Alimento para el alma: La más pequeña de las semillas
«DE LAS PEQUEÑAS COSAS CRECEN LAS GRANDES».
– PAUL KELLY Y KEV CARMODY
El evangelista Marcos escribe: «Jesús también dijo: ‘¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios, o qué parábola usaremos para él? Es semejante a un grano de mostaza, que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; sin embargo, cuando se siembra, crece y se convierte en el mayor de todos los arbustos, y echa grandes ramas, de modo que las aves del cielo pueden hacer nidos a su sombra’» (Marcos 4:30-34).
En una sociedad que valora el éxito en forma de grandes logros, cambios a gran escala y acceso al poder, la imagen de cuidar las partes pequeñas de nosotros mismos es contracultural. Podemos subestimar a las personas que parecen pequeñas. A menudo, la pequeñez se equipara a la debilidad o se tacha de inadecuada. La historia cristiana ofrece una perspectiva alternativa.
El grano de mostaza es un símbolo insólito de la promesa de Dios que se encuentra en este concepto del Reino. Curiosamente, el grano de mostaza en cuestión no es el más pequeño en sentido absoluto ni produce la planta más grande. El público de Jesús estaba más acostumbrado a las descripciones grandiosas que comparaban a Israel con los grandes cedros del Líbano o con la riqueza y abundancia de los olivos y las higueras. Jesús les da la vuelta. Thomas Keating, uno de los místicos cristianos más notables del siglo XX, presenta la parábola de la semilla de mostaza como un modelo revolucionario e incisivo del funcionamiento del Reino: «La planta de mostaza estaba prohibida en un jardín doméstico porque se extendía rápidamente y tendería a invadir al resto de plantas… Según Jesús, el Reino de Dios es como un grano de mostaza que un hombre plantó ilegalmente en su jardín. Se convirtió en un arbusto y unos cuantos pájaros anidaron en sus modestas ramas. Eso es todo». Otros autores destacan el contraste entre los pequeños comienzos y los dramáticos grandes finales de la parábola. El Reino puede tener comienzos humildes, pero todos encontrarán un lugar a la sombra de su crecimiento trascendental.
La primera Conferencia de la Sociedad de San Vicente de Paúl comenzó con unos cimientos aparentemente pequeños. Seis jóvenes se reunieron con un mentor para estudiar qué podían hacer para responder a la pobreza agobiante y a las disfuncionales condiciones económicas de su país. En aquellos primeros meses y años de la Conferencia de la Caridad, se enfrentaron a críticas por el limitado impacto de su trabajo. Pero perseveraron. Los miembros trabajaron en sus barrios, establecieron relaciones con las personas que visitaban y echaron raíces en sus comunidades. Se corrió la voz de sus buenas obras y otras personas se animaron a unirse. La Sociedad creció. Más de doscientos años después, sigue creciendo en más de ciento cincuenta países. Es más que un árbol: ¡es un bosque!
J.R.R. Tolkien, un hombre de profunda fe cristiana, en su gran obra liteararia, El Señor de los Anillos, escribió: «Cree que sólo un gran poder puede mantener a raya el mal, pero eso no es lo que yo he descubierto. Son los pequeños actos cotidianos de la gente corriente los que mantienen a raya a la oscuridad. Pequeños actos de bondad y amor». Al igual que las palabras de Jesucristo en la parábola, nuestra tradición reconoce que hay un gran poder y sabiduría en el compromiso con la pequeñez.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
- ¿Está de acuerdo en que es necesario un compromiso con lo pequeño? ¿Por qué sí o por qué no?
- ¿Dónde ves crecer el Reino en tu vida cotidiana?
De: Firewood for the soul, vol. 2, A Reflexion Book for the Whole Vincentian Family
Sociedad San Vicente de Paúl, Queensland, Australia.
Texto de: Samantha Hill y James Hodge.
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