por más que nos esforcemos en entenderlo no lo lograremos nunca, porque está basado en categorías griegas heredadas por el judaísmo, que no forman parte de nuestra cultura. Pero lo cierto es que Dios es Padre, no paternalista; que Jesús es Hijo muy amado por Dios; y que, el Espíritu Santo es quien alienta (con aliento creador), dinamiza, ilumina, libera.
«Entre vosotras debe haber una gran unión y, si es posible, semejante a la de las tres personas de la Santísima Trinidad; porque, ¿cómo, mis queridas hermanas, podríais ejercer la caridad y la mansedumbre con los pobres, si no la tuvierais con vosotras mismas?» (SVdeP Conferencias a las HH. CC. nº 100)
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