Llenar nuestra vida de Jesucristo
Jesús es el pan de vida. Los que no dejan de llenar su vida de él se sacian. Acudir a él y creer en él es no tener nunca hambre ni sed.
Llenar su vida de Jesucristo cuenta entre las cosas de las que se han de acordar los misioneros (SV.ES I:320). Y todas las personas, realmente, que creen en él y quieren ser como él en el ser y quehacer. Pero tales hombres y mujeres han de ocultar su vida primero en él también.
Y el evangelio de hoy indica que los primeros en hacer ese ocultar y llenar son los que contestan: «Rabí, ¿dónde vives?». Es que a esos dos discípulos de Juan les ha preguntado Jesús: «¿Qué buscáis?». Y tras oirle decir: «Venid y veréis», van ellos, ven dónde vive y se quedan con él aquel día.
Es decir, se retiran y se ocultan los dos donde vive el Maestro. Y se ve que no se dejan de llenar de una cosa esencial sobre el Cordero de Dios. Pues uno de ellos, Andrés, no más encontrar a su hermano Simón, no titubea en decirle: «Hemos encontrado al Mesías».
Nos toca, sí, a los cristianos ir aparte con Jesús y quedarnos con él en un lugar tranquilo. Esto lo hemos de hacer para que él nos pueda llenar de sí y, conociéndole bien, nos hagamos, luego, sus testigos fieles. Se fija él no más en nosotros y nos cambia. Y nos contagia su amor, su justicia y su preocupación por los pobres.
Así que llenar de Jesuscristo nuestra vida al ocultarla en él quiere decir ser nosotros sus misioneros o misioneras. Esto lo dan a conocer Andrés y Felipe también. Nos dicen que ser discípulo o discípula de Jesús es ser a la vez su enviado o enviada. Y él nos envía a contagiar a otros, invitarlos a conocerle, a vivir la alegría del encuentro con él.
Llenar nuestra vida de Jesucristo y ser sus testigos fieles quiere decir, al fin, participar en la cena del Cordero de Dios.
Dice Juan que Jesús es el cordero de Dios. El evangelista nos remite al «sacrificio de los corderos en el templo para la cena de Pascua» (Comentarios al evangelio 1). En el cuarto evangelio, de hecho, muere Jesús cuando se sacrifican los corderos.
Y parece que una vez más se nos refiere a las horas del sacrificio de los corderos. Pues se nos cuenta que los dos discípulos del Bautista se quedan con Jesús como las cuatro de la tarde. Preguntan ellos, en primer lugar, dónde vive él. Es curioso, por lo tanto, que se nos precise cuándo ellos se quedan con él, y no dónde vive él. ¿No se nos da a entender, pues, que vive él en la cruz?
Señor Jesús, haz que aprendamos de ti, que entregas tu cuerpo y derramas tu sangre por todos. Lograremos así llenar de ti nuestra vida y, al igual que tú, ganarla por perdarla, y darle gloria a Dios también por medio de ti y con todo nuestro ser.
14 Enero 2024
2º Domingo de T.O. (B)
1 Sam 3, 3b-10. 19; 1 Cor 6, 13c-15a. 17-20; Jn 1, 35-42
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