¿Sometimiento o responsabilidad? • Una reflexión semanal con Vicente
«Adorar a Dios quiere decir reconocerle como el creador y salvador del mundo y el señor soberano de todas las cosas, reconocer que dependéis enteramente de Él en cuanto al cuerpo y en cuanto al alma, y decir entonces: Señor, te reconozco como aquel a quien tiene que obedecer toda criatura; en cuanto a mí, Señor, me someto por entero a tu divina majestad» (SVP ES IX, 1128).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- Su origen gascón le lleva, frecuentemente, al sr. Vicente a desnudarse lingüística y mentalmente. Quiero, por ello, suponer que la divina “majestad” hace referencia a la divina “voluntad”. En algunas otras ocasiones esta idea es mucho más explícita: “llenarse de la voluntad de Dios”, “no hacer nada sin conocer la voluntad de Dios”, “esta obra saldrá adelante si es la voluntad de Dios”… Quizá sea esta una de las grandes motivaciones ocultas en la conversión del sr. Vicente, especialmente cuando descubre el privilegiado “lugar” de encuentro de dicha voluntad: el pobre pueblo que se condena…
- Este “sometimiento” (quizá habría que llamarlo “estar junto a Dios”) deriva de la firme convicción de la soberanía del Dios que crea y del Dios que salva. Pero la “salvación” no deriva de un Dios que crea para salvar, sino que crea para ser eternamente felices. Sólo el pertinaz alejamiento del ser creado hace que la misericordia de Dios se despliegue enviando al Hijo. Y Dios se exige a sí mismo lo que, en su momento, exigió a Abrahán: el sacrificio del enviado.
- Si todo ser creado (engendrado) es dependiente del creador (progenitor) lo mismo se aplica a la relación con Dios. Y no es una relación “espiritual” sino que abarca cuerpo y alma, es decir a la persona. La relación de “dependencia” es, por otra parte, recíproca hasta tal punto que Dios no abandonará jamás a su “criatura” aun cuando ésta rompa de mil formas y en mil momentos esta dependencia. Muy atrevido será afirmar que en tanto el ser humano es “libre” de romper la Alianza don Dios, Dios se ve atado de pies y manos para cumplir con las obligaciones que dimanan del ser “padre/madre”.
- El final del texto no tiene desperdicio: “te reconozco como”, “me someto por entero”. Dos afirmaciones en una. La primera se sitúa en un plano “teórico-ideológico” porque, en definitiva, el reconocimiento de una realidad (la que fuere) no tiene porqué ir más lejos. Inclusive referido a la verdad. Diría que, en este sentido, afecta al plano intelectual (del que el sr. Vicente estaba mejor dotado que la mayoría del clero de su época). Mayor contundencia tiene la cara segunda de esta moneda: “me someto a tu voluntad”… ¡He aquí lo importante!… Lo que hace santo al sr. Vicente. Y, desde esta convicción, desplegar sus consecuencias a cuantas obras le pongan delante las circunstancias. Podíamos poner en su boca: “yo me mantengo si esa es la voluntad de Dios; esta obra saldrá adelante si es la voluntad de Dios”.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Cómo se conjuga el “sometimiento” y la “libertad”?
- ¿Es posible traducir a nuestro entorno el concepto “sometimiento”?
- ¿Son nuestras comunidades aliento para quienes buscan la voluntad de Dios?
- ¿Cómo percibimos la voluntad de Dios?
- ¿Es criterio en la fundación o mantenimiento de nuestras obras la “voluntad de Dios”?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
Etiquetas:
0 comentarios