Del Señor abajo, ninguno • Una reflexión semanal con Vicente
«Ya sabéis que nuestro Señor quiso experimentar en sí mismo todas las miserias. Tenemos un pontífice, dice san Pablo, que sabe compadecer nuestras debilidades, porque las ha experimentado Él mismo» (Heb. 4,15) (XI, 717). «¡Sí, Sabiduría eterna, tú has querido experimentar y tomar sobre tu inocente persona todas nuestras pobrezas! Ya sabéis, hermanos que Él hizo todo esto para santificar todas las aflicciones, a las que estamos sujetos, y para ser el original y el prototipo de todos los estados y condiciones de los hombres» (SVP ES XI, 717).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- Una de las tesis habituales del sr. Vicente es considerar a Jesucristo como “el original y prototipo del ser humano”. No puede ser de otra manera… “Revistámonos de Jesucristo”… “Practiquemos aquello que hizo el Hijo de Dios”… son otras expresiones similares, bien conocidas. El añadido no es menos importante: “de todos los estados y condiciones” por cuanto la afirmación va bastante más allá del “estado sacerdotal” o la “condición religiosa”; va incluso, más allá del “creyente”.… ¡Vicente iba muy adelantado a su tiempo!
- La tesis anterior no es “por principio” sino porque para serlo, Jesucristo “experimentó todas las miserias humanas”, “se hizo humano”. Porque al sr. Vicente le gusta la “horizontalidad”, el “caminar junto a” (ni delante ni detrás). Y ser “compañero de camino” implica conocer el ritmo de cada caminante o, como dice el texto, “experimentar todas las miserias humanas”. Una relectura de los “caminantes de Emaús” siempre es alentadora.
- ¿Cuál es el fin del “revestimiento de Jesucristo”? ¿Fustigarnos al descubrir nuestras miserias? ¿Echar las miserias sobre Jesucristo y enviarlo al desierto como víctima propiciatoria?… La respuesta es negativa. Se trata de convertir las pobrezas (amenazas) en santificaciones (oportunidades). Del reconocimiento de nuestras debilidades debe surgir (acompañados de Jesucristo) la ocasión de mejorar en el camino de la perfección. ¡En ello estamos!
- La conclusión del planteamiento es sencilla: “debemos identificarnos con Jesucristo para llegar a ser nosotros mismos”. Identificarnos con una persona que no sólo nos conoce por nuestro nombre sino que vive nuestra miserias. Quizá el poeta acierta a reflejar el pensamiento cuando escribe: “He buscado a Dios y no le he encontrado; me he buscado a mí mismo y no me he hallado; he buscado un pobre y me he encontrado conmigo mismo y con Dios”. ¿Hay más miseria que ser pobre?
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Me dejo acompañar en el camino de mi descubrimiento?
- ¿Es mi comunidad un signo de disponibilidad para acompañar?
- ¿Aprovechamos las “miserias” para descubrir “oportunidades”?
- ¿Del pobre a Jesucristo o de Jesucristo al pobre? ¿Es un círculo vicioso?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
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